La última visita de The Cure a Lima fue en noviembre del 2023. El miércoles 22 de ese mes, la banda inglesa ofreció un memorable concierto en el estadio de San Marcos en el marco de su tour mundial Shows of a Lost World. No basta ser seguidor de la banda para afirmar que es una de las que mejor tocan en vivo. Por otra parte, ese concierto de casi tres horas, permitió a Robert Smith y compañía presentar algunos temas de lo que sería su último álbum, que salió el pasado mes de noviembre, es decir, exactamente un año después de su memorable paso por Lima.
En medio de temas conocidos como “Pictures of you”, “Fascination street” y “A forest”, los británicos nos regalaron “Alone”, “Nothing is forever” y “Endsong”, que junto a “A Fragile Thing”, “Warsong”, “Drone-NoDrone”, “I Can Never Say Goodbye” y “All I Ever Am” conforman su último disco Songs of a Lost World, el decimocuarto en la historia de la banda.
Este es un trabajo especial en la discografía de The Cure, desde su sexta producción de 1985, The Head on the Door, no teníamos canciones compuestas y arregladas únicamente por Robert Smith, y es del mismo modo el primer disco después del 4-13 Dream del 2008. Es decir, tras 16 años. Estas señas son más que suficientes y nos dan una idea de la seriedad con la que los británicos llevan su música desde la salida de su primer álbum, el Three Imaginary Boys de 1979.
Así hay que ser con The Cure, ningún punto de su cronología musical está marcada por el azar y la fiebre del momento. Cada movimiento, cada paso a la exploración, está finamente trabajado. Esa estética por el detalle musical, sin contar la dimensión literaria de sus canciones, es lo que gusta a sus millones de seguidores, que no serán mayoría en hinchaje, pero sí muy fiel a un proyecto del que podemos catalogar de honesto por precisamente ser coherente en sus postulados. Cuando aparecieron en 1976, Robert Smith sabía que el camino al reconocimiento tardaría en llegar. Eran buenos, tenían sensibilidad y muchas cosas por transmitir. The Cure, incluso desde su prehistoria, tenía definido a qué público pretendía conquistar. Cuando lo hicieron en los 90, ya era una agrupación cuajada y su propuesta musical calzó con el espíritu de una generación desorientada y que era testigo de cambios políticos y económicos que perduran hasta hoy. Fue The Cure la banda que conectó con el espíritu adolescente de una época, no Nirvana.
Muchas cosas pasan en la vida de una persona en 16 años. ¿Qué pasó con Robert Smith en ese tiempo? A saber, “I Can Never Say Goodbye” se la dedica Robert Smith a su hermano Richard. Songs of a Lost World es un álbum largamente esperado y tras escucharlo sabemos el porqué Robert Smith se tomó su tiempo. Este trabajo suena a todo The Cure, pero canalizado con un espíritu más crítico y reflexivo: la ilusión perdida, el amor adolescente, la sensibilidad herida y la esperanza por un cambio en el mundo (tópico subterráneo que habría que subrayar más) siguen siendo los temas (he ahí el factor coherente).
Sobre la “demora” que demandó este disco se está diciendo mucho. Es muy probable que Robert Smith lo haya tenido preparado desde hace varios años, pero más allá de esas especulaciones, lo que queda claro es el viaje que suscita en el oyente. Sí, es un trabajo oscuro, pesimista, pero con luz y esa luz no es más que la voz de Robert Smith. Eso es The Cure, oscuridad y luz, y estas canciones de un mundo perdido dan forma a una evidencia: como conjunto es una obra maestra.
No sería extraño indicar que este podría ser el último trabajo de estudio de The Cure. En vez de lamentos, habría que estar agradecidos por tanta buena música entregada.