En medio de la incertidumbre que provoca la impunidad israelí y el macabro éxito de la política de Joe Biden en el Medio Oriente conseguido con su respaldo a Tel Aviv, y mientras el mundo aguarda una solución política al conflicto Rusia-Ucrania que frustre la agresión a Moscú por Occidente, la expansión y el fortalecimiento del grupo Brics constituye una buena señal para recibir el 2025.
El conglomerado nació escueto y sin fanfarria en 2008 mediante la alianza conformada apenas por Brasil, Rusia, India y China, a quienes se sumó Sudáfrica en 2010; pero las potencialidades de los Brics se enriquecieron y evidenciaron con más fuerza en los dos años más recientes, en la misma medida en que el Sur global se resiste a la política abusiva de los poderosos encabezados por Estados Unidos en el ámbito comercial y financiero.
Sus medidas coercitivas unilaterales como estrategia de presión para conseguir fines políticos han ido cohesionando al mundo pobre junto al poder alternativo y emergente que se forja en torno a los Brics, jalonado por el desarrollo económico y en tecnología alcanzado en la última década por China y Rusia, y pese al esfuerzo que ha significado para la última una guerra atizada por el alimento occidental a Kiev, y el propósito de la OTAN de golpearla y cercarla.
Sin una estructura institucional demasiado complicada que consta apenas de una presidencia rotatoria anual, son los principios de cooperación e intercambio de los Brics y la potencia de los PIB de sus naciones miembros los que han convertido al bloque en un polo emergente, poderoso y atractivo para el mundo pobre, que hasta hoy sigue en desventaja en el comercio internacional gracias al injusto orden internacional vigente y esa política de sanciones que segrega a las naciones «desobedientes».
En 2015, el nacimiento de su Banco de Desarrollo, alimentado por los fondos de las naciones fundadoras, fue la pieza clave que demostró las posibilidades de los Brics en el propósito de estimular los proyectos necesarios a los países de la periferia, y conformar así esta suerte de alianza que va solidificándose tomando forma.
Al propio tiempo, las medidas de castigo en boga dictaron también el empleo de las monedas nacionales y de otras que cobran peso en el comercio internacional. Ha sido esa una medida factible y, tangencialmente, debilitadora del uso del dólar en el intercambio comercial, con lo cual la llamada desdolarización ha ido de la mano con la paulatina madurez del polo emergente.
En ese contexto, la Cumbre de los Brics celebrada en Sudáfrica en 2022 marcó su ostensible crecimiento al acordar la entrada como miembros plenos de Egipto, Irán, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, todavía en calidad de invitada, lo que se materializó en enero pasado mientras una treintena de naciones, esperanzadas, presentaban su candidatura para hacerlo.
Este 2025, y en cumplimiento de lo acordado en la Cumbre celebrada en octubre pasado en la ciudad rusa de Kazán, se inicia con la puesta en vigor de una nueva categoría dentro del conglomerado, que también lo fortalece: los países asociados, que posibilitará la entrada al entorno de los Brics, por primera vez, de dos países latinoamericanos como socios: Cuba y Bolivia, en compañía de Belarús, Indonesia, Kazajstán, Malasia, Tailandia, Uganda y Uzbekistán, confirmó hace unos pocos días la Cancillería rusa.
En su mensaje, el Ministerio del Exterior con sede en Moscú explicó que otras cuatro naciones —entre varias decenas de solicitantes— también fueron invitadas a unirse pero no han confirmado su aceptación, razón por la cual corresponderá a Brasil, país que asume la presidencia pro tempore este año, anunciar la adquisición por ellas del estado de socios en cuanto reciba respuesta.
«Planeamos construir una estrecha cooperación con los Estados socios para maximizar su participación en la cooperación en el marco de la asociación», añadió la Cancillería rusa.
Unirse a los Brics significará a los nuevos socios la posibilidad de concretar convenios de intercambio o inversiones que se realizarán de forma más expedita con este grupo de naciones de distintos continentes que, como puede apreciarse, ha incrementado sus potencialidades económicas, y con esa fuerza se yergue como bastión hacia la multipolaridad.
En el caso concreto de Cuba se trata de la primera adhesión asociada a un entorno único multirregional con estas características, sin contar su presencia como miembro observador de la Unión Económica Euroasiática desde el año 2020, y su inserción en iniciativas como la Franja y la Ruta de la Seda, y la de Desarrollo Global, todas lideradas por China.
Al intervenir como invitado en la cita de formato ampliado que tuvo lugar en el escenario de la Cumbre de Kazán, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla destacó el papel de ese conjunto de naciones como actor de «relevancia, autoridad y liderazgo en el escenario geopolítico global» y la esperanza real que representa para los países del Sur, al tiempo que apreció su aporte «en el camino hacia la impostergable y profunda reforma del sistema financiero internacional, obsoleto, injusto, especulativo y excluyente».
En cuanto a las posibilidades de la Isla, el Ministro ratificó la voluntad cubana de profundizar el camino emprendido por los Brics en la búsqueda no solo de cooperación y beneficios mutuos, sino también de incorporarse a ese esquema, como ya lo había solicitado, como país socio.
Para ello manifestó el deseo de «compartir y poner a disposición de ustedes nuestras experiencias y resultados en esferas diversas como la industria biomédico farmacéutica, la salud, la educación; y la ciencia e innovación», y recordó que Cuba «cuenta con una importante infraestructura y recursos humanos altamente calificados que favorecen el desarrollo de la cooperación en varios sectores productivos y de inversión, sustentados además en políticas y regulaciones para hacerlas cada vez más propicias.
«Considerada la Llave del Golfo por su estratégica posición en el mar Caribe —abundó—, Cuba puede facilitar el acceso de los países del Brics a mercados importantes de América Latina y el Caribe y establecer asociaciones estratégicas en beneficio de nuestros países».
¡Así sea!
Antes de la entrada de los países asociados este 1ro. de enero, los países Brics representaban ya el 45 por ciento de la población mundial y el 48 por ciento de las exportaciones globales.
Comparado con el PIB del Grupo de los Siete (G7) , que agrupa a las economías supuestamente más fuertes del orbe, el conglomerado alternativo alcanza ya un mayor índice de crecimiento económico.
Datos aportados por el presidente ruso Vladimir Putin en octubre daban cuenta de ese ascenso. En 2022 el G7 tenía el 30,5 de participación en la economía mundial y los Brics, 31,4 por ciento. Según las previsiones, el Producto Interno Bruto de la agrupación en forja crecerá para 2028 en 33,8 por ciento mientras que el G7 lo haría en un 27,9 por ciento.
El Nuevo Banco de Desarrollo, que arrancó con un fondo de 50 000 millones de dólares aportados de forma equitativa por los Estados fundadores, resulta el instrumento esencial para extender una también nueva forma de cooperación global que tiende la mano a los países pobres.
Desde su creación hasta diciembre de 2023, el NBD había aprobado 97 proyectos destinados principalmente a los sectores de infraestructura, energía limpia y desarrollo sostenible.
Algunas muestras ilustrativas de la labor de esa institución son el respaldo a un proyecto eólico en Suez con vista a la independencia energética de Egipto, y otro proyecto encaminado a la mejora del sector ferroviario de carga en Sudáfrica, que aumentará los volúmenes de exportación de ese país y disminuirá las emisiones de carbono, con lo que mejorará su competitividad global.