Uruguay se convirtió en un líder en energía renovable y redujo su dependencia de combustibles fósiles a solo el 2%.
En las últimas décadas, Uruguay ha logrado una evolución significativa en su matriz energética. Hace 17 años, el país dependía de combustibles fósiles para un tercio de su generación eléctrica, pero actualmente solo el 2% de su energía proviene de estas fuentes. Este cambio se debe a la implementación de políticas centradas en energías renovables, lo que ha permitido mantener las plantas térmicas en standby, activándose únicamente ante la falta de recursos naturales.
Hoy, la generación eléctrica se diversifica: aproximadamente el 50% proviene de represas hidroeléctricas, un 10% de desechos agrícolas e industriales y energía solar, mientras que el 38% se genera a partir de energía eólica. Este notable aumento de la energía eólica invita a reflexionar sobre las causas de esta transformación y los líderes que han hecho posible estos cambios en el sector energético.
El camino hacia una matriz energética renovable no fue sencillo. En 2008, Uruguay enfrentaba una crisis energética que amenazaba su crecimiento económico. La falta de suficiente energía eléctrica obligó al país a implementar racionamiento, mientras que los precios de la electricidad aumentaban. En este contexto, el presidente Tabaré Vázquez nombró a Manuel Méndez Galain como director nacional de energía, quien se propuso abordar la dependencia del petróleo que limitaba la autonomía del país.
Méndez Galain planteó una pregunta esencial: ¿Cómo lograr que Uruguay alcanzara la independencia energética a largo plazo? Aunque el país carecía de recursos fósiles, contaba con un potencial eólico considerable. Así, comenzó a desarrollar un plan para incorporar energías renovables, proponiendo instalar turbinas eólicas en las vastas tierras agrícolas del territorio uruguayo.
El consenso político en torno a la transición energética fue fundamental. En 2010, se logró un acuerdo multipartidario que estableció la energía renovable como una política de estado. Walter Verri, subsecretario de industria, energía y minería, destacó que este enfoque no solo tomó en cuenta la perspectiva técnica, sino también las dimensiones sociales y culturales. Además, la empresa estatal UTE garantizó compensaciones anuales a los propietarios de las tierras que albergan los parques eólicos, asegurando la colaboración de las comunidades locales.
La instalación de parques eólicos conllevó desafíos técnicos, financieros y regulatorios que requirieron un esfuerzo colectivo para superarlos. La determinación de los líderes del sector energético y la colaboración entre las diferentes partes involucradas facilitaron el camino hacia un futuro sostenible y limpio.
Manuel Méndez Galain, reconocido con el Premio Carnot 2023 por su contribución a la política energética, propuso un enfoque innovador en la gestión del sector. Su estrategia se inspiró en modelos de Brasil que utilizaban asociaciones público-privadas donde las empresas se encargaban de la generación de energía, mientras que entidades privadas gestionaban la distribución. Méndez Galain invirtió esta dinámica; las firmas privadas asumieron la responsabilidad de instalar y mantener las turbinas eólicas, mientras que la empresa estatal continuó distribuyendo la energía.
Este enfoque ofreció la ventaja de transferir los altos costos de instalación a las empresas privadas, lo que permitió que la empresa estatal se comprometiera a comprar toda la energía generada a una tarifa fija durante 20 años. La voluntad política fue clave, con todos los partidos en Uruguay apoyando la transición hacia energías renovables.
En 2009, Uruguay inició licitaciones que permitieron a empresas de distintas partes del mundo competir para proveer energía eólica. En 2011, se llevó a cabo una subasta con el objetivo de adquirir 150 megavatios adicionales, que representarían aproximadamente el 5% de la capacidad total del país. Sin embargo, gracias a la competencia y al interés suscitado, el equipo de Méndez Galain decidió aumentar la capacidad de generación, firmando contratos que elevaron esta cifra en más de un 40%.
Como resultado, la red eléctrica uruguaya se ha transformado, ahora casi exclusivamente respaldada por fuentes de energía renovable. La reducción de precios ajustados por inflación muestra el impacto positivo de esta política en la economía local. Actualmente, Uruguay cuenta con más de 700 turbinas eólicas en funcionamiento en su territorio, consolidando su posición como líder en el uso de energías limpias en la región.
Este proceso de transformación ha dado lugar a un modelo de desarrollo energético que podría servir de ejemplo para otros países que buscan avanzar en la sostenibilidad y la autonomía en su producción de energía. La experiencia uruguaya resalta la importancia de la planificación, el consenso político y la innovación en la búsqueda de soluciones energéticas sostenibles.
