La reciente muerte de Jimmy Carter a los 100 años deja un vacío en la historia política mundial. El expresidente de Estados Unidos se destacó por su liderazgo durante su mandato (1977-1981), pero también por su labor humanitaria a través del Centro Carter. Su legado va mucho más allá de las fronteras estadounidenses, extendiéndose a países como Perú, donde desempeñó un papel clave en momentos críticos de su historia democrática.
En América Latina, su nombre está vinculado tanto a elogios como a críticas contundentes. Durante una visita oficial al país, Jimmy Carter expresó su admiración por los logros de un presidente de Perú, mientras que años antes había sido uno de los observadores más críticos de las cuestionadas elecciones del 2000 bajo el gobierno de otro.
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Jimmy Carter, nacido en Plains, Georgia, en 1924, fue el 39.º presidente de Estados Unidos. Su mandato, que abarcó desde 1977 hasta 1981, estuvo marcado por desafíos económicos internos y significativos avances en política exterior. Uno de sus mayores logros fue la firma de los Acuerdos de Camp David, donde facilitó la paz entre Egipto e Israel, un hito histórico que demostró su habilidad como mediador en conflictos complejos.
Otro momento clave de su presidencia fue la firma del Tratado del Canal de Panamá, mediante el cual Estados Unidos cedió el control del canal a Panamá, fortaleciendo así las relaciones con América Latina. Tras dejar la Casa Blanca, Carter fundó el Centro Carter, una organización dedicada a la promoción de la paz, los derechos humanos y la observación de procesos electorales transparentes en todo el mundo.
Su legado como uno de los expresidentes más activos y respetados de la historia estadounidense quedó reforzado cuando recibió el Premio Nobel de la Paz en 2002 por su labor humanitaria. Carter mantuvo siempre una posición crítica frente a figuras controvertidas de su país, como Donald Trump, mientras respaldaba las políticas inclusivas de líderes como Joe Biden.
En su visita a Perú en 2009, Jimmy Carter no dudó en expresar su admiración por el entonces presidente Alan García. Durante un encuentro oficial, elogió las políticas implementadas por el mandatario peruano, destacando sus esfuerzos para lograr el crecimiento económico y la estabilidad en el país sudamericano.
Carter reconoció en García un liderazgo pragmático y comprometido con el bienestar social, una percepción que contrastaba con su visión sobre otros líderes regionales de la misma época. Estas declaraciones, provenientes de una figura internacional con un alto prestigio en la defensa de la democracia, tuvieron un impacto positivo en la imagen de García a nivel mundial.
El encuentro entre ambos líderes simbolizó un momento de diálogo constructivo entre dos figuras políticas con visiones alineadas respecto a la necesidad de fortalecer las instituciones democráticas y fomentar el desarrollo inclusivo en América Latina.
Sin embargo, no todas las interacciones de Jimmy Carter con mandatarios peruanos fueron cordiales. En el año 2000, Carter lideró una misión de observación electoral durante las polémicas elecciones en Perú, donde el entonces presidente Alberto Fujimori buscaba perpetuarse en el poder.
La delegación encabezada por Carter denunció irregularidades graves en el proceso electoral, incluyendo fraude, manipulación de votos y represión contra la oposición. Sus críticas fueron directas y públicas, dejando claro que los comicios no cumplían con los estándares democráticos internacionales.
El informe final del Centro Carter tuvo un impacto significativo en la percepción global sobre el régimen de Fujimori, aumentando la presión internacional para que se restaurara la democracia en Perú. Eventualmente, el gobierno de Fujimori colapsó, dando paso a una transición democrática que Carter supervisó con atención.