El presidente del Gobierno ha cambiado de estrategia en 2024. De enarbolar el "Manual de resistencia", que le ha permitido mantenerse en el poder durante más de seis años, a proyectar humanidad y buscar la empatía del electorado con su amago de dimisión tras las investigaciones a su mujer Begoña Gómez. Pedro Sánchez se ha ocupado de cultivar durante sus años en política el perfil de un líder audaz, capaz de sobreponerse a las adversidades y dar el giro de guion inesperado en el momento preciso.
Lo hizo ganando, contra todo pronóstico, las primarias a la Secretaría General del PSOE contra el aparato, representado en Susana Díaz; lo hizo planteando y logrando que prosperase la primera moción de censura de la democracia a Mariano Rajoy y lo volvió a hacer el 23 de julio cuando, tras una debacle territorial del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas de 2023, anticipó las elecciones ante la ventana de oportunidad que le abrieron los pactos del PP con Vox para movilizar a los suyos. "Nunca lo hemos tenido fácil. Siempre hemos ido contra todo pronóstico. Es la historia del PSOE y mi historia también es esa como secretario general", presumía en un mitin de las últimas generales.
Hasta ahora, Sánchez había trasladado la imagen de un político de hielo, impenetrable y con "piel de pingüino". Sin embargo, con la investigación a su mujer algo se quebró. Al menos, en lo que respecta a esta estrategia, el presidente consideró que ya no era tiempo de mostrarse invencible, sino proyectar vulnerabilidad. Del "Manual de resistencia" se pasó a una "carta a la ciudadanía" en la que avanzaba cinco días de reflexión. "Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor", escribió, buscando la comprensión del electorado.
El resultado fue inmediato. Movilizaciones de apoyo en las puertas de Ferraz y una estrategia para combatir "una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa", anticipó. Sánchez recupera con relativa frecuencia, en conversaciones informales y también en comparecencias públicas, las misivas que dedicó en dos ocasiones a los españoles y los que anticipaba que los ataques se recrudecerían. En el Gobierno han trazado una hoja de ruta que pasa por señalar la "ofensiva judicial" que sufren, porque consideran que es "tan burdo" el ataque, que esto generará un movimiento de solidaridad que acabará por movilizar al electorado progresista hastiado.
La estrategia es la de la llave de judo: aprovechar la fuerza de tu adversario para utilizarla contra él. El cerco judicial que se cierne sobre el Gobierno se ha convertido en el principal elemento de desgaste y en el Ejecutivo reconocen que les está pasando factura. Sin embargo, los siguientes pasos pasan por una espera activa. Mientras amaina el temporal y los casos se resuelven –porque "el tiempo pondrá todo en su sitio", repite insistentemente el presidente–, se utiliza ese via crucis judicial como una palanca de movilización electoral. El victimismo por bandera ante la "cacería humana" de la que dicen ser objeto Sánchez y su entorno.