A pocas horas de terminar este año, preparo el ánimo para emprender el que sigue; este tránsito siempre ha sido un trago fuerte para mí.
El hecho no tendría que afectarme tanto, el paso de un año al otro es solo una convención, algo que podría ser de otra manera. Aunque acabemos creyendo que está en la naturaleza de las cosas, como un dato de necesidad.
Un haiku, poema brevísimo de invención japonesa, me sirve para explicarme ese cambio desde la óptica de lo que se deja y no de lo que adviene. Dice: “Como apartando con el pie lo que fue / sin mirar hacia atrás / el año se va”.
Apartar algo con el pie es un gesto que hacemos cuando las cosas no tienen valor, utilidad o importancia, aquellas que desechamos sin miramientos, sin tomarnos siquiera la molestia de arrojarlas o legarlas, como ocurre en cierto modo con las res derelictae en el lenguaje de los juristas, que alude a las cosas abandonadas por sus dueños y que cualquiera puede ocupar.
Pero es mucho peor que eso: son las rémoras, que solo son impertinencias que obstaculizan el paso.
Apartar con el pie sin mirar atrás es una forma de depuración o purificación, de liberación de las toxinas del pasado reciente; también de muerte y resurrección. Dicho coloquialmente, es borrón y cuenta nueva, dar rienda suelta a la ilusión de un nuevo comienzo. ¿Esto es posible?
Hay otro haiku que se acerca vivamente a mi experiencia. Dice: “Amanecer del Año Nuevo… / el día de ayer / ¡qué lejos está!”
No se trata simplemente de un asunto físico alusivo a la distancia; es, más bien, una manifestación contenida de desconsuelo o añoranza por todo lo perdido. Pero significa también que lo pasado se sitúa en un tiempo que ya no existe, o que no se puede recuperar, del que, por decirlo así, apenas conservamos un leve aroma; en realidad, solo el presente existe.
Hay dos haikus que traducen ideas distintas. Uno suena prosaico: “En esta noche oscura / el bloque del calendario / llega a su fin”. Me parece que denota la ficción estrictamente humana de la compartimentación del tiempo. El otro es todo lo inexorable que cabe imaginar: “El año se va / yo oculté a mi padre / mis propios cabellos grises”.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.