Sevilla en chino se dice «Sai wéi lì ya»; en árabe «Iishbilia»; en hebrero «Svilya» y en tailandés «Seviyaa» En todas esas lenguas se ha hablado de la ciudad porque hasta en las televisiones de esos países y en más ha aparecido la noticia del cartel de Salustiano y de la controversia que generó desde el mismo momento en que se descorrió el damasco que lo cubre cada año. Si un cartel lo que debe hacer es llamar la atención, provocar en el espectador una sensación o un estímulo diferente a la normalidad, el de este año ha sido el que más lo ha logrado no solo en la historia de la Semana Santa sino en la de Sevilla. Para ello se ha necesitado un pintor arriesgado, un Consejo valiente (hubo intentos de que lo retirara) y un caldo de cultivo creado por las redes que provocó la protesta aireada de la parte tridentina del rebaño de la Iglesia y una contrarreacción a favor de la obra. El cartel ya es un icono. Y mira que es difícil dale a una imagen esta potencia, pero por la obra en sí y por la polémica, el Resucitado de Salustiano García ya forma parte del imaginario de Sevilla de España entera y de parte del mundo. En un concurso de la televisión pública alemana se utilizó el cartel para una pregunta, en un desfile de moda en las Baleares estampó trajes. Eso no tiene precio. Como tampoco el cartel que se ha convertido en uno de los hitos de este año que termina.