Luis Arévalo, nacido en Iquitos, nunca imaginó que terminaría adentrándose en el mundo de la cocina. Sin embargo, la muerte de su madre marcó un giro radical en su vida, obligándolo a abandonar sus sueños de ser cineasta o trabajar en televisión para enfocarse en empleos que le permitieran sobrevivir. Fue entonces cuando comprendió que había dejado de depender de su familia, de ser simplemente "el hijo", y que su vida ahora estaba completamente en sus manos. La situación se complicó aún más debido a su falta de preparación académica, ya que había abandonado dos carreras universitarias sin concluirlas.
En su desesperada búsqueda por salir adelante, Luis encontró un puesto en una fábrica de candados, aunque nunca se sintió completo. La desesperación lo empujaba a seguir buscando su camino al éxito. "Con veintitantos años no me encontraba, no veía un futuro para mí. Era un muchacho que había vivido en una burbuja donde todo parecía maravilloso. Pero al salir de esa burbuja, me encontré con una realidad que no sabía cómo afrontar", recuerda. Sin embargo, no se dio por vencido y aceptó que esa era la vida que le había tocado.
Su historia en la cocina Nikkei, comienza después de asistir a una entrevista de trabajo para el cargo de barman en un restaurante japonés, en la que ocurrió un peculiar suceso. Pese a que Luis Arévalo sabía que no tenía experiencia alguna en este puesto, decidió aventurarse y probar.
"Alguien me dijo que en un restaurante japonés necesitaban un barman. Yo no era barman, yo servía cubatas, servía ron con Coca-Cola, pero con ese instinto de supervivencia me presenté y el dueño me preguntó si era barman y dije que sí. No sabía hacer nada", relató Luis.
Su conocimiento en el rubro era básico, solo sabía hacer un cubata, pero sus ganas por sobresalir lo impulsaron a arriesgarse y dejarlo todo. Cuando llegó al local le dijeron que serían dos días de prueba, pero superó las expectativas y ese mismo día logró ser contratado. Luego de varios años todavía no se explica la razón de lo ocurrido.
"Me dijeron: ‘Te vamos a probar dos días’. Pues esa primera noche, después del primer día de pruebas, me dijeron que quedaba. Aún no entiendo por qué, porque fue un desastre". Después añadió, "ese día aprendí algo, que sigo aplicando hasta hoy cuando entrevisto a chicos que quieren trabajar conmigo: la actitud vale mucho. Hay que tener coraje, ser atrevidos, hay que ser conchudos".
Antes de llegar a Madrid y formar su propio restaurante Gaman, tuvo un paso exitoso por Chile, donde fue denominado como la barra de sushi del mejor restaurante japonés de todo el país. Sin embargo, su indiscutible éxito no fue suficiente para ayudarlo quedarse en el territorio y la falta de papeles lo obligaron a salir del país vecino. Para el chef peruano fue una experiencia frustrante, ya que había formado una trayectoria de algunos años.