El adiós de Jesús Navas ha dejado algo roto en el fútbol. Se ha despedido la bondad de un deporte repleto de gente individualista, altanera y poco acostumbrada a pisar tierra firme. Se ha marchado el carisma ganado desde el esfuerzo, no desde un peinado, un regate de moda o un estrellato efímero. Deja de jugar al fútbol una leyenda forjada desde la regularidad de una trayectoria impecable, jalonada con títulos con cada camiseta que se ha enfundado y récords que parecían inalcanzables. Sólo un problema físico en la cadera ha podido alejarle de la pelota. De la primera pasión que vivió desde chiquillo y ahora deja de lado para continuar con una vida sin tacos ni hierba. Es momento...
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