Que Sevilla haya sido y sea inspiración y escenario de obras de todos los tiempos, que Sevilla sea la ciudad del arte y del duende, la ciudad del azahar y de las calles zigzagueantes, que Sevilla sea la del cielo azul de Murillo que se transforma en palio en aquellos días que reparte corazones entre las dos orillas, que a Sevilla le canten, que a Sevilla le dediquen versos, que Sevilla sea la de la tierra más fértil para la semilla cristiana, que sea la de Carmen de Mérimée o la de los tres puntos suspensivos de Machado... Eso no es novedad. Pero, lo de convertir a Sevilla en centro neurálgico del Santo Grial, de la Sábana Santa o de...
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