Desde que era niño, una de las épocas del año que más he disfrutado es la Navidad. Como todo niño de mediados y finales de los años 80, esto tenía que ver con los regalos de aquellas épocas y, por supuesto, con la llegada de Santa Claus.
También estaba relacionado con la posibilidad de reunirnos en familia. Para quienes en aquellos días no vivíamos en Monterrey, la Navidad era una oportunidad de regresar a la ciudad y convivir, disfrutando además de temperaturas frías que marcaban el espíritu de las festividades.
En esas épocas era de lo más común decirle a la gente: “Feliz Navidad”. Nadie imaginaba que esa frase pudiera ofender a alguien. Era simplemente un gesto de cortesía y afecto, un deseo sincero de bienestar, especialmente hacia la familia. Tampoco se cuestionaba si la frase tenía una connotación religiosa o no.
No tengo claro en qué momento una expresión que era universalmente aceptada y bien recibida comenzó a convertirse en un tema de sensibilidad cultural, interpretada como una falta de inclusión religiosa.
Hoy, “Feliz Navidad” ha sido sustituido por “Felices Fiestas”. Personalmente, no estoy a favor ni en contra de usar una u otra. Lo que me importa es que, independientemente de la expresión elegida, siempre va acompañada de la intención genuina de desear buenos tiempos a la otra persona.
El punto álgido de esta transformación cultural está relacionado con lo que conocemos como la cultura woke. Este movimiento, con profundas raíces en Estados Unidos, tuvo un inicio noble, enfocado en la justicia racial y social.
Surgió como un llamado a mantenerse “despierto” ante las injusticias y a combatir todas las formas de desigualdad, incluyendo las relacionadas con el género, la orientación sexual y las disparidades económicas. Sin embargo, en su versión más extrema, se convirtió en un dogma social que sancionaba cualquier desviación de las “normas aceptables”, llevando a lo que hoy llamamos cultura de la cancelación.
Un ejemplo emblemático de este fenómeno fue la controversia en torno a la película clásica “Lo que el viento se llevó”. En 2020, HBO Max retiró temporalmente la película de su plataforma tras las críticas sobre cómo romantiza la esclavitud y perpetúa estereotipos raciales.
Esta decisión respondía a las demandas de justicia social intensificadas por las protestas de Black Lives Matter. Sin embargo, la película regresó poco después, esta vez acompañada de un prólogo explicativo que contextualizaba sus problemáticas históricas. Este enfoque buscó equilibrar la preservación del arte con una reflexión crítica.
En el ámbito organizacional, la cultura woke tuvo un importante auge y muchas empresas, deseosas de alinearse con valores progresistas, adoptaron estas ideas como parte de sus estrategias de responsabilidad social.
Sin embargo, con el tiempo, la implementación de estas políticas en su versión más extrema generó tensiones. Algo que inicialmente era positivo y necesario, comenzó a enfrentar rechazo.
Un ejemplo de los excesos puede ser el uso del lenguaje inclusivo con terminaciones en “e” o “x”, que alienó a ciertos sectores. Incluso algunas iniciativas corporativas resultaron contraproducentes, generando más tensiones que beneficios. Casos como los de Walmart y John Deere, que suspendieron programas alineados con estas ideas, reflejan una tendencia a reconsiderar estas políticas. Incluso quienes apoyan los principios de justicia social cuestionaron cómo el movimiento pasó de ser inclusivo a ser punitivo.
La cultura popular siempre responde a este tipo de problemáticas. Como dice el dicho: “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”. Debemos esforzarnos por evitar los extremos y encontrar la moderación en nuestras acciones y decisiones. Si alguien se siente cómodo diciendo “Feliz Navidad” o “Felices Fiestas”, ambas expresiones deberían ser aceptables y bienvenidas. Nuestro esfuerzo debería dirigirse a temas más relevantes.
En el caso de la igualdad de género, por citar un ejemplo, en lugar de cancelar a las personas o forzar un lenguaje inclusivo, sería más efectivo promover ambientes de trabajo verdaderamente flexibles e híbridos. Ya hemos reflexionado sobre esto al hablar de Claudia Goldin, galardonada con el Premio Nobel de Economía 2023 por sus estudios pioneros sobre la brecha de género en el mercado laboral.
Si seguimos este camino de polarización, podríamos llegar al punto de cuestionar incluso palabras como “adiós”, cuya etimología significa “te encomiendo a Dios”. Por ahora, disfrutemos de las festividades. Le deseo a usted y a su familia una Feliz Navidad y unas Felices Fiestas.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx