Las fechas de Navidad tienen a los nacimientos como uno de sus símbolos principales. Es, además, uno con los que se identifica más el público sin importar la edad. Esta es una tradición que tiene más de 800 años, iniciada por San Francisco de Asís en Italia y que desde entonces ha ido variando en forma de representación, sin alterar la esencia, que es la celebración de la llegada al mundo del niño Jesús.
La tradición navideña llegó a Perú, se deduce, con la conquista española en 1532. Pero es recién en 1936 que se instala el primer nacimiento en la catedral de Lima. Tuvieron que pasar cuatro años para que una costumbre europea, religiosa, empiece a forjar su propio camino en nuestro país. ¿Cuántas polémicas y resistencias debieron encender ese primer nacimiento?, es una de las preguntas más pertinentes, teniendo en cuenta que el imperio incaico tenía un sistema militar y religioso. Lo cierto es que, desde entonces, a las buenas o a la fuerza, esta costumbre religiosa tiene raíces profundas en el imaginario peruano, al punto que a muy pocos, a la fecha, les interesa lo dolorosa que pudo haber sido su inserción en nuestro país.
Hasta antes de la pandemia, la Navidad era vista como una fecha de encuentro y reconciliación entre las personas, y si bien esa característica sigue vigente por sus valores, otro valor se está sumando a ella, no como característica oficial, sino como sustancia que la debería identificar: la empatía, es decir, la conexión con el prójimo, lo que necesita el mundo para salir del egoísmo que lo signa, lastre potenciado tras las restricciones sanitarias del Covid-19.
A inicios de diciembre, La República tuvo la oportunidad de visitar la Casa O´Higgins, del Instituto Riva Agüero, en el marco del XX Concurso Nacional de Nacimientos ‘Navidad es Jesús 2024’ organizado por El Instituto Cultural, Teatral y Social. Esta muestra, que va hasta el 5 de enero del 2025, reúne 47 nacimientos de 10 regiones: Apurímac, Áncash, Arequipa, Ayacucho, Cusco, Junín, Lambayeque, Lima, Piura y Puno. Más allá del evidente valor cultural que revela cada nacimiento en competencia y de las técnicas que exhiben en cerámica, retablo, textil, tallado e imaginería, hay que destacar la identificación del público con las escenas representadas. Uno de los puntos llamativos de esta exposición, tiene precisamente al público como protagonista, quien puede elegir su nacimiento favorito y en esta dinámica pudimos ver el poder que ejerce la cultura en lo que parece imposible hoy: propiciar unión. El público, entre niños y adultos, no solo se fijaba en la evidente calidad de los artistas, sino también era parte de la mágica radiación de la diversidad de las obras, de acuerdo a su procedencia, de los nacimientos. Una de las piezas que suscitó atención del público, fue “Nacimiento campesino” de Genoveva Núñez Herrera, cusqueña de 85 años. Se entiende que esta exposición tiene un aroma a Perú, a sus costumbres, pero igualmente a su actualidad, que por más polémica que sea en lo social, halla en el arte un lazo de conexión al que deberíamos aferrarnos para desterrar uno de los mayores lastres que tenemos como país: el racismo. Tras ver estos nacimientos, uno abandona la Casa O’higgins más conectado, en un estado de reflexión: en lo mucho que debemos cambiar y en lo poco que cuesta hacerlo.
El puericultorio Pérez Araníbar, de la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana, ubicado en Magdalena del Mar, lleva más de 90 años ejerciendo una labor social enfocada en la formación y desarrollo de niños y adolescentes. Esta labor es reconocida por todos, pero habría que incidir en un factor relacionado con la Navidad.
“La Navidad no solo es chocolatada y panetón, lo que hacemos en el puericultorio va más allá. Nos preocupamos por el bienestar de los niños y adolescentes, y estamos comprometemos con su desarrollo integral. Los auxiliares, por ejemplo, son importantes en este propósito, porque están día a día con ellos”, dice la artista visual y escritora Sonia Cunliffe, quien ejerce de voluntaria. “Lo que nos mueve es un profundo amor por la humanidad”.
A la fecha, el puericultorio tiene 185 niños y adolescentes. Por Navidad, ellos piden un libro de regalo en relación a sus intereses temáticos. Para concretar este noble objetivo, cuentan con la ayuda de la librería La Rebelde. “No es que digan quiero leer un libro y se lo entregamos, son más bien libros que ellos quieren leer”. La dinámica es la siguiente: los interesados en obsequiar los libros acceden a un listado de títulos y los compran. El libro es envuelto en papel de regalo, se le hace una dedicatoria personalizada y se coloca debajo del arbolito navideño para ser abierto el mismo 25 de diciembre en la mañana. Quienes hemos estado en el mundo librero, sabemos que esto es una chambaza. “Hay libros que no están en el circuito de librerías y los libreros van al centro de Lima, a Amazonas y ferias, para buscarlos”, precisa Sonia Cunliffe, quien enfatiza lo siguiente: “La solidaridad no debe quedar solamente en la Navidad”. Así es, este es un valor que debe ser cultivado en serio.
La escritora y psicoterapeuta María Fe Castro ha publicado el libro infantil Los dos Claus (Penguin Kids). La historia es la siguiente: Betty es una niña norteamericana que ama la fotografía y suele presentarse a concursos fotográficos alusivos a la Navidad. Su madre es arqueóloga y debe acompañarla a Perú, ya que dirigirá un proyecto de investigación en Machu Picchu. Es así que Betty descubre a tayta Claus, cuya base está debajo de Machu Picchu y es ayudado por mukis en lugar de duendes y por alpacas en vez de renos. El mérito de María Fe Castro yace en la horizontalidad con la que trata a sus personajes y la identificación de estos con su cultura. El tayta Claus no difiere de Santa Claus, más bien se complementan, y personajes como Vicente, que interactúa con Betty, son metáforas de la amistad que se refuerza en las causas justas (así es, la historia tiene un villano). Este es uno de los libros más vendidos de la temporada (12.000) y nos complace mucho su éxito: es un libro con valores.
La cultura y la empatía deberían ser vistas como el eje central de la Navidad. ¿Por qué no?