El pánico en los mercados financieros brasileños ha puesto de manifiesto la pérdida de confianza de los inversores en la política fiscal del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que se encuentra sometido a una intensa presión para que sanee las cuentas públicas de la mayor economía de América Latina.
El miércoles pasado, el real cayó a un mínimo histórico frente al dólar estadounidense, lo que provocó agresivas intervenciones del banco central para sostener la moneda, en una venta masiva que también afectó a los precios de las acciones y elevó los costos de endeudamiento del Gobierno.
"En este momento hay un miedo absoluto en el mercado, impulsado por las preocupaciones fiscales", dijo Edwin Gutiérrez, responsable de deuda de mercados emergentes de la gestora de activos Abrdn. "No es sólo el real, incluso en el mercado de bonos soberanos externos hay contagio. Es un desánimo irracional".
La agitación refleja la preocupación de que no se está haciendo lo suficiente para hacer frente a un déficit presupuestario crónico, incluso cuando el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, se apuró a obtener la aprobación del Congreso para 70.000 millones de reales (u$s11.300 millones) en recortes de gastos antes de las fiestas.
Los economistas advierten de que, si no se toman medidas más enérgicas, la deuda pública del país corre el riesgo de alcanzar niveles insostenibles, con posibles repercusiones negativas sobre la inflación, las tasas de interés y, en última instancia, el crecimiento.
"La falta de señales significativas de moderación fiscal ha vuelto a poner a Brasil en modo crisis", afirma Mariano Machado, de la consultora Verisk Maplecroft.
El episodio ha supuesto el mayor desafío para Lula, de 79 años, en su tercer mandato como líder. Durante su primer mandato, de 2003 a 2010, el ex obrero metalúrgico fue reconocido por elevar el nivel de vida, respetando en gran medida la ortodoxia fiscal.
El año pasado volvió a la presidencia prometiendo más dinero para infraestructura, servicios públicos y bienestar. El desempleo se encuentra ahora en su nivel más bajo desde que existen registros y se prevé que el PBI crezca un 3,4% en 2024.
Sin embargo, los escépticos afirman que los resultados se han visto favorecidos por un excesivo estímulo gubernamental que está acumulando problemas. Algunos empresarios desilusionados con la agenda de impuestos y gastos están estableciendo paralelismos con la sucesora de Lula en la presidencia, Dilma Rousseff, cuyas políticas fueron ampliamente culpadas de contribuir a una profunda recesión económica.
Bajo el mandato de Rousseff, el aumento del gasto y las exenciones fiscales para promover el crecimiento provocaron desequilibrios que agravaron el impacto de la recesión mundial de las materias primas. La economía de Brasil se contrajo casi un 7% entre 2014 y 2016, cuando fue destituida por incumplir las leyes presupuestarias.
"Estamos repitiendo el error cometido por el gobierno de Dilma, que llevó a un aumento significativo de la inflación y a la mayor recesión de nuestra historia reciente", dijo Solange Srour, directora de macroeconomía para Brasil en UBS Global Wealth. "El resultado de la actual crisis de confianza es una de las tasas de inversión más bajas [registradas en los datos oficiales] y una tasa de interés real muy alta".
Los partidarios de Lula sostienen que las turbulencias del mercado ocultan la buena salud de la economía, y señalan una reducción de la pobreza y una inflación más baja que cuando asumió el cargo.
"Lo único que está mal en este país es la tasa de interés, que está por encima del 12%", dijo el presidente el pasado fin de semana, tras recibir el alta hospitalaria después de una operación de urgencia por una hemorragia cerebral.
El líder de izquierda lleva mucho tiempo acusando a los elevados costos de endeudamiento del banco central de ser un lastre para el crecimiento.
A partir del 1 de enero, el banco central tendrá un nuevo gobernador elegido por Lula: el ex viceministro de Finanzas, Gabriel Galípolo, de 42 años. Su nombramiento ha suscitado dudas sobre la independencia del banco central en un momento delicado para la institución.
Con la inflación por encima del objetivo de 4,5%, el Banco Central ha subido este mes su tasa de referencia Selic en 100 puntos básicos. A principios del próximo año están previstas otras dos subas de la misma magnitud.
Los miembros del Gobierno, por su parte, restan importancia a los temores de que la economía vaya demasiado rápido.
Guilherme Mello, un alto funcionario del Ministerio de Hacienda, reconoció que la previsión del PBI para este año estaba ligeramente por encima del potencial de la economía, pero afirmó que se evitará el recalentamiento si se confirma la desaceleración prevista hasta el 2% en 2025.
"El estímulo fiscal cayó significativamente en 2024 y será aún menor en los próximos dos años", añadió. "La inflación habría sido menor de no ser por fenómenos climáticos como las inundaciones y la sequía. El año que viene se prevé una cosecha mucho mejor, por tanto, una moderación del crecimiento de los precios de los alimentos".
Los funcionarios también insistieron en que se está llevando a cabo un serio ajuste fiscal, en línea con el objetivo de Haddad de eliminar el déficit presupuestario primario, que descuenta el pago de intereses de la deuda existente.
Financiado en su mayor parte por el aumento de los ingresos fiscales, se espera que el déficit sea de alrededor del 0,5% en 2024, frente al 2,1% en 2023.
Aun así, el déficit nominal de Brasil -que incluye el pago de intereses- se ha más que duplicado, hasta el 9,5%, desde que Lula llegó al poder, lo que ha disparado el endeudamiento público. La deuda pública en relación con el PBI ha aumentado hasta el 78,6%, un porcentaje relativamente alto para un país emergente, y se prevé que supere el 80% al final del mandato de Lula.
"Se trata de un nivel muy significativo. Crea una gran incertidumbre sobre cómo se financiará la deuda", afirmó Marcos Lisboa, economista que trabajó en el primer gobierno de Lula.
Dado que más del 90% del presupuesto brasileño se destina a partidas obligatorias por ley, como pensiones y prestaciones sociales, es muy difícil para cualquier gobierno encontrar grandes ahorros, añadió Lisboa.
Al menos por ahora, el tipo de cambio se ha estabilizado, después de que el Banco Central gastara unos u$s17.000 millones en subastas en el mercado al contado durante una semana para sostener la moneda. Tras superar el umbral de seis por dólar por primera vez el mes pasado, el real tocó los 6,32 en los últimos días -un mínimo histórico desde que se introdujo en 1994- antes de recuperarse a 6,07.
Sin embargo, en 2024 se deprecia una quinta parte frente al dólar, lo que añade más presiones inflacionarias. Mientras algunos operadores ven una reacción exagerada del mercado, los miembros del Partido de los Trabajadores de Lula alegan "especulación" financiera destinada a socavar la administración.
"Esta presión del mercado, ayudada por el Banco Central, para un ajuste duro de las cuentas públicas está provocando un estado de ánimo negativo y haciendo caer el real", declaró este mes la jefa del partido, Gleisi Hoffmann, al Financial Times. "Creo que [el mercado] tiene un plan político para hacer inviable al Gobierno".
Los gestores de fondos afirman que el desplome de la divisa se vio alimentado por los retrasos en el anuncio de los tan esperados recortes del gasto el mes pasado, agravados después por una sorpresiva exención del impuesto sobre la renta para los ingresos más bajos desvelada al mismo tiempo.
Haddad dijo que la medida se financiaría con mayores gravámenes a los ricos, pero los críticos consideraron que se trataba de una medida populista que perjudicaba las pretensiones de responsabilidad fiscal del Gobierno.
Incluso después de sus extraordinarias intervenciones en el mercado, el banco central mantiene grandes reservas de divisas -con una reserva de unos u$s340.000 millones- que le sirven de amortiguador frente a las perturbaciones monetarias.
Pero en los círculos financieros crece la creencia de que el Gobierno se verá obligado a elaborar nuevas propuestas de austeridad para recuperar la confianza de los inversores. Los traders afirman que una suba de tasas de emergencia por parte del banco central también podría ser una opción.
"El mercado es muy pesimista", dijo Leonardo Calixto, codirector ejecutivo de REAG Asset Management. "No hay señales de que esto pueda resolverse a corto plazo".