A casi cien días de haber heredado el cargo, queda claro que tenemos como Presidenta a una persona mediocre, pequeña y sin brillo.
¿Por qué sostengo que heredó el cargo si Sheinbaum ganó la elección con 36 millones de votos? López Obrador sobrendeudó al país (consecuencia de ello son los tremendos recortes anunciados, entre ellos un recorte drástico en salud) para comprar votos a través de los programas sociales. No es normal, como dice la propagandista sin pudor Viri Ríos, que se haya adelantado la entrega de dinero a los beneficiarios de los programas sociales. No es normal que su triunfo haya sido cantado por Televisa antes que nadie. No es normal que el presidente haya violado reiteradamente la ley para atacar a la candidata de oposición. No es normal que se haya utilizado todo el poder del gobierno para difundir que Xóchitl Gálvez era una empresaria corrupta. Se trató de una elección de Estado. Sheinbaum ganó porque López Obrador quiso que ganara. Nadie como ella cuidaría su ‘legado’. Nadie como ella le cuidaría la espalda.
Una hora después de que Televisa anunciara el triunfo de Sheinbaum, Xóchitl Gálvez dobló las manos y la llamó para felicitarla. Nadie al día siguiente celebró su victoria. Operó (como lo hizo durante 70 años de gobiernos priistas) el fatalismo mexicano. Ante la imposición no hay nada que hacer, salvo cruzarnos de brazos. El mismo fatalismo que se advierte ante la monstruosa cifra de masacres y desaparecidos en el país. No reclamamos si se nos da un mal servicio. No alzamos la voz para protestar contra las trampas con que el partido en el gobierno logró una sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados ni ante la evidente compra de conciencias en la de Senadores. No salimos a marchar para protestar por la violencia, a pesar de que la cifra de muertos rebasa la de los países en guerra. Dejamos pasar la evidente corrupción y nepotismo en el gobierno. Se acaba de decretar la muerte del órgano que servía para transparentar las acciones del gobierno y de otros seis organismos autónomos que servían para limitar las extravagancias del poder presidencial ante la casi total complacencia de la gente. El caricaturista Rius nos supo definir en su historieta: somos el país de “los agachados”.
Se aproxima un enorme desafío. El 20 de enero tomará posesión Donald Trump, a quien López Obrador tanto elogió. El mundo está en riesgo por esa presidencia, pero México más. Desde antes de tomar posesión de su cargo nos ha venido amenazando. Nos impondrá terribles aranceles. Sheinbaum ha dicho que nosotros responderemos de la misma manera; lo que no ha dicho es que esas medidas afectarán a México veinte veces más que a los Estados Unidos. Nos obligarán a aceptar sus humillantes condiciones. No está de más recordar que las agresivas acciones que anuncia Trump son consecuencia de las erróneas políticas emprendidas por López Obrador. Fue su gobierno el que permitió el masivo tránsito de migrantes hacia Estados Unidos. Fue durante su gobierno —dada la tolerancia cómplice con el Cártel de Sinaloa— que se produjo la criminal exportación de fentanilo hacia el país del norte. Trump nos amenaza porque no pudimos aplicar la ley en México. Las consecuencias de esto las sufriremos todos.
Sheinbaum, como candidata, mostró cuál es su actitud hacia los hombres poderosos y agresivos: la sumisión. Para llevar a cabo esta política cuenta con un político versado en doblarse ante Trump: Marcelo Ebrard. Ante la amenaza que se vislumbra, no se le ocurrió mejor idea que designar como canciller a un psiquiatra, Juan Ramón de la Fuente, así como a AMLO no se le ocurrió algo mejor para rescatar de la quiebra a Pemex que un ingeniero agrónomo.
Ahora se nos pide unidad para enfrentar al tirano. Luego de seis años de recibir insultos desde la Presidencia, se nos pide unidad. Luego de calumniarnos y amenazarnos, nos piden cerrar filas para enfrentar los errores cometidos por el gobierno de Morena. Un gobierno emanado de la compra descarada de votos nos pide que ayudemos a enfrentar el desafío trumpista. Luego de haber atropellado la legalidad constitucional, de haber demolido los cimientos democráticos del país, de haber avasallado al Poder Judicial e insultado a los medios de comunicación críticos a su gobierno, nos vienen con la nueva de que debemos apoyar a los que provocaron esta situación.
No es el momento de disminuir, sino de arreciar la crítica. Las acciones con las que nos amenaza Trump son consecuencia directa de las malas políticas emprendidas por el gobierno anterior. Antes de solicitar unidad, el gobierno de Sheinbaum tendría que dar señales claras de acercamiento hacia todos (activistas, periodistas, colectivos feministas, madres buscadoras, intelectuales, científicos y un largo etcétera), los que durante años sufrieron las agresiones del gobierno obradorista y de su heredera. Debemos tenerlo claro: quien hoy pide unidad es el gobierno que asesinó la democracia en México.