Cuando se habla de los mejores lanzadores zurdos que han transitado por las series nacionales de béisbol, el capitalino Santiago «Changa» Mederos Iglesias constituye un punto de referencia.
Fallecido el 15 de diciembre de 1979 —hace 45 años— a consecuencia de un lamentable accidente de tránsito, Changa fue el principal serpentinero de su mano en el país en las postrimerías de los años 60 y casi toda la década del 70 del pasado siglo.
Luego apareció en el escenario beisbolero, el matancero Jorge Luis Valdés Berrier, quien con una trayectoria más extensa acumuló importantes cifras, al extremo de que, a la hora de confeccionar un Todos Estrellas de los campeonatos surgidos después de 1962, muchos expertos y aficionados sitúan al oriundo de Jovellanos como el monticulista zurdo de ese equipo estelar.
Llegar al estrellato no fue fácil para Changa, pues en sus tres primeras temporadas solo salió airoso en un partido y sufrió cinco descalabros. Durante ese período en apenas 52 entradas y dos tercios de labor sobre la lomita, concedió 42 bases por bolas; pero su perseverancia, dedicación y disciplina lo llevaron a buscar métodos para mejorar el control.
En ese empeño logró que su promedio de boletos por desafío, que era de 7,24, disminuyera a 3,50 al final de su carrera. A partir de la campaña de 1967-1968 se convirtió en un lanzador ganador, tras exhibir balance de 13-5 y 1.47 promedio de carreras limpias.
Para afirmar que este tirador nacido el 8 de septiembre de 1944 fue el serpentinero zurdo más descollante de su época en nuestros campeonatos nacionales, basta revisar su expediente beisbolero, que incluye varios hitos.
Con una endemoniada curva como principal arma en su repertorio de pitcheo, Changa continúa siendo el monticulista zurdo que más triunfos ha obtenido (17) y el que más bateadores ha ponchado (208) en una serie. Ambos guarismos los registró en su formidable contienda de 1968-1969, en la cual se erigió como el primer lanzador en retirar por la vía de los strikes a 20 bateadores en un partido, hazaña que concretó ante el equipo camagüeyano, el 30 de enero de 1969.
Escogido como uno de los 100 mejores deportistas del país en la pasada centuria, Santiago Mederos fue el primer zurdo que redondeó el centenar de salidas exitosas y abrió el club de los mil ponches propinados en nuestros torneos beisboleros, al servirle un cafecito amargo al también difunto Walfrido Ruiz, el 8 de marzo de 1975, en el estadio Latinoamericano.
Comparte con el villaclareño Carlos Gálvez y el santiaguero Norge Luis Vera, la primacía de más lechadas en una cita con ocho.
En las 15 temporadas en que intervino acumuló 123 triunfos y 67 reveses y aún permanece entre los diez primeros en lechadas propinadas (41) y promedio de carreras limpias (1,97).
Intervino en cinco campeonatos mundiales (1969, 1970, 1971, 1972 y 1976); dos Juegos Centroamericanos y del Caribe (1970 y 1978) y los Juegos Panamericanos de Ciudad de México en 1975.
En los CentroCaribes de Ciudad de Panamá, en 1970, le recetó 21 ponches en un partido a México; mientras que en la justa del orbe escenificada en la Mayor de las Antillas, en 1971, se agenció el liderato en promedio de efectividad (0.00) y fue escogido como el pitcher zurdo del Todos Estrellas.
Durante la época en que el aguerrido equipo de Azucareros se convirtió en el conjunto más estable de la pelota cubana con la conquista de tres gallardetes y cuatro terceros lugares en las versiones efectuadas entre 1967-1968 y 1974, Changa se dio el lujo de dominar a su antojo a la selección que representaba a la antigua provincia de Las Villas, frente a la cual exhibió balance positivo de 14 ganados y 3 perdidos.
Pese a la rivalidad en el terreno de los combinados de la capital y los Azucareros de Servio Tulio Borges Suárez y Pedrito Pérez Delgado, tres de los históricos de este elenco conservan gratos recuerdos sobre el desaparecido as del montículo.
Hace 15 años, en una entrevista que le realicé para un artículo que escribí para esta página, Rolando Macías Rodríguez me confesó:
«La primera vez que hice el equipo Cuba fue en el mundial de República Dominicana, en 1969. Allí tuve la oportunidad de compartir el cuarto con él, Laffita, Huelga y Curro Pérez.
«Después, en el mundial que se celebró aquí en Cuba, en 1971, volvimos a ser compañeros de cuarto. Recuerdo que cada vez que íbamos a salir al terreno llamaba por teléfono a su señora.
«Vestía el uniforme de forma impecable. Sus spikes siempre estaban limpios. También en eso fue un modelo», recalcó el apodado Músico de San Fernando de Camarones.
Más cercano en el tiempo, hace una semana conversé con Silvio Montejo Boffill y Antonio Nicolás Muñoz Hernández, quienes me ofrecieron sus impresiones.
La Bala de Caibarién, otrora estelar patrullero central, me comentó: «Changa y yo nos conocimos cuando formamos parte de los Cubanitos. En aquel entonces yo era pitcher y me fijaba mucho en sus lanzamientos, por eso en las series nacionales fui uno de los pocos peloteros de Azucareros que le bateaban bien. Había que “cogerlo” en los primeros innings, porque después en la medida en que transcurría el juego iba creciendo y se convertía en un pitcher imbateable.
«Desde que salía al terreno impresionaba por su elegancia, su forma de vestir, siempre andaba con el uniforme, limpiecito, los spikes bien lustrados».
Por su parte, Antonio Muñoz, el mejor bateador zurdo en la historia de las series nacionales, expresó: «Changa, como decimos los cubanos, era una “dama”. En el año 1978, en la serie cuadrangular que se realizó en Puerto Rico, Cheíto Rodríguez y yo compartimos la misma habitación con él, era extremadamente limpio, ordenado.
«Acostumbraba a llevar con él hilo y botones de todos los colores, betún con el que limpiaba sus zapatos y el de sus compañeros. Para mí, Changa fue un gran lanzador, un gran compañero, te diría, puedes ponerlo así, que fue un elegante del box».
El zurdo habanero fue un gran curveador. Foto: Archivo de JR