¿Cuántas personas no añoran en un momento de su vida dar «el salto»? Hacia otro trabajo, hacia otra relación de pareja, hacia otra casa, hacia otro país… El anhelo por cambiar la vida que se vive nos lleva a pensar que solo se logra si nos movemos físicamente de un sitio a otro, y suponiendo además que, en ese otro lugar, todo funciona mejor.
Es lo que piensa Ibrahim y los miles que como él viajan desde distintos puntos de África hasta España, a donde llegan de manera ilegal, si logran saltar la valla de Melilla, que separa el país ibérico de Marruecos. Tantos que arriesgan sus vidas con tal de llegar al «mejor lugar».
A él lo deportaron luego de vivir en la tierra de Cervantes y por eso hace por volver. Otros lo intentan por primera vez y no siempre cumplen su objetivo. Y muchos más hacen trayectos similares inciertos desde diversos puntos del planeta hasta arribar a Estados Unidos y otras naciones desarrolladas. El eterno dilema de la migración.
La historia de Ibrahim y la de no pocas personas que protagonizan vidas similares se cuenta en El Salto, la más reciente película dirigida por el guionista y director de cine español Benito Zambrano, quien accedió a un diáfano conversatorio sobre el filme en el marco del 45to. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Invitado por el programa Transcultura de la Unesco y la Unión Europea, Zambrano ha impartido talleres y conferencias a estudiantes de la Universidad de Artes y de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.
En esta cinta vuelve a mostrar su mirada en torno a temáticas sociales, en especial lo concerniente a la migración, la xenofobia, la intolerancia y la urgencia de aceptarnos y darnos cabida a todos en el mundo. «Esta es la película necesaria y sabía que tenía que hacerla. Ciertamente hacemos el cine que podemos y no el que queremos la mayoría de las veces, por razones financieras o de falta de talento, diría. Pero esta es una película vital, esencial.
«Juro que quisiera hacer cine pijo, hacer un cine que no me embarrara… me iría mejor si hiciera comedias divertidas, pero no es lo que me sale. Me importan más los temas dolorosos. Realmente me conformo con no aburrir, recordando al gran Buñuel; pero, ante todo, me interesa abordar temas que nos ayuden a reflexionar y contribuir a una mejor sociedad. De hecho, yo también intento ser mejor persona en cada uno de mis filmes».
A Zambrano lo recordamos en Cuba por Habana Blues, y antes estuvo la exitosa Solas, ganadora de cinco premios Goya, que expone la relación entre una madre y una hija y sus luchas por sobrevivir en la España contemporánea. Además, resultó galardonada su miniserie de televisión Padre Coraje, la película Intemperie —enfocada en cómo sobrevivir ante las injusticias sociales—, y La Voz Dormida, enmarcada en la guerra civil española, nominada a los premios Óscar a Mejor película extranjera.
«Me llegó el guion de El Salto con el financiamiento ya gestionado por el productor. Yo no fui capaz de escribir este guion o uno similar, pero definitivamente sí quería hacer algo así. Confieso que toda mi experiencia hasta ese momento cobró sentido con esta película.
«No sé lo que haré luego, pero El Salto llegó en un punto en el que todo lo aprendido me hace sentir que valió la pena. Flora González Villanueva, su escritora, tiene el gran mérito de contar las historias de todas estas personas», detalla sobre una película estrenada en abril de este año en España y protagonizada por Moussa Sylla, Edith Martínez-Val, Eric Nantchouang y Nansi Nsue.
—¿Satisfecho con la película?
—No, y tengo que decirlo. Quise hacerla porque me duele la situación que se genera con este querer llegar a España de africanos y africanas. El filme está inspirado en casos reales, como el de la muchacha de Camerún, la primera mujer en saltar la triple valla de seis metros de altura que separa Marruecos de Melilla, con 15 años y en su cuarto intento.
«Sin embargo, no le ha ido bien en taquilla a El Salto. La gente no va al cine a ver estas historias de negros y negras saltando una valla para cambiar de país. Y lo digo así, sin pelos en la lengua, porque, aunque la película puede conmover por la crudeza de las historias reales que comparte, no es lo que la gente quiere ver en el cine, al parecer. Definitivamente, no le generará muchas ganancias al productor.
«Pienso que el arte, lejos de ser un negocio, debe ser transformador e incidir en un cambio concreto. Y hay que hablar de estos temas y de otros peliagudos que existen. Pero la película no ha cubierto mis expectativas porque, evidentemente, los discursos de la derecha y la ultraderecha en mi país, y en Europa en general, contra los que desean emigrar hacia sus tierras van ganando terreno. Fíjate lo curioso de que los europeos se paguen viajes a África a ver pirámides, disfrutar de safaris y tomarse fotos exóticas en sus paisajes o en los lares de Machu Pichu, y que luego deseen cerrar las puertas de su casa a quienes allí los acogen.
«Viendo la emigración como un problema, estamos atentando contra nuestro futuro. Recordemos que Donald Trump expresó que el Gobierno de Biden había convertido a Estados Unidos en un basurero por la afluencia de gente de distintos países, cuando en verdad esa gente hace muchísimo por esa nación. Tal y como sucede en otras partes del mundo.
Foto: Cortesía del Festival
«Europa necesita en los próximos 20 o 30 años más de 50 millones de personas, porque los niveles de envejecimiento de la población son elevados. ¿De dónde vendrá ese aporte necesario a la natalidad? La cigüeña ya no viene de París, sino de América Latina y África. De eso hay que hablar…
«Entonces, estoy contento con la película que hice, que llevó una profunda investigación. Me sensibilicé mucho con el asunto y eso es una ganancia fundamental, porque se necesita creer para crear, y a su vez crear para creer. Debemos creernos lo que hacemos para que otros también se lo crean. No obstante, no pienso que sea mi mejor filme, pues realmente deseaba mayor repercusión.
«Este es un excelente guion, como hace falta que sean los guiones de estos tiempos… no necesariamente originales, pero sí auténticos. Sin embargo, ese poco éxito taquillero nos ofrece ese mensaje preocupante que comentaba y ante el cual debemos actuar.
—Entonces fue un gran riesgo su producción…
—En casos así lo importante es no superar el presupuesto asignado y trabajar sobre esa base. El gran secreto de producir cine es no correr riesgos… Hay que presentarse ante distintas instituciones a solicitar apoyo, entre ellas la Televisión Española, que siempre ha financiado mis películas. (De hecho, ninguna televisora privada financiaría El Salto). Trabajar con televisoras locales, diferentes plataformas… en fin, negociar con distribuidores. Pero es difícil imaginar que esta situación pudiera no importar tanto.
«De cualquier modo, está el trabajo de todo el equipo y el interés por incidir en un cambio con respecto a lo que sucede. La odisea es inmensa para estos migrantes que viajan desde Mali, Camerún, Guinea Conakry, Costa de Marfil… Pensemos que destrozamos un continente, donde se originó la humanidad, extrayéndole su gente y luego sus recursos. Hay que ser de piedra para que eso no te afecte o no te importe.
«Esas personas saltan la valla en no más de siete minutos… ¿Sabes lo que significa que tu futuro y el de tu familia dependa de que no te demores ni un minuto más en ese salto? Esta película propone pensar en eso, propiciar que seamos más empáticos, más tolerantes, más hospitalarios… que pensemos más y mejor en lo que podemos hacer por otros seres humanos, y por nosotros mismos, que también debemos ser mejores».