La organización británica Climate Outreach lleva más de veinte años elaborando una receta para la comunicación climática que pasa por huir de la polarización, involucrar a las personas y llevar la conversación a lo que les afecta más de cerca
El Constitucional deberá pronunciarse sobre el mayor pleito climático en España
Tras la DANA de Valencia, la preocupación por la proliferación de desastres naturales se ha multiplicado por 17 en España en un solo año, según la última encuesta realizada por el CIS, y la emergencia climática ha escalado un puesto desde 2023, hasta convertirse en el segundo problema del mundo que más preocupa a los españoles para los próximos diez años, tan solo por detrás de las guerras.
Sin embargo, investigaciones sociológicas apuntan a que esto no tiene por qué implicar una concienciación a largo plazo sobre el tema. La preocupación de la sociedad ante problemas como la emergencia climática suele ir por 'oleadas'. Es decir, en cualquier momento podemos volver a olvidarnos de esta amenaza, a no ser que blindemos un compromiso verdadero con la causa.
“Un evento traumático relacionado con un fenómeno climático extremo genera preocupación, pero la fuerza de este recuerdo puede disminuir rápidamente a medida que el evento se vuelve más distante”, señala en una de sus investigaciones Climate Outreach, una entidad plenamente enfocada en investigar cuáles son esos 'botones' que los comunicadores, científicos, y activistas han de tocar si quieren involucrar realmente a las personas de a pie en la lucha climática.
Desde esta organización llevan más de veinte años estudiando este asunto y saben que los seres humanos tenemos una enorme capacidad de adaptarnos a nuevas circunstancias. “Las personas pueden llegar a aceptar situaciones de emergencia periódicas y cada vez más graves”, recordaron en uno de sus informes, After the floods (Después de las inundaciones), hace ya diez años.
Nameerah Hameed, directora de promoción y analista política de Climate Outreach, explica que la persistente inacción social que envuelve a la crisis climática se debe, entre otras cosas, a que la manera en la que a veces se tiende a comunicar la amenaza está provocando que la gente se encuentre desmotivada y asustada.
“A veces, cuando seguimos hablando de lo terribles que son los problemas que está causando la crisis climática, la gente acaba apartando la vista del hecho de que, verdaderamente, cada pequeña acción puede llegar a desencadenar un cambio”, explica Hameed.
El trabajo del futuro tiene que ir mucho más dirigido hacia la comunicación climática y ya no tanto hacia la ciencia climática
“El trabajo del futuro tiene que ir mucho más dirigido hacia la comunicación climática y ya no tanto hacia la ciencia climática” argumenta. Veinte años atrás, apunta, se trataba de hablarle a la gente acerca de los gases de efecto invernadero o de lo importante que era no alcanzar los 1’5 º C. Sin embargo, gran parte del sector climático sigue aún realizando el mismo tipo de trabajo que hace veinte años, a pesar de que el mundo ha ido mucho más allá“. Ahora, asegura, la clave es lograr ”entender cómo piensan las personas respecto al clima y, más importante, cómo se sienten acerca de ello“.
Los activistas, comunicadores, periodistas y científicos pueden ayudar a las personas a dar el salto desde la preocupación pasiva a la activa, según Hameed. “Una de las formas es que no toda comunicación tiene por qué ser realizada por nosotros”, asegura. “A menudo deberíamos pasarle el micrófono a otro tipo de mensajeros, diferentes entre sí”. Climate Outreach concluye en muchas de sus investigaciones que, en este sentido, incentivar un programa nacional de debates y conversaciones, como las asambleas ciudadanas, encabezado no por activistas verdes, sino por representantes de diferentes comunidades, podría ser una de las claves, ya que la “comunicación entre pares” es de las que mejores resultados obtiene.
“Estos eventos estarían diseñados para permitir que la gente exprese y discuta sus preocupaciones, temores, sueños y esperanzas para el futuro en relación al tema”, explican. Ya se han dado ejemplos aislados de este tipo de iniciativas. Cuando se han dado, aseguran, se ha observado un patrón sorprendente: la gente pasa del desinterés a una posición de preocupación comprometida.
Cuando se da el micrófono a las personas, pasan del desinterés a una posición de preocupación comprometida
La experta pone varios ejemplos de programas “excelentes” que se están desarrollando en Reino Unido, como el de Cricket for Climate (Críquet por el Clima). “Reino Unido es un país casi tan obsesionado por el críquet como Europa por el fútbol. Por lo tanto, si la gente comienza a ver, por ejemplo, a jugadores de críquet o a futbolistas profesionales hablando de crisis climática, conectándolo con el deporte en cuestión, eso favorece que personas de a pie tomen acción, porque están viendo a gente que admiran haciéndolo”.
Para estos expertos, superar la polarización en aquellos países donde está impidiendo la acción sobre el cambio climático es algo fundamental. En Reino Unido, por ejemplo, explica Hameed, prácticamente todo el mundo, independientemente de su ideología, se siente apelado por el asunto del clima y el medioambiente.
En España Vox se está adueñando de diferentes comunidades que, expuestas a otro tipo de mensajes, podrían haberse sumado a la causa medioambiental, como las zonas rurales
Carles Porcel, formador en habilidades para políticos y activistas y miembro de la Alianza de la Emergencia Climática de Valencia, coincide con esta entidad en que los comunicadores no pueden olvidarse de las personas con ideas conservadoras. La crisis climática no puede ser un asunto únicamente de izquierdas, opina. “Debemos adaptar los diferentes mensajes a las diferentes ideologías”, afirma. “Hemos de reestructurar la manera de comunicar”.
Para Porcel, muchos activistas y políticos no entienden la importancia de la subjetividad humana. “Alguien conservador no necesariamente ha de ser negacionista”, sostiene. En España, señala, Vox se está adueñando de diferentes comunidades que, expuestas a otro tipo de mensajes, podrían haberse sumado a la causa medioambiental, como las zonas rurales.
En Reino Unido, explica Hameed, la zona norte de Londres no es famosa por el activismo climático y muchos de ellos son conservadores, pero eso no quita que pueda llegar a comprometerse con la causa de otra manera. “Cuando hablamos de acción climática ellos piensan que les estamos pidiendo que salgan a las calles y se manifiesten, pero no tiene por qué”, asegura. “Por ejemplo, notamos que allí todo el mundo tiene un jardín enorme, y que invierten horas y horas cuidando las plantas. No necesitamos hablarles de glaciares derritiéndose, podemos hablarles acerca de que la población local de abejas está disminuyendo, y de cuáles son las maneras de contribuir a aumentar de nuevo esta población de abejas, como controlar la contaminación del aire”.
“Tampoco funciona cuando a la gente le decimos ‘¡hay mucho que hacer, hay mucho que hacer!’”, explican desde Climate Outreach. “Sin embargo, es más efectivo cuando decimos: ‘¿Sabes? En tu vecindario cientos de personas están instalando bombas de calor’, o ‘¿Sabes? En la escuelas de tus hijos muchas personas están volcadas en conseguir un aire más limpio’”.
Si tú estás hablando del infierno, pues a la gente no le es agradable. No podemos despreciar una parte fundamental de los seres humanos, que son las emociones
Para Hameed, muchas veces los comunicadores, los científicos, o los activistas, hablan de conceptos complejos como los 1’5 ºC o las cero emisiones netas hasta un punto que para la gente acaba por no significa nada. “La clave es hablar como seres humanos, en forma de historias: las historias se quedan en la mente de las personas”, sostiene. También es importante tratar de mantener conversaciones y no “conferencias”.
Por otro lado, el tono alarmista que usan ciertos científicos o comunicadores no suele funcionar, salvo para sectores de la sociedad muy concretos. “Si tú estás hablando del infierno, pues a la gente no le es agradable”, coincide Porcel. “No podemos despreciar una parte fundamental de los seres humanos, que son las emociones. Somos racionales a ratos, no siempre. Sería interesante que los científicos se formaran en algunos aspectos de las ciencias sociales”.
Lograr esta implicación por parte de la sociedad no se trataría de algo sin precedentes, ya que, recuerdan desde Climate Outreach, en el pasado se han producido cambios profundos: la presión social fue decisiva para poner fin a la trata de esclavos, a pesar de que tuvo enormes consecuencias para las superpotencias mundiales de la época, y, en 2020, los gobiernos de todo el mundo cambiaron significativamente los estilos de vida de sus poblaciones en respuesta a la pandemia de Covid-19.
Ninguna de estas transformaciones se produjo únicamente mediante cambios tecnocráticos: requirieron una aceptación generalizada y normas sociales y morales rápidamente cambiantes en torno a la necesidad de actuar, concluyen desde Climate Outreach. Actitudes y acciones que antes parecían “radicales” se normalizaron y se produjo un cambio sostenido en lo que es política y socialmente aceptable.