Las crisis geopolíticas rara vez se resuelven completamente. Se cierran en falso o se convierten en otras crisis geopolíticas o de otra naturaleza y en no pocas ocasiones los escenarios son todavía peores que la situación previa. Esto es exactamente lo que ha ocurrido en Siria. La derrota de un execrable régimen con un brutal aparato represor que aplastó a su pueblo, encarceló masivamente a disidentes y críticos y asesinó y torturó sin contemplaciones, que ha sido sustituido por otro que podría ser hasta peor.
Hayat Tahrir al-Shams y su líder Ahmed Hussein al-Sharaa, que ha dejado de utilizar su nombre de guerra, Abu Mohamed Al-Jolani, para presentarse como un hombre de Estado y una organización tolerante. Él y todos sus portavoces repiten incansablemente el mensaje de tolerancia a las demás confesiones y comunidades que conforman el mosaico sirio, lo que viniendo de unos yihadistas herederos de Al Qaeda resulta trágicamente inverosímil.
No se puede pensar que a pesar de la implosión del régimen haya hecho desaparecer todos los elementos que un día formaron parte de él, los alawíes (herejía del chiísmo) el resto de la comunidad chií. No van a resignarse con la situación y es muy probable que organicen células de resistencia contra el HTS. No hay que olvidar que Irán y su ahijado Hezbolá van a reorganizar su presencia en Siria y a hostigar al nuevo régimen con todo lo que tengan a su alcance. Rusia, que aparece en esta crisis como uno de los grandes perdedores, no se quedará de brazos cruzados y hará lo posible para forzar la mano del HTS. Para que les respeten las bases, algo improbable a la vista de cómo fueron despedidas las tropas rusas por los militantes del HTS, a pedradas.
Para los rusos la salida al Mediterráneo oriental lejos del conflicto en el Mar Negro (la Flota Rusa del Mar Negro está en Crimea) y sin tener que pasar por los estrechos del Bósforo y Dardanelos, controlados por Turquía y saliendo a aguas territoriales griegas, es esencial y estratégica dado que la marina de guerra rusa carece de salidas expeditas a aguas internacionales. No hay que dar a nadie por muerto, y menos a los rusos, que podrían estar a semanas de un alto el fuego en la guerra de Ucrania impuesto por la Administración Trump, por lo que podría liberar numerosos recursos militares para hacer valer sus pretensiones en Siria a las bravas.
Irán por su parte, parece el gran derrotado de este cambio estratégico esencial en Oriente Próximo, ya que ha perdido a un aliado esencial en la zona, que le daba acceso al Mediterráneo, tener frontera con la OTAN (Turquía) y la UE (Chipre) y controlar a un país de 180.000 kilómetros cuadrados y 20 millones de habitantes con frontera con Israel y su enemigo jurado, y a alguno de sus adversarios árabes como Jordania.
Pero quizás lo más importante de Siria es que le permitía tener presencia de su Guardia Revolucionaria y de todos su grupos terroristas filiales o afines. Para Irán esta presencia era esencial para acosar a sus enemigos yihadistas suníes y controlar la frontera occidental de Irak, que es el país más importante para sus intereses. El control de Siria les permitía a los iraníes tener paso libre para enviar armas y financiación a Hezbolá, la joya de su corona terrorista, y a Hamás. De paso, su dominio de Siria les permitía controlar más fácilmente la economía y la política del Líbano, otro país con un minoría mayoritaria de chiíes y una de las claves de su influencia regional en los últimos 40 años.
Se nos antoja imposible que Irán se dé por vencida y que no inicie una campaña de ataques y hostigamiento contra el nuevo régimen sirio, capacidad para ello tiene, con el Hezbolá libanés desde el oeste, el Hezbolá sirio desde dentro y sus filiales del llamado Eje de Resistencia (contra Al Asad) liderado por Irán: las Brigadas PMU y Harakat Hezbolá al-Nujba, ambos terroristas chiíes de Irak; las Brigadas al-Ashtar, terroristas chiíes de Bahréin; Huseynçilar, milicias terroristas azeríes; Liwa Fatemiyoun, los terroristas chiíes afganos y la División Zainebiyoun, los terroristas chiíes de Pakistán.
Todos estos son los peones de Irán en sus respectivos países, además de operar de forma implacable en la guerra civil de Siria, sin olvidar los ataques continuos de los Huthíes, la milicia terrorista yemení (principalmente chií zaidí pero no únicamente) que han afectado gravemente el tráfico marítimo por el Mar Rojo y, en consecuencia, el canal de Suez, con el consiguiente incremento en los fletes y pólizas de seguro.
Turquía se presenta, en apariencia, como el gran vencedor de esta enésima crisis geopolítica en Oriente Próximo, ha sido determinante en la caída del régimen, pues sin el apoyo, financiero, de armamento y el apoyo con drones turcos, el avance relámpago contra Damasco, jamás se habría logrado. Los turcos buscan acceso libre al territorio sirio para poder atacar a voluntad a sus enemigos kurdos, que por cierto han sido los más eficaces en la lucha contra Daesh y Al Qaeda en los 13 años de guerra. En sus campamentos y prisiones hay miles de refugiados y de detenidos, entre los detenidos incontables yihadistas de diversa obediencia, muchos de los cuales son nacionales de países europeos y que de huir o ser liberados podrían acabar volviendo a sus países de origen, Alemania, Francia, Bélgica, Países Bajos, Italia o España, incrementando exponencialmente el riesgo de ataques terroristas en Europa.
Justamente por la inminencia de este gravísimo riesgo, los aliados de Turquía en la OTAN -con los EEUU a la cabeza- han mandado un mensaje muy firme a Turquía diciendo que deben respetar las zonas controladas por las SDF (las Fuerzas Democráticas Sirias) dominadas por las milicias kurdas, sin las cuales nunca se hubiese podido controlar la expansión de Daesh y Al Qaeda. Turquía, que es teóricamente un aliado de Occidente como miembro de la OTAN, tiene unas posiciones que mezclan el nacionalismo turco más acerado y el islamismo político más militante, heredero de la Hermandad Musulmana, de la que derivan organizaciones como el Frente de Acción Islámica de Jordania, o la organización terrorista Hamas.
El discurso y mensaje del presidente de Turquía Reçep Tayip Erdogan se ha endurecido cada vez más hasta el punto de tildar a Hamas de movimiento de liberación y comparar al gobierno de Israel con la Alemania nazi. Las posiciones de Turquía bajo Erdogan distan mucho de ser moderadas o propias de un aliado fiable de la alianza a la que pertenece. Turquía, hoy por hoy, no hace más que defender sus intereses nacionales más tácticos que los verdaderamente estratégicos y los intereses político-partidistas de su presidente.
El Hayat Tahrir al-Shmas y su líder Ahmed Sharaa están haciendo una intensísima campaña de relaciones públicas con asesores internacionales que están consiguiendo cambiar la imagen de quien hasta ayer tenía precio puesto a su cabeza por parte de los EEUU que acaban de eliminar la recompensa de 10 millones de dólares por su captura, como paso previo quizás a retirar al HTS de la lista de organizaciones terroristas de los EEUU. Me temo que muchos otros países podrían seguir sus pasos en una maniobra que se nos antoja, como poco, precipitada y prematura. Hay que estar muy vigilantes de las medidas que adopten las nuevas autoridades de Damasco y si de verdad han roto con su pasado terrorista.
A la vista de la inestabilidad del país y de que Siria está aún muy lejos de ser un país unificado, pacificado y estable, y con unas fuerzas armadas y de seguridad que puedan controlar la expansión del terrorismo yihadista, ya sea de un signo u otro, no se debe bajar la guardia. De hecho, el nuevo régimen yihadista de Damasco no controla todo el territorio del país y la carta de influencias de unos y otros parece más un diseño de mimetización militar que un mapa de Siria.
En consecuencia, existe un riesgo muy cierto del resurgimiento de Al Qaeda y Daesh en el país. Se dan todos los elementos y circunstancias para que así sea: violencia sectaria, un Estado débil en manos de una banda terrorista por muy rehabilitada que pretenda estar, unas fronteras porosas y permeables que el antiguo régimen no podía controlar, y mucho menos éste. También está el deseo de potencias regionales y globales por recuperar terreno perdido, con lo que puede suponer de extensión del caos, enfrentamientos e inestabilidad. Las zonas más propensas a este resurgimiento serán, sin duda, las más próximas a Irak, donde no hay apenas presencia militar de los nuevos amos de Damasco y donde las fronteras con Irak son imposibles de patrullar y controlar.
A todo esto, los israelíes y los estadounidenses deberían seguir destruyendo los arsenales de armamento sofisticado de las Fuerzas Armadas sirias para evitar que caigan, no sólo en manos de Daesh o Al Qaeda, hay que evitar que el HTS tenga acceso a los mismos. El panorama que pintamos es muy poco halagüeño, pero los terribles escenarios que dibujamos no son inevitables. Está en nuestras manos hacer un análisis serio de los riesgos y amenazas a la región, a Europa y a la paz y seguridad mundiales.