Genio y figura en todo momento. Fiel a su estilo, Miguel Ángel Rodríguez, bien conocido como MAR, nunca se achanta y, en medio del escándalo del teléfono móvil del socialista Juan Lobato, que deja por los suelos al núcleo duro de La Moncloa y de Ferraz, o los mensajes borrados del fiscal general del Estado, afirma en su cuenta personal de X que el presidente del Gobierno, su señora Begoña y su entorno político «van a ir p’alante». Acostumbra el jefe de Gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a no cortarse un pelo y así define a Pedro Sánchez: «Este tipo es un corrupto y un dictador». Olé. Rodríguez se atreve a decir alto y claro lo que muchos piensan en voz baja, por lo que desata las furibundas iras de La Moncloa, el PSOE y la izquierda mediática. Bien que les pese, MAR es listo, rápido, astuto y puede presumir de haber pulverizado a todos los dirigentes de la oposición a la lideresa madrileña. Asume su papel de «bestia negra» del «sanchismo» como un capitán del barco político contra viento y marea. Sin proponérselo, se ha convertido en el foco de los ataques del presidente, ministros y propagandistas obedientes a los dictados del gran jefe Sánchez.
Isabel Díaz Ayuso no le conocía, pero un día coincidió con Rodríguez y le propuso trabajar a su lado. De esta forma, ante unas cervezas, en un castizo local madrileño, le fichó como su jefe de campaña en las elecciones del año 2019. Desde entonces, este vallisoletano, famoso por su lengua ácida y sagacidad acreditada, ha ejercido su papel de guardián de la presidenta madrileña como un mastín en celo. «Treinta años después, MAR sigue ahí», escribió un cronista de la izquierda mediática. Nada mejor para definir a un hombre incombustible, que pasó de la redacción de «El Norte de Castilla», emblemático periódico en Valladolid, a organizar los mítines de un entonces joven José María Aznar.
Le recuerdo hace mucho tiempo en aquellas duras campañas electorales, vigilando el atril del escenario y el piloto rojo de las cámaras televisivas para que su líder saliera en el «prime time» del telediario. Atento a todo, le pasaba la «chuleta» adecuada siempre en el momento preciso. Hasta sus más feroces enemigos reconocen su papel determinante en la victoria de Aznar y en la transformación de una joven periodista llamada Isabel en un icono político de primera. MAR es incómodo, indómito y lenguaraz, pero sabe crear un personaje y un relato. Guste o no, lo ha hecho con dos de los líderes más importantes del centroderecha español. A los prebostes de la izquierda les saca de sus casillas.
Desde que una noche muy fría en Valladolid, en una cena en la que también estaba Ana Botella, Aznar le dijo «te quiero a destajo», MAR se partió el lomo. Fue portavoz del Gobierno en Castilla y León, gran jefazo de prensa en el PP nacional y secretario de Estado de Comunicación en La Moncloa cuando José María Aznar ganó las elecciones generales de 1996.
Desde ese puesto tuvo días de hielo y gloria, fustigaba al adversario, daba titulares de primera por sus declaraciones altisonantes, tuvo encontronazos con periodistas, pero también hizo lo que él consideraba amigos, algunos de los cuales ayudó mucho y luego le dieron la espalda.
El 11 de julio de 1998, después de una reunión muy larga que mantuvo con Aznar, pactaron de común acuerdo su salida del Gabinete presidencial. Y desde ese día dejó la política, entró en la empresa privada como consultor y se entregó a su gran pasión oculta: la literatura. Bajo su apariencia un tanto tosca, MAR es un avezado escritor, autor de varias novelas, entre ellas «Marta, las últimas horas del barrio de la cruz», «El candidato muerto» o «La cruz secreta de Carlos V». Asimismo, elaboró el ensayo político «Y Aznar llegó a presidente», todo un tratado de ciencia política para diseccionar la figura de un candidato que después llegó al poder.
En el reciente acto de aniversario de la Constitución española, celebrado en la Real Casa de Correos de la madrileña Puerta del Sol, Miguel Ángel Rodríguez se sentaba junto a los consejeros y altos cargos del Gobierno de la comunidad. En un momento sonaron todos los móviles. Era citado como testigo ante el Tribunal Supremo por el magistrado Ángel Luis Hurtado, que instruye la causa contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Un grupo de periodistas se le acercan: «Oye, MAR, prepárate a recibir h…». Respuesta: «Estoy muy tranquilo, contaré lo que deba y sé cómo devolverlas».
[[QUOTE:BLOCK|||
En una tradicional copa navideña celebrada en estas fechas, el prestigioso economista, presidente de la Fundación Independiente y vicepresidente de la Real Academia Europea de Doctores, Aldo Olcese Santonja, convoca en un acto académico a políticos, periodistas y algunos empresarios del Ibex. Tras un intenso debate sobre la influencia de la economía en la política, todos hablan de lo que circula en estos días por los sectores madrileños. «En las casas de apuestas hacen juego, Pedro Sánchez entre el 25 o el 26». O sea, que vaticinan que el presidente del Gobierno convocará elecciones generales ya en esta franja de fechas.
Los empresarios están que trinan con la reducción de la jornada laboral impuesta por el sector Sumar del Gobierno y la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. La CEOE y todas las patronales, a espaldas de la negociación con los sindicatos, se oponen frontalmente. Aldo Olcese, junto con algunos empresarios, pone la guinda del debate: «Los intereses y conflictos de la economía y las finanzas son más difíciles de gestionar porque las presiones son subliminales y a veces opacas, mientras los de la política son cada día más de patio de colegio». Entre un grupo de veteranos periodistas asistentes al acto hablan del dilema de enfrentarse a la verdad de las informaciones bajo la cuenta de los grandes actores de la economía, la empresa y, ahora, la nueva legislación que prepara el Gobierno para controlar a los medios de comunicación. Siguen las apuestas por un cambio de ciclo. Al final, decide Puigdemont.
]]