La frase de san Juan Pablo II –que encabeza esta serie sobre la Teología de la Historia– es sabido que fue pronunciada por el Papa al sufrir aquel dramático atentado coincidiendo precisamente con la fiesta de la Virgen de Fátima, el 13 de mayo del año 1981. Y la expresó por primera vez en público un año exacto después del atentado, al acudir a darle las gracias a Ella por haberle salvado la vida. Fue en la Capelinha de la Cova da Iria de Fátima ante su imagen, y se tradujo en realizar el Papa una solemne consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, «en comunión con todos los obispos del mundo». Será el 25 de marzo de 1984 en la Plaza de San Pedro del Vaticano, una fecha de particular significado en el calendario litúrgico de la Iglesia de aquel año, como la Virgen había pedido en su Mensaje. La acogida Divina a dicha Consagración fue muy clara al desplomarse el Muro de Berlín levantado en 1961 y que dividía la Europa Occidental de la Europa comunista, sin mediar ningún tipo de violencia entre la OTAN y su homónima soviética el «Pacto de Varsovia». Ocurrió el 9 de noviembre de 1989, y apenas dos años después desaparecía también sin ningún tipo de violencia la gran superpotencia soviética, la URSS. Por supuesto que no fue una «mera» coincidencia, es decir, una casualidad, que ese día fuera el 8 de diciembre de 1991, precisamente la Solemnidad de la Inmaculada Concepción en el calendario litúrgico de la Iglesia… (Importante tener presente que el «Inmaculado Corazón de María» es el «Corazón de la Inmaculada Concepción»). Es conveniente recordar brevemente estos extraordinarios sucesos históricos, rodeados de no pocas llamativas coincidencias temporales, para recordar que Jesucristo es el Señor de la Historia como gustaba denominarle el gran Papa polaco Karol Woytila. Y que una de las maneras –no la única– en que al Señor parece gustarle dejar «su mano» presente en los acontecimientos que jalonan la Historia, es precisamente ésta. Recordada esta premisa inicial, nos referiremos ahora a unos acontecimientos de especial actualidad y gravedad, y que acaparan buena parte de la atención mundial. En concreto a las guerras que se desarrollan simultáneamente en escenarios de Europa Oriental y del Oriente Próximo. La primera tiene por protagonista a Ucrania y a Rusia y EE UU enfrentados entre sí por su control geopolítico con la OTAN suministrando material militar y ayuda económica a Zelensky para mantener esa guerra de desgaste frente a Putin. En el otro escenario geográfico existe un actor destacado que es el Estado de Israel cuya dimensión profética y religiosa es de singular importancia por ser el pueblo judío el sujeto principal de numerosas referencias en la Sagrada Escritura tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, así como de numerosas revelaciones privadas. Es evidente que aunque en apariencia alejados entre sí uno y otro conflicto bélico, tienen una estrecha relación en la batalla que se desarrolla por la hegemonía en la geopolítica global. Ya que una vez desaparecida la URSS, el Orden global bipolar surgido de la Segunda Guerra Mundial en 1945, pasó a ser unipolar y liderado por EEUU a partir de 1991. Así las cosas, lo sucedido en Siria requiere de una especial atención por cuanto en el AT existen numerosas referencias específicas a la «caída de Damasco». Suceso que adquiere, si cabe, una adicional atención por haberse producido precisamente el pasado 8 de diciembre en la Fiesta de la Inmaculada Concepción (…). La «mano» de María, Madre de Dios, aparece señalada en singulares hechos destacados de la Historia, lo que puede ayudar a conseguir una correcta comprensión de los mismos. Sirva de ejemplo a estos efectos que la conocida como Segunda Guerra pasó a ser «Mundial» tras el bombardeo por la aviación japonesa de la Base Naval estadounidense de Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941, ya iniciado el tercer año de la hasta entonces «gran guerra europea». Hasta ese momento EE UU era «no beligerante» tras haber sido neutral inicialmente en el conflicto, y fue al día siguiente de ese bombardeo cuando se incorporó activamente a la guerra en el bando aliado. Esa fecha fue el 8 de diciembre de 1941(...), que marcará un cambio de rasante en la contienda, y de una singular importancia para la suerte del pueblo judío amenazado de la «solución final» (el Holocausto), en la Conferencia de Wannsee, en Berlín. La mano de María se verá también el día que el Emperador anunciará la capitulación del Japón el 15 de agosto de 1945, tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. En esa fecha se celebra la Fiesta de la Asunción a los Cielos de la Virgen María, que constituye el cuarto y de momento último Dogma Mariano, al igual que el de la Inmaculada es el tercero de ellos. En la geopolítica global, la guerra en Oriente Próximo está muy vinculada a la que a comienzos del actual tercer milenio se desarrolló en Afganistán durante 20 años. Comenzada tras los atentados de las Torres Gemelas de NY el 11-S de 2001, y que se extenderá hasta el 2021. Llamativo que esa larga guerra finalizó con la caída de la capital afgana Kabul, precisamente también un 15 de agosto, fiesta de la Asunción de ese año.En este contexto no puede obviarse el día que mediante un ataque de la organización terrorista Hamás, gobernante de la Franja de Gaza, dio comienzo la actual guerra en la región: fue el 7 de octubre del pasado año. Esa fecha es también una señalada fiesta Mariana, la Virgen del Rosario, establecida por producirse en esa fecha de 1571 el muy importante triunfo de la Armada cristiana frente a la Armada Otomana en el golfo de Lepanto. Se atribuyó sin duda alguna dicha victoria a su especial intercesión, que fue invocada por el Papa san Pío V convocante de esa Cruzada y rezado por toda la Iglesia y por los propios combatientes embarcados en la flota cristiana. En cuanto a la reciente caída de Damasco a manos de los rebeldes que luchaban contra el régimen político dominante en Siria desde hace 51 años, en guerra contra él desde la Primavera Árabe de 2011, es importante remitirse al profeta Isaías capítulo 17. Pero advirtiendo que para interpretar correctamente estas palabras contenidas en el libro de Isaias, uno de los cuatro considerados como « los profetas mayores» del AT, es preciso considerar el género literario bíblico y el contexto histórico, cultural y teológico del pasaje analizado. Lo que no quita relevancia a la singular referencia a ese suceso histórico –la guerra en Siria y la caída de Damasco– ya profetizado hace miles de años. El pasaje dice así: «He aquí que Damasco dejará de ser ciudad y será montón de ruinas (…) Y cesará el socorro de Efrain (el norte de Israel) y el reino de Damasco; y lo que quede de Siria será como la gloria de los hijos de Dios...». Sin perjuicio de que no debe aplicarse necesariamente a la actual generación cual si fuera la «generación final», resulta de especial vigencia en la actual época donde los mayores poderes de este mundo mediante el paganismo y la idolatría pretenden desarraigar el cristianismo de la faz de la tierra. Fue en Fátima donde la Virgen advirtió en 1917 –mientras se desarrollaba la Primera Guerra Mundial– que «las guerras son consecuencia de los pecados de los hombres y que si no había conversión vendría una guerra mayor». Esa guerra «mayor» sería la Segunda Mundial al no producirse la conversión solicitada. Sin entrar a considerar las circunstancias y razones políticas esgrimidas por unos y otros actores en estos graves conflictos, podemos advertir que estas significativas coincidencias aludidas, producidas a su vez en significativos acontecimientos para la humanidad, como son el comienzo y el final de grandes guerras, tienen un claro mensaje para la humanidad. Que todos ellos vengan de la mano de la Virgen María «la Reina de la paz» y Madre Nuestra, es un llamado urgente a la conversión del mundo.