En agosto, Donald Trump anunció que, si resultaba elegido, intentaría modificar la Ley de la Reserva Federal para que el presidente tuviera más peso en la formulación de la política monetaria. Ahora que regresa a la Casa Blanca, ¿la independencia del banco central está en el punto de mira?
Cuando Trump estaba fuera de la presidencia y preparaba su próxima campaña, argumentaba que las alzas de las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos en el 2022-2023 no se producían lo suficientemente rápido como para combatir la inflación. Pero ahora que es presidente electo, sostiene que los recortes de tasas de la Fed avanzan con demasiada lentitud. “Gané mucho dinero, tuve mucho éxito y creo tener mejor instinto que, en muchos casos, la gente que estaría en la Reserva Federal o que el presidente”, dijo en agosto.
Para Trump, la política monetaria es cuestión de instinto, y una cosa que su instinto le ha dicho que haga es despedir al presidente de la Fed, Jerome Powell, a quien él mismo nombró en el 2017. Powell insiste en que el primer mandatario “no está autorizado por ley” a despedir al presidente de la Fed, pero eso no impedirá que Trump presione públicamente al banco central.
Peor aún, las posibilidades de Trump de conseguir lo que quiere han mejorado ahora que los republicanos se han asegurado el control tanto del Senado como de la Cámara de Representantes. Incluso si no logra forzar la salida de Powell, podrá nombrar al próximo presidente de la Fed cuando el mandato de Powell en ese cargo termine en la primera mitad del 2026 (su mandato como gobernador; sin embargo, se extiende hasta el 2028). A juzgar por los primeros nombramientos del gabinete de Trump, no cabe duda de que elegirá a un leal que cumplirá sus órdenes.
Se trata de perspectivas preocupantes, porque la erosión de la independencia del banco central podría costarle muy caro a la economía estadounidense. Los últimos 50 años han generado pruebas abrumadoras de que un banco central competente e independiente es el mejor garante de la estabilidad de precios, y que mantener la inflación baja, y las expectativas de inflación ancladas, tiene enormes beneficios para la economía en general.
En 1972, el presidente norteamericano Richard Nixon persuadió con éxito al presidente de la Reserva Federal Arthur Burns de adoptar políticas que ayudaran a su campaña de reelección. La Fed bajó las tasas de interés a pesar de que la inflación seguía siendo alta, lo que contribuyó a la estanflación (altos niveles de inflación y desempleo acompañados de un crecimiento bajo) por la que hoy se recuerda esa década. La crisis inflacionaria, desencadenada por el embargo petrolero de la OPEP contra Estados Unidos en 1973, se prolongó durante toda la década de 1970. La estabilidad de precios recién se restableció cuando el entonces presidente de la Fed, Paul Volcker, subió las tasas al 20% a principios de los años 1980.
Aunque Powell ha señalado que no se dejará intimidar por Trump, eso no significa que la Fed vaya a conservar el mismo grado de independencia que tiene en la actualidad. La Ley de la Reserva Federal es bastante imprecisa sobre la cuestión de si el presidente puede, efectivamente, despedir al presidente de la Fed. Según la ley, un miembro del consejo de la Fed solo puede ser destituido “por causa justificada”; pero como eso está abierto a interpretación, el caso tendría que ser resuelto, casi con certeza, por la Corte Suprema de Estados Unidos.
Los jueces estadounidenses suelen interpretar la expresión “por causa justificada” en el sentido de fraude o incumplimiento del deber. Por tanto, es dudoso que consideren que un desacuerdo sobre la política de tasas de interés sea motivo suficiente para destituir al presidente. E incluso si Trump ganara, probablemente se limitaría a nombrar un nuevo presidente entre los actuales miembros del consejo de la Fed.
No obstante, incluso si la Corte Suprema de Estados Unidos finalmente fallara a favor de Powell, las apelaciones legales y las audiencias llevan tiempo, lo que significa que los mercados financieros se verían sometidos a un período de incertidumbre perturbador. Lo mismo ocurre con cualquier esfuerzo de Trump y los republicanos del Congreso por revisar la Ley de la Reserva Federal, algo que, sin duda, enfrentaría desafíos legales.
La determinación de Trump de recortar la independencia de la Fed debería preocuparnos a todos. Dado el inmenso daño que podría causar si, efectivamente, dedica sus energías a esta causa en particular, ¿sus asesores económicos le explicarán que, económica y políticamente, un nuevo aumento de las tasas del mercado de capitales norteamericano no serviría a sus intereses? ¿Le indicarán que podría simplemente esperar a que finalice el mandato de Powell, y que la Fed, de todos modos, ya se ha embarcado en un ciclo de recorte de tasas?
Pase lo que pase, las promesas que ha hecho Trump significan que a Estados Unidos y al resto del mundo les espera una montaña rusa monetaria durante los próximos dos años —al menos hasta las elecciones de mitad de mandato del 2026—. Mientras tanto, es más importante que nunca revisar las lecciones de la historia. La independencia del banco central sigue siendo uno de los factores más importantes para mantener los precios estables y la economía en funcionamiento.
Sylvester Eijffinger es profesor de Economía Financiera en la Universidad de Tilburg (Países Bajos). Edin Mujagic es gestor de fondos y macroeconomista del Hoofbosch Investment Fund.
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