Analizar la economía haitiana en toda su dimensión es una tarea que ha sido la más difícil de entender por los estudiosos, fruto de lo complejo que es su dinámica, y donde las palabras estabilidad y crecimiento económico relumbran por su inexistencia, situación explicada por el grave desorden y la falta de credibilidad que ha imperado en ese país. Y es que los grupos gobernantes, la clase política y las élites económicas solo actúan con el objetivo de acumular riquezas sin límites y destruir a los sectores económicos, sin importarle la suerte de la población pobre que vive en condiciones infrahumanas.
En la sociedad haitiana predomina un modelo económico y social que es el más inadecuado para la época, fruto de ser dirigido por mucho tiempo hasta la actualidad, por incapaces que no han logrado mirar un poco más allá de su afán por alcanzar privilegios y acumular fortunas de origen dudoso cuyos resultados han sido la reproducción de la miseria generalizada. Y es que en su afán por adquirir riquezas, las élites económica y gobernante de Haití no se han detenido a ponderar que su actitud los hacen ser responsables netos de la suerte de su población.
Y es que ni siquiera han podido plantearse la posibilidad de que puedan existir otras formas de relación social. Pero tampoco explorar otras alternativas de cómo enfocar un desarrollo social y económico para la población excluida de la riqueza que genera ese país y superar los trastornos ancestrales que arrastran.
Es que el malestar que afecta a la totalidad de la población, combinado con el abandono de la institucionalidad ha hecho que las élites gobernantes y económicas no colaboren con el desarrollo humano de esa nación, sembrado así la semilla de su autodestrucción, desorden y predominio de bandas delictivas que se imponen. En adición, la mitad de la población está desnutrida; la esperanza de vida es la peor a escala global y las enfermedades fatales están en aumento, en tanto que, la economía haitiana no produce los alimentos requeridos para su población, generándose una crisis alimentaria profunda.
La realidad planteada es lo que explica en una alta proporción que los gobiernos de Haití han mostrado incapacidad para alcanzar el bienestar de la población, y para controlar la ira de esta, han recurrido al descrédito internacional de la República Dominicana e clavando en la mentalidad de sus nacionales que su tragedia y desgracia histórica se debe al supuesto “apartheid” que ha sido promovido por este país. En esa dirección es que varios representantes de organismos internacionales han llegado a juzgar tales criterios, reproducida por los grupos gobernantes y la élite económica de Haití, obviando, que estos son los verdaderos responsables y sepultureros de la aspiración de progreso del pueblo haitiano y de su economía.
La desesperanza y migración haitiana tiene su origen en la existencia de una pobreza extrema y un desorden institucional, fruto de una economía que se acostumbró a depender de la cooperación internacional, reflejada en que el presupuesto de esa nación se nutre, en un 88.5% de la contribución de organismos internacionales y de las remesas de sus exiliados económicos. Pero resulta que los inmigrantes haitianos en República Dominicana, el 88%, envía remesa de manera informal ya que su país de origen no los ha dotado de la documentación civil, pues en un 90% recurren a la confianza entre amigos que se encargan del servicio de hacerla llegar a sus destinatarios.
Por las razones expuestas se puede arribar a la triste conclusión de que el principal responsable de la desgracia de los haitianos históricamente ha sido el propio Estado, por su debilidad, las elites económicas y políticas. Es ese malestar combinado que ha engendrado el surgimiento de bandas delincuenciales que aparentan ser incontrolables y la solución a ese flagelo de manera exclusiva está en función de la capacidad de que sus nacionales se puedan armonizar entre sí, no exigiéndole al Estado dominicano nada.
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