Católicos, cristianos, judíos, diferentes religiones festejan los solsticios de invierno en el norte y del verano en el sur sin saberlo
En el mundo, durante diciembre, las luces brillan iluminando hogares y creando armonía y alegría por igual. Es un tiempo de abrazos cálidos, de canciones que emocionan y de sueños y fantasías que parecen más posibles cuando el “Espíritu de la Navidad”, un “Santa Claus”, un “Niño Jesús”, o unos “Reyes Magos”, colocan los regalos bajo el resplandor de un árbol decorado. La fiesta del solsticio es una tradición milenaria que se siente en las celebraciones del Espíritu de Navidad, del Janucá, de la natividad de Jesús, y de todas las fiestas decembrinas
En cada rincón del planeta, las tradiciones cobran vida de maneras únicas, y el júbilo se comparte incluso en el encendido de candelabros, como en Janucá, cuando las familias judías celebran el milagro de las luces y también intercambian regalos. Este espíritu de dar y compartir no conoce fronteras ni religiones. En su esencia más pura, nos invita a unirnos y recordar que todos buscamos lo mismo: amor, paz y esperanza bajo el cielo de diciembre. Pero ¿te has preguntado alguna vez de dónde proviene esta mágica conexión? ¿Qué hilos invisibles unen estas tradiciones con un fenómeno tan antiguo como el solsticio de invierno o de verano?¿Sabías que, más allá de las tradiciones modernas, las raíces de estas celebraciones están estrechamente ligadas a los solsticios, ese momento en que la noche más larga, o la más corta del año, da paso a la promesa de luz y renacimiento?
Este es el centro de esta historia
Desde hace 12024 años de civilización, los solsticios de invierno o de verano han marcado un hito fundamental en la vida humana. En el hemisferio norte, este fenómeno astronómico anuncia el día más corto y la noche más larga del año, siendo un momento de transición, renovación y esperanza. Las primeras sociedades agrícolas observaron este cambio en el firmamento como un evento crucial: el final de las cosechas, el inicio de un nuevo ciclo y una oportunidad para agradecer por la vida y la abundancia recibida. Desde entonces, esta fecha ha estado impregnada de un profundo simbolismo que ha trascendido culturas, civilizaciones y religiones.
Mientras esto ocurría en el norte, en el hemisferio sur, un similar evento astronómico marcaba el solsticio de verano, el día más largo y la noche más corta. Esta diferencia, determinada por la inclinación del eje terrestre, ofrece un contraste sugestivo: mientras el norte celebra el renacimiento de la luz en medio de la oscuridad, el sur disfruta de la plenitud de la luz, la naturaleza y la vida.
Este acontecimiento en el sur es celebrado en algunas culturas sudamericanas, como los pueblos originarios mapuches, quienes realizan ceremonias de agradecimiento a la naturaleza y al ciclo de la vida en esta época.
En este contexto, el simbolismo del solsticio de verano en el hemisferio sur también podría incluir elementos de renovación, luz y esperanza, aunque relacionado más con la plenitud de la naturaleza y no con el renacimiento de la luz como ocurre en el hemisferio norte.
Unificación de tradiciones en torno al solsticio
Las antiguas religiones politeístas griegas y romanas, así como otras tradiciones y creencias, celebraban festividades vinculadas al solsticio de invierno.
En Roma, las Saturnales, dedicadas al dios Saturno representaban un tiempo de alegría, intercambio de regalos y suspensión de jerarquías sociales. De igual manera, los nórdicos celebraban Yule, encendiendo hogueras y decorando árboles, simbolizando la luz que volvería con el tiempo.
En el hemisferio sur, los pueblos originarios también tienen tradiciones que coinciden con el solsticio de verano.
Los mapuches en Chile y Argentina realizan ceremonias de agradecimiento a la naturaleza y a los ciclos de la vida que reflejan la importancia de los solsticios como marcadores culturales y espirituales.
Por otro lado, las religiones monoteístas adaptaron estas celebraciones a sus propias narrativas.
En el judaísmo, Janucá, conocida como la Fiesta de las Luces, ocurre cerca del solsticio y celebra el milagro del aceite, combustible que alcanzaba únicamente para un día, pero duró milagrosamente ocho días en el Templo de Jerusalén. Cada noche, durante ocho días, se enciende una vela en la janukiá (candelabro de nueve brazos). El noveno brazo, llamado shamash, se utiliza para encender las demás velas. En la celebración se intercambian regalos y se entregan monedas de chocolate como símbolo de generosidad y celebración.
El cristianismo, al expandirse dentro del Imperio Romano, adoptó y resignificó tradiciones existentes: la fecha del nacimiento de Jesús, fijada en diciembre, coincidió estratégicamente con las Saturnales y las fiestas del Sol Invictus o del Sol Invicto, marcando así una continuidad cultural romana que adoptó al cristianismo como nueva religión del imperio romano.
El Evangelio de Lucas menciona que había pastores cuidando a sus rebaños en el campo la noche del nacimiento de Jesús (Lucas 2:8). En Judea, los pastores no sacaban el rebaño durante el invierno, lo que sugiere que el nacimiento pudo haber ocurrido en una estación más cálida, cuando el clima es más favorable. También, según el mismo evangelio, María y José viajaron a Belén para registrarse en un censo (Lucas 2:4-21) decretado por el emperador Augusto. Estos censos no se realizaban en invierno, ya que las condiciones climáticas dificultaban los viajes. Lo que sugiere una fecha más cálida, probablemente en primavera o verano.
El día 25 de diciembre fue seleccionada varios siglos después del nacimiento de Jesús, probablemente para coincidir con las festividades de la religión romana.
Al establecer la celebración del nacimiento de Jesús en esa fecha, el imperio buscaba facilitar la conversión del pueblo romano al cristianismo. La primera evidencia documentada de la celebración de la Navidad, el 25 de diciembre, aparece en el calendario romano denominado Cronógrafo Filocaliano, elaborado en el año 336 después del nacimiento de Jesús de Nazareth, momento en que la ya existente Iglesia Católica adoptó oficialmente esta fecha.
De las antiguas religiones griega y romana al catolicismo
La religión de la antigua Roma no tenía un nombre específico como las religiones organizadas modernas. En general se la conoce como religión tradicional romana. La cual fue profundamente influenciada por la religión griega. Muchos dioses romanos eran equivalentes de deidades griegas, y los mitos griegos se integraron en la tradición romana. Los romanos adoraban a múltiples dioses, entre los más destacados estaban Júpiter (el dios supremo y gobernante del cielo y los dioses), Juno (protectora del matrimonio), Minerva (diosa de la sabiduría y la guerra), Marte (dios de la guerra), y Venus (diosa del amor y la belleza).
En el siglo IV, el Imperio Romano enfrentaba una grave crisis interna: guerras civiles, invasiones bárbaras y una creciente fragmentación social. El emperador Constantino el Grande (306-337 d.C.) vio en los seguidores de Jesús de Nazareth una herramienta para unificar el imperio bajo una fe común. Aunque todavía minoritario, esta fe tenía una estructura organizada y líderes que podían ejercer influencia sobre una creciente base de seguidores. Incorporar esta religión al sistema político romano era una estrategia para acrecentar el poder imperial.
Para entonces, Constantino convocó el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., para establecer una doctrina unificada. Este evento marcó un paso como la religión oficial del imperio, lo que la llevó a una estrecha relación entre el poder imperial y la naciente Iglesia católica. En el año 324 d.C., Constantino decidió trasladar la capital del Imperio Romano de Roma a una ciudad en el oriente. Seleccionó la antigua ciudad griega de Bizancio por su ubicación estratégica entre Europa y Asia. En el año 330 d.C., Constantino inauguró oficialmente la ciudad bajo el nombre de Nova Roma, aunque pronto se la conoció como Constantinopla —hoy Estambul— en su honor, y se convirtió en la nueva capital política y religiosa del Imperio Romano.
Luego, bajo el emperador Teodosio I, se emitió el Edicto de Tesalónica en el 380 d.C. Este decreto declaró al catolicismo como la única religión legítima del imperio, condenando las prácticas de otras creencias cristianas. Teodosio inició una campaña activa para suprimir la antigua religión romana, y prohibiendo otros cultos cerrando sus templos o iglesias. Esto marcó el establecimiento definitivo del catolicismo como religión oficial. La transición no fue instantánea.
Durante siglos, los elementos de las antiguas religiones romanas coexistieron con las prácticas cristianas, entre ellos las festividades. Muchas costumbres de la antigua religión romana se incorporaron al cristianismo, como la celebración del solsticio de invierno, que se transformó en la Navidad. El título de «Pontifex Maximus,» que pertenecía al sumo sacerdote de la religión romana, fue adoptado por los emperadores a quien hoy se conoce como el Pontífice de Roma, estableciéndose la jefatura de la fe católica, apostólica —y sobre todo— como romana. la Iglesia Católica se presentaba como la heredera legítima de la enseñanza de los apóstoles, y la única capaz de interpretar correctamente las Escrituras.
Numerosas corrientes cristianas interpretaron de manera diferente los textos sagrados y la figura de Jesús de Nazareth, como el Gnosticismo, un movimiento que combinaba elementos cristianos con filosofías ancestrales, haciendo hincapié en el conocimiento secreto —gnosis— como medio de salvación. El arrianismo, fundado por Arrio de Alejandría, que sostenía que Jesús, aunque divino, era una creación del Dios Padre y, por lo tanto, no coeterno ni consustancial con el Creador, doctrina que fue condenada en el Concilio de Nicea en 325 d.C.
El montanismo, iniciado por Montano en el siglo II, enfatizaba la inminente segunda venida de Cristo y promovía una moral estricta y ascética. Sus seguidores creían en nuevas revelaciones del Espíritu Santo. El nestorianismo, propuesto por Nestorio, Patriarca de Constantinopla, distinguía entre las naturalezas divina y humana de Jesús, sugiriendo que eran dos personas distintas. Fue condenado en el Concilio de Éfeso en 431 d.C. El monofisismo: Sostenía que Jesús tenía una única naturaleza, predominantemente divina, en contraste con la doctrina oficial de las dos naturalezas, divina y humana, coexistiendo en una sola persona.
Estas y otras corrientes reflejaban la diversidad de interpretaciones teológicas en los primeros siglos del cristianismo, lo que llevó a debates y concilios para definir los preceptos más adecuados al imperio.
Además la Iglesia Católica experimentó varias divisiones significativas a lo largo de su historia. En 1054 d.C., se dio el conocido Cisma de Oriente y Occidente que separó a la Iglesia Occidental (Católica Romana) de la Iglesia Oriental (Ortodoxa). Las diferencias teológicas, culturales y políticas, junto con disputas sobre la autoridad papal, culminaron en mutuas excomuniones.
En 1517 e iniciada por Martín Lutero, ocurre la Reforma Protestante del siglo XVI, quién cuestionó las prácticas y doctrinas de la Iglesia Católica, como la venta de indulgencias. Esto llevó al surgimiento de diversas denominaciones protestantes, incluyendo luteranos, calvinistas y anglicanos. De hecho, a lo largo de los siglos, ocurrieron otras divisiones, como el Cisma de Occidente (1378-1417), donde múltiples papas reclamaron simultáneamente la legitimidad, y movimientos como el anglicanismo del Reino Unido, que se separó de Roma bajo el reinado de Enrique VIII.
Desde esas épocas hasta el presente las iglesias cristianas no católicas se han multiplicado, así como se ha disminuido —durante los siglos 20 y 21— la iglesia católica romana por diferentes razones sociales y políticas.
Según datos del Anuario Pontificio y del Estadístico Eclesial, la Iglesia Católica cuenta con aproximadamente 1.300 millones de fieles en todo el mundo. Mientras tanto, el cristianismo no católico sigue expandiéndose, con aproximadamente 1.400 millones de adherentes. Los protestantes se estiman en 970 millones, abarcando denominaciones como bautistas, metodistas, luteranos, pentecostales, entre otros credos asimiles.
Los cristianos ortodoxos son alrededor de 290 millones en todo el mundo
Los anglicanos alcanzan los 90 millones de fieles. Las nuevas Denominaciones que Incluyen iglesias como los Testigos de Jehová, los Mormones (Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) y diversas iglesias independientes suman más de 50 millones de personas.
En cuanto al islam
El islam no tiene festividades religiosas específicas en diciembre ni una fiesta de Año Nuevo en el sentido gregoriano. En países más conservadores como Arabia Saudita, el enfoque es completamente espiritual y no se realizan celebraciones públicas. El islam se centra en las enseñanzas del Corán y los dichos y hechos del Profeta Muhammad (hadices). No hay referencias explícitas en los textos islámicos principales que relacionen el solsticio de invierno o de verano con prácticas o eventos religiosos. Dado que el calendario Hijri se basa en las fases de la luna y no en el sol, los “sol”-sticios no tienen un papel en la organización de las celebraciones religiosas. La forma en que se percibe y celebra el Año Nuevo Islámico puede variar según el país: En países como Indonesia y Malasia, puede haber celebraciones culturales, procesiones, o reuniones comunitarias. En Turquía y el Líbano buena parte de su población celebran las fiestas decembrinas y el Año Nuevo Gregoriano como un evento cultural, con reuniones familiares, fuegos artificiales y festividades.
China
El Dongzhi o solsticio de invierno, significa la llegada del invierno, y es uno de los festivales más antiguos de China, con más de 2,500 años de historia. Marca el día más corto del año y el comienzo del período en que los días se alargan nuevamente, simbolizando equilibrio, renacimiento y un nuevo comienzo. Generalmente ocurre entre el 21 y el 23 de diciembre. Dongzhi es un momento para reunirse con la familia y se preparan platos tradicionales como el Tangyuan (bolas de arroz glutinoso que simbolizan la reunión familiar y la armonía. Los Dumplings en el norte de China, se comen para protegerse del frío y simbolizar riqueza. Muchas familias rinden tributo a los espíritus de sus antepasados con ofrendas y oraciones.
En la filosofía china, el Dongzhi o solsticio está vinculado al equilibrio del yin y yang. Es un período en el que el yin —energía oscura y fría — está en su máximo, mientras que el yang —energía cálida y luminosa— comienza a aumentar.
En el solsticio de Verano (Xiazhi) el yang está en su máximo, pero el yin comienza a manifestarse, marcando la transición hacia el equilibrio. Este enfoque refleja la conexión de la cultura china con la naturaleza y los ciclos cósmicos, en los que cada cambio se considera parte de un equilibrio universal.
Japón
En Japón, los solsticios de invierno y verano tienen significados culturales y tradicionales. Están profundamente vinculados con la observación de la naturaleza y la conexión con los ciclos estacionales, que son pilares en la espiritualidad japonesa y en las prácticas tradicionales.
El solsticio de invierno, conocido como Tōji, simboliza un momento de renovación y preparación para el nuevo año. Es costumbre tomar un baño caliente con yuzu, un cítrico japonés. Se cree que este ritual protege contra resfriados, mejora la circulación y atrae buena fortuna. El aroma refrescante del yuzu también se asocia con la purificación y la relajación. Se consumen alimentos que simbolizan salud y longevidad.
Muchas personas visitan santuarios o templos para reflexionar y conectarse con los ciclos de la naturaleza.
Países nórdicos
En los países nórdicos, Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia e Islandia, los solsticios de invierno —Yule— y verano —Midsommar o Juhannus— tienen un profundo significado cultural y están marcados por tradiciones, algunas de las cuales tienen raíces en las antiguas religiones. Estas celebraciones reflejan la estrecha conexión de estas sociedades con los ciclos naturales, especialmente debido a las largas noches de invierno y los días interminables del verano en estas regiones.
En Yule, el día más corto del año, ha sido importante para los países nórdicos desde tiempos antiguos, antes de la llegada del cristianismo. Se encendían grandes hogueras para simbolizar el renacimiento del sol. Los nórdicos ofrecían sacrificios a los dioses y festejaban con banquetes. Se quemaba un tronco especial en la chimenea, y sus cenizas se guardaban como talismán de buena suerte para el año siguiente. Yule evolucionó con la llegada del cristianismo, integrándose en la Navidad, que en los países nórdicos todavía lleva ese nombre. Aunque muchas prácticas son cristianas hoy, el simbolismo del solsticio permanece: Las decoraciones navideñas incluyen muchas velas y luces, simbolizando el regreso de la luz. Las familias se reúnen para banquetes y celebraciones íntimas, similares a las antiguas tradiciones de Yule. Es por eso por lo que el denominado arbolito de Navidad que buena parte de la humanidad coloca en sus hogares en diciembre es verdaderamente el símbolo del solsticio de invierno.
En Suecia, el solsticio de verano o Midsummer es una de las festividades más importantes, después de la Navidad y/o el solsticio de invierno.
En Finlandia, en Juhannus se encienden grandes hogueras junto a lagos y ríos y miles de personas viajan a sus casas de campo para disfrutar de la naturaleza y las saunas. Se asegura que es un momento mágico para rituales de fertilidad y amor.
En Noruega y Dinamarca el solsticio de verano se celebra como el Día de San Juan (Sankthans), con hogueras para simbolizar el sol.
En los países nórdicos, los solsticios son un símbolo de esperanza y renacimiento, y una celebración de la abundancia de la naturaleza y la conexión con las tradiciones agrícolas.
América Central
En México, los mayas y aztecas otorgaban gran importancia al solsticio por su relación con el ciclo agrícola y sus calendarios astronómicos. Monumentos como el Templo de Kukulkán en Chichén Itzá están alineados con los solsticios.
Durante estos días, los rayos del sol se celebran y crean un efecto visual que parece que una serpiente desciende por las escaleras de la pirámide.
En Perú, celebran la Inti Raymi o Fiesta del Sol. Los incas celebraban el solsticio de invierno, en junio en el hemisferio sur, como una festividad religiosa dedicada al dios Sol, Inti. En la actualidad, el Inti Raymi se recrea en Cusco como un festival cultural con desfiles y rituales.
En el Reino Unido, en el icónico monumento de Stonehenge, durante el solsticio de verano, el sol se alinea perfectamente con las piedras centrales, lo que atrae a miles de visitantes cada año. El solsticio de invierno también es significativo, ya que marca el fin de las noches más largas.
En la India, el festival Makar Sankranti, marca la transición del sol hacia el hemisferio norte y el regreso de días más largos. Está vinculado al solsticio de invierno y celebra la cosecha. Es un evento importante en todo el país, con prácticas como volar cometas, baños rituales en ríos sagrados y comidas especiales.
En Irán, la noche del Solsticio de Invierno, denominad Yalda es una celebración persa que marca la noche más larga del año. Se pasa en familia, comiendo granadas, nueces y leyendo poesía de Hafez. Simboliza el triunfo de la luz sobre la oscuridad.
El solsticio es importante en muchas culturas alrededor del mundo, tanto en el pasado como en el presente. Aunque los contextos y significados varían, en su mayoría simbolizan renovación, equilibrio y conexión con la naturaleza. Desde festivales de luz hasta rituales agrícolas, el solsticio sigue siendo un poderoso recordatorio de los ciclos de la vida y del impacto del cosmos en la humanidad.
Causas de las coincidencias
Estas coincidencias no son fortuitas. El solsticio, ya sea de invierno o de verano, simbolizaba para los antiguos la relación entre la humanidad y los ciclos de la naturaleza. Para los pueblos agrícolas del hemisferio norte, el solsticio de invierno representaba la promesa de días más largos y cálidos, mientras que en el hemisferio sur el solsticio de verano celebraba la plenitud de la luz y la fertilidad de la tierra. Este patrón cíclico se convirtió en una metáfora universal de renacimiento y de renovación espiritual.
La paz en diciembre: un patrón universal
Desde las Saturnales romanas hasta las modernas festividades navideñas, la humanidad ha encontrado en diciembre un momento para la unión y la reconciliación. Es en este escenario que podemos evocar uno de los episodios más conmovedores de la historia: la Tregua de Navidad durante la Primera Guerra Mundial en 1914. En pleno campo de batalla, soldados alemanes y los de las fuerzas aliadas, movidos por el espíritu de la Navidad, cesaron las hostilidades. Bajaron las armas, salieron de sus trincheras y compartieron villancicos, intercambiaron alimentos, e incluso, jugaron un partido de fútbol. Este acto espontáneo, aunque breve, demostró que la paz es posible en medio de las circunstancias más adversas.
El llamado a una tregua global
En un mundo en conflicto, el espíritu del solsticio de diciembre nos invita a actuar. Este año, esperamos una «Tregua del Solsticio», un alto al fuego simbólico y real en los conflictos que desgarran a la humanidad. Desde la guerra en Ucrania hasta las conflagraciones en el Medio Oriente, hacemos un llamado a la tregua que debe trascender fronteras y credos. También debemos extender este espíritu de reconciliación a nuestras propias comunidades, buscando superar la polarización que fragmenta nuestras sociedades.
Así como las estrellas del solsticio iluminan el cielo más oscuro en el norte y el sol alcanza su plenitud en el sur, la humanidad puede encontrar en estos días decembrinos la fuerza para unir corazones y sanar divisiones. Este solsticio de diciembre, hagamos de la tregua no solo un acto de paz, sino un primer paso hacia la esperanza.
Sabemos que es difícil buscar la ausencia de guerra, cuando desde lo más alto de la pirámide social todo el tiempo se habla de confrontación, de enemigos, de magnicidios, de revanchas, y de consignas amenazadoras. La tregua no es otra cosa que la cesación de hostilidades por un tiempo determinado. Claro que la deseamos por siempre, pero al menos comencemos por un par de semanas. Es un descanso a la hostilidad y al odio que padece parte de la humanidad. Diciembre es tiempo de paz no de refriega.
Lo negativo, lo que destruye no perdura en el tiempo ni en el pensamiento de la gente. Por el contrario, la historia le asigna a lo positivo, a lo que construye, el puesto predominante. Nada más apreciado por la humanidad que la paz, el amor, por todo lo que significó el cambio del paradigma del odio a los demás y a lo diferente, a favor del amor al prójimo sin discriminaciones.
Amor y paz
Determinar quién fue el primer ser humano en proponer amor y paz no es posible, ya que la historia de la humanidad se remonta a miles de años antes de la invención de la escritura, y muchas ideas trascendentales surgieron de manera oral y colectiva. Sin embargo, en los registros históricos, los primeros que articularon estas ideas de manera filosófica o religiosa incluyen figuras de tradiciones antiguas:
Los sabios de las primeras civilizaciones
En las Religiones de Mesopotamia (3000 a.C.), los textos de esta región, como los himnos sumerios, reflejan ideas sobre armonía y respeto entre los humanos y los dioses, aunque no se enfocan explícitamente en «amor y paz» como lo entendemos hoy.
Confucio (551–479 a.C., China), aunque posterior a otras tradiciones, promovió el amor benevolente (ren) y la armonía social como principios esenciales para la convivencia pacífica.
Zaratustra (Zoroastro, Siglo VI a.C.), un profeta persa y fundador del zoroastrismo, es considerado uno de los primeros en establecer una visión ética y espiritual basada en el amor y la bondad. Predicó el combate contra el mal a través de la verdad y la paz, influyendo en las tradiciones judeocristianas posteriores.
Siddhartha Gautama (Buda, Siglo VI a.C.), fue una de las primeras figuras en desarrollar un sistema filosófico y ético basado en la compasión universal y la paz interior, proponiendo el amor hacia todos los seres vivos como un camino hacia la iluminación. El fundador del budismo, Buda, enseñó el camino del desapego, la compasión y la no violencia como medios para alcanzar la iluminación y la paz interior. Promovió el amor universal, conocido como metta o amor benevolente, hacia todos los seres vivos. Sus enseñanzas instaron a superar el sufrimiento a través de la comprensión y la paz mental.
Jesús de Nazaret (Siglo I d.C.) Aunque posterior a figuras como Buda o Zaratustra, profundizó en la idea de amor incondicional y paz universal, consolidándola como un pilar central de su mensaje. Su influencia fue global y marcó profundamente la civilización occidental. Jesús es quizás la figura más emblemática asociada con el amor y la paz. En sus enseñanzas, recogidas en el Nuevo Testamento, promovió el amor incondicional hacia el prójimo, el perdón y la reconciliación como pilares de la convivencia humana. Estas enseñanzas cambiaron profundamente las bases éticas y morales de muchas culturas alrededor del mundo.
En la familia unidad y no separación
El solsticio, ya sea de invierno o de verano, nos muestra sobre los ciclos de la vida, los cambios y el renacer. Integrar este espíritu a las tradiciones familiares, respetando las diversas creencias culturales y religiosas, puede ser un puente para fortalecer la unión, el amor y la armonía en el hogar. Al reunirnos en estas fechas, ya sea compartiendo una comida, encendiendo una vela o simplemente disfrutando de la compañía mutua, podemos sembrar valores como la gratitud, la esperanza y la renovación. Que esta energía sirva para enfrentar la vida con remozadas fuerzas, buscando siempre la mayor felicidad y haciendo de cada día una oportunidad para iluminar nuestro camino y el de quienes amamos. Recordemos que, al igual que el sol renace y trae luz tras la noche más larga, nosotros también podemos encontrar en estos momentos la fortaleza para empezar de nuevo. Hagamos del hogar un refugio de calidez y esperanza, donde las diferencias se transformen en aprendizajes y los vínculos en pilares inquebrantables. Que este espíritu del solsticio nos inspire a ser portadores de paz, amor y felicidad para quienes nos rodean, hoy y siempre.
Si deseas profundizar sobre el tema o consultarnos, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que La Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos y son nuestros deseos que tengan un feliz Día del Espíritu del Solsticio, de la Navidad, una muy radiante nochebuena, un venturoso Janucá y que la llegada del nuevo año nos traiga a todos luz y esperanza a nuestras vidas.
María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad, Qué cosas y cambios tiene la vida y ¿Quién es el Universo?
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