Una recomendación que invita a reflexionar sobre las consecuencias para la infancia del exceso de compras y el consumismo navideño
¿Qué es portarse bien? Algunas ideas sobre límites, normas, obediencia y adultocentrismo
Dentro de unos días, cuando llegue Papá Noel, en la casa de Sara Mendiola habrá cuatro regalos para su hijo pequeño: una mesa de luz que ella ha elegido, una espada láser que ha pedido el niño, unas protecciones para andar en bici y un álbum de cromos. Desde hace años, esta madre intenta aplicar la regla de los cuatro regalos, una pauta básica que propone ceñirse a regalar cuatro cosas a cada niño o niña: algo para llevar puesto (como ropa o zapatos); algo para leer o aprender, o bien una experiencia (cuentos o entradas para un museo o un concierto); algo que el niño o niña desee mucho (que suelen ser juguetes) y algo que necesite (por ejemplo, una mochila nueva para el colegio).
Sara reconoce que no siempre lo consigue, especialmente en las casas de tíos y abuelas, pero sí lo intentan. Otro truco que utiliza es reducir el número de paquetes: “Por ejemplo, este año le he comprado una mesa de luz, y para que tenga cosas para jugar con ella, he incluido dos sets de piezas traslúcidas, pero lo he puesto todo en una cajita, así solo abre un regalo”, explica.
El consumismo desatado en Navidades, que muchas veces deriva en un exceso de regalos para niños y niñas, puede provocar lo que se conoce como el “síndrome del niño hiperregalado”. Así define este fenómeno la psicóloga y neuróloga infantil Elísabet Rodríguez Camón: “Es el conjunto de consecuencias psicológicas adversas que puede experimentarse en la etapa infantil, cuando el grado de desarrollo y maduración personal aún está consolidándose, al recibir un excesivo número de regalos en una celebración como puede ser la etapa navideña”. Para esta experta, el peligro de esta sobreestimulación es que niños y niñas pierdan capacidad de atención, además de generar “reacciones de falta de agradecimiento, egoístas, superfluas y competitivas”.
Alejandra Melús, experta en atención temprana y madre de tres niños, invita a reflexionar sobre el origen de ese exceso: “Es importante que asumamos que esa parte consumista la tenemos los adultos y se la transmitimos a los niños; en ningún caso los niños son responsables de ello, a pesar de que muchas veces les acusemos de pedir demasiadas cosas. Somos nosotros como adultos los que tenemos la responsabilidad de educarlos, de ponerles límites y de hacerles entender que no se puede tener todo”, asegura.
El consumismo desatado en Navidad, que muchas veces deriva en un exceso de regalos para niños y niñas, puede provocar el fenómeno que se conoce como el 'síndrome del niño hiperregalado
Melús invita a tomarse esta norma como una guía, no como una pauta estricta: “Creo que se ha hecho con el propósito de tomar conciencia de lo que hacemos en esta época de fiestas, y de fomentar un consumo más responsable y sostenible”, explica.
También en la casa de la pedagoga Nieves Manrique habrá cuatro regalos estas Navidades, tal y como viene haciendo desde hace tiempo. “Incluso antes de ser madre, ya lo aplicaba con el resto de mis familiares”, aclara. Pero ahora que tiene niños intenta aplicarlo de manera más consciente todavía, entendiendo que la responsabilidad está en los adultos. “Creo que es una manera muy buena de controlar el consumismo, de controlarnos a nosotros mismos, a los padres y a la familia, porque nos volvemos locos a veces. Es una buena manera de enseñar a los peques que los regalos no solo son deseos, sino también necesidades, y explicarles que hay niños y niñas que pueden no tener esas necesidades cubiertas”.
Un regalo que el niño necesite, uno para llevar puesto, uno para leer o aprender –o una experiencia– y un juguete que desee mucho
Para Manrique, las consecuencias de regalar en exceso son claras: “Si les llenamos de regalos, se ponen a abrir, abrir y abrir, y luego no saben ni lo que les han traído, no lo valoran tanto. Si reciben miles de regalos cada vez, y solo de deseos, no van a poner en valor el resto de cosas. Tenemos que acompañarles también en ese camino”, reflexiona.
Esta clave que apunta Manrique es fundamental, y la señala también Alejandra Melús: “Al regalarles algo que necesiten en su día a día, como una prenda de ropa, una mochila o una caja de lápices de colores, estamos poniendo en valor aquellas cosas que compramos de manera corriente y que se dan por hecho”, señala.
Otro de los puntos interesantes es que esta norma permite que los niños y niñas entiendan los límites, como explica la psicóloga y neuróloga Elísabet Rodríguez Camón: “Ayuda a los pequeños a asumir el no como un fenómeno natural, y eso es un aprendizaje esencial para la gestión de la tolerancia a la frustración”.
Es importante que asumamos que esa parte consumista la tenemos los adultos y se la transmitimos a los niños; en ningún caso los niños son responsables de ello, a pesar de que muchas veces les acusemos de pedir demasiadas cosas
El regalo dedicado a aprender o compartir un plan en familia, como las entradas para un museo o para un concierto, ayuda a dedicarnos tiempo y poner en valor las experiencias compartidas. Alejandra Melús invita a las familias a pensar en esto, más allá de los regalos: “Además de estar hiperregalados, muchas veces los niños y niñas están hiperestimulados de planes navideños. Nos empeñamos en llevarles a ver el Papá Noel de no sé dónde o en comprar entradas carísimas para no sé qué espectáculo, cuando en realidad lo que necesitan es que les hagamos partícipes de las celebraciones”, asegura.
Melús propone dedicarles “el tiempo que tengamos, sea mucho o poco”, siendo conscientes de que muchas veces la conciliación se complica durante las vacaciones escolares. “La clave es hacerles sentir en el día a día que no estorban, que les tenemos en cuenta y que nos apetece compartir tiempo con ellos, ya sea poniendo la mesa para una celebración familiar, implicándoles en la elección de la comida o haciéndoles sentir partícipes de la magia navideña”, concluye Melús.