Costa Rica tiene tres nuevas especies de plantas. No son nuevas para la ciencia, porque ya se habían visto en otros países, pero fueron científicos del Museo Nacional de Costa Rica, con el apoyo de colegas de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional (UNA), los que determinaron su presencia en el país.
Sus nombres son Miconia rupicola Gleason, Phyllanthus elsiae y Coccoloba williamsii Standl. Este último pertenece a un género de árboles conocido popularmente como “papaturro”.
Las dos primeras ya eran esperadas para Costa Rica, dada su presencia en Nicaragua y en Panamá, pero de todas formas constituye una sorpresa agradable. El C. Willamsii reporta su primera aparición en Mesoamérica, antes solo se había visto en Colombia y Perú.
“Estos hallazgos representan un avance significativo en el conocimiento de la flora costarricense y en particular de los hábitats de humedales y resaltan la importancia de la exploración y colaboración científica en la conservación de la biodiversidad”, afirmó Armando Estrada Chavarría, investigador del Herbario Nacional del Museo Nacional.
El M. rupicola fue descubierto en el Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo y desde entonces solo se ha visto ahí. Es un arbusto de entre 1 y 4 m de altura, asociado a hábitats costeros, desembocaduras de ríos y áreas pantanosas. También es típico de bosques secundarios en elevaciones bajas.
“El reporte inicial lo hizo el botánico Eduardo Chacón, de la Escuela de Biología de la UCR. El Dr. Chacón observó la especie en Manzanillo, pero en esa oportunidad no logró recolectarla. La comunicación que nos hizo fue clave para que los funcionarios del Herbario pudiéramos confirmar el registro”, explicó Estrada.
La planta pertenece a la familia denominada Melastomataceae. Florece y da frutos durante todo el año; se distribuye desde Nicaragua hasta Perú.
Las flores y frutos de este arbusto sirve de alimento para aves y otras especies.
Por su parte, el Phyllanthus elsiae o Cicca elsiae (nombre propuesto recientemente de acuerdo con una nueva clasificación). Se trata de un árbol dioico, esto significa que cuenta con individuos macho y hembra. Pertenece a la familia Phyllanthaceae.
El árbol puede alcanzar hasta 15 m de altura y se desarrolla en hábitats costeros y estuarios. Se distribuye desde México hasta Colombia, y también se ve en Venezuela, Surinam y las Guayanas.
En Costa Rica el único registro hasta ahora es el que se encuentra en el estero Negro de Limón, ubicado entre Limón y Cahuita.
Su hallazgo fue fortuito. Durante una gira de investigación de campo hacia Manzanillo, el equipo de biólogos del Museo decidió explorar los márgenes del estero Negro en busca de otra planta de interés.
La investigación en laboratorio de la recolecta de plantas dio como resultado la presencia de este nuevo registro para el país.
El primer registro de C. williamsii fue en Pocares y La Valeria, en las llanuras de Parrita, Puntarenas. Es un árbol de 7 a 10 metros de altura, generalmente presente entre vegetación que se encuentra en los márgenes y llanuras de inundación de ríos. También se encuentra en pastizales, utilizado por finqueros locales como cercas vivas y para sombra del ganado.
Es muy apreciado por sus frutos comestibles, los cuales también atraen una gran variedad de aves.
“La floración se da de mayo a junio y en diciembre. Durante esta época se observó la visita de una gran cantidad y variedad de insectos, entre ellos mariposas, abejones, abejas y avispas. También se notó la asociación con hormigas e incluso nidos de estas sobre hojas y ramas” aseguró Estrada.
Gracias a su atractivo follaje, buena respuesta a las podas y capacidad de rebrotar, el “papaturro” es una especie con gran potencial ornamental. De hecho, se plantaron dos ejemplares con estos fines en el Parque Metropolitano La Sabana, que llegaron ahí sin saber que se trataba de una nueva especie en el país.
Con este hallazgo, el número de especies de Coccoloba o “papaturros” en el país llega a 18 especies y en Mesoamérica a 48 especies.
El proceso para identificar una nueva especie de planta puede ser largo. Inicia con la recolección de plantas, para después pasar a la etapa de laboratorio donde, a través de la revisión bibliográfica exhaustiva, comparación con otros ejemplares y la observación de la planta, se determina que es nueva para la ciencia, para la región o el país.
Una vez escrito el artículo y validado por científicos internacionales, se publica en una revista especializada para dar a conocer el hallazgo.