Ya lo advertía hace unas semanas el director del Prado, Miguel Falomir : el museo está apostando fuerte por la escultura y lo va a seguir haciendo. Es más que una pinacoteca. Su colección escultórica , mucho menos conocida que la pictórica pero muy relevante, consta de más de mil piezas. Poco a poco se están haciendo hueco en sus salas. Han centrado nuevas instalaciones en el Patio Norte y en la Galería Jónica Norte del Edificio Villanueva, en la Sala 58 B se muestra un conjunto de 18 medallones anónimos de mármol; ha habido compras importantes (obras de Berruguete, Juan de Mesa, Martínez Montañés), y hasta protagonizan importantes exposiciones, como la más reciente: 'Darse la mano' , metáfora de la convivencia entre pintura y escultura en el museo. Ahora, las cinco esculturas de los Leoni que lucían en el Claustro de los Jerónimos han pasado, de forma permanente, al lugar de honor del Prado, su galería central, junto a pinturas de Tiziano , que también contribuyó a la difusión de la imagen de la Familia Real. No se han colocado en el centro de la galería, sino entre las columnas en las paredes. Con ello, el museo ha querido devolver a estas cinco esculturas «su gran simbolismo en el contexto del retrato dinástico de los Habsburgo, afianzando así el propio discurso expositivo del Prado. Las esculturas se ubican ahora en su entorno natural, conformando un espacio de alta densidad simbólica». Son las efigies de Isabel de Portugal, María de Hungría, Carlos V y Felipe II, realizadas en los talleres de los célebres escultores milaneses Leone (1509-1590) y Pompeo Leoni (h. 1533-1608) , los más importantes e influyentes de su época al servicio de la Corte española. De Carlos V hay dos esculturas. Una, en mármol, realizada hacia 1553. En 1549, dos años después de la batalla de Mühlberg, el emperador encargó a Leone este retrato. Luce una armadura decorada con una representación de Marte, dios de la guerra; el Toisón de Oro, la banda y la espada. La segunda, un busto de Carlos V en bronce (hacia 1555), que descansa sobre un águila, como símbolo heráldico, flanqueada por dos desnudos. Por su parte, la escultura de su hijo el Rey Felipe II , realizada en bronce, firmada y fechada en 1564, fue encargada por su tía, María de Hungría, para la galería escultórica de retratos familiares del palacio de Binche, cerca de Bruselas. El Monarca porta el bastón de mando y la espada. La escultura de la Reina María de Hungría , esculpida en bronce por los Leoni, está firmada y fechada en 1564. Destacada mecenas y hermana de Carlos V, se casó en 1521 con el rey Luis II de Hungría, que murió cinco años más tarde. Fue gobernadora de los Países Bajos. En esta estatua aparece vestida de viuda, con toca y estola rematada con cruces. Sostiene un misal. Finalmente, los Leoni llevaron a cabo la escultura de la Emperatriz Isabel (en bronce), firmada y fechada en 1564. Desempeñó un relevante papel político como gobernadora del reino durante las prolongadas ausencias de su esposo, el emperador Carlos. Para la fisonomía de esta imagen póstuma de la emperatriz Leone Leoni se inspiró en un retrato de Tiziano. Isabel viste una lujosa saya cortesana, cuidadosamente labrada con un rico repertorio de grutescos. Los detalles finales fueron cincelados en Madrid por los plateros Felipe Jusarte y Micael Méndez, supervisados por Pompeo Leoni. Desde el Prado valoran así la importancia de las piezas: «Es uno de los grupos más icónicos del panorama artístico del aquel momento. La alta calidad técnica y formal de diversos retratos de la familia del Emperador Carlos V se sitúa en uno de los estadios más elevados de excelencia artística de lo que se estaba llevando a cabo en la escultura europea del siglo XVI. Con una función conmemorativa, que buscaba perpetuar el linaje y la fama a través de la representación plástica, las esculturas suponen un verdadero alarde no sólo en su mismo concepto compositivo, derivado de los consagrados modelos grecolatinos, sino en un esmerado acabado, de extraordinaria minuciosidad, propia de un trabajo de orfebrería». Aunque el Prado las 'asciende' de categoría al instalarlas en su espacio de honor, en realidad las esculturas 'descienden' : se sitúan a una altura más baja de como estaban expuestas en el claustro, sobre elevados pedestales, permitiendo con ello que el público disfrute de todos los detalles. La hasta ahora última ampliación del Prado (en realidad, la última será la del Salón de Reinos ) fue llevada a cabo por el arquitecto Rafael Moneo , quien diseñó un edificio de nueva planta y restauró el Claustro de los Jerónimos, que quedó integrado en el museo. Las protestas de los vecinos de los Jerónimos retrasaron el proyecto e hicieron que Moneo tuviera que modificar su propuesta original. De momento, el Claustro quedará sin obras de arte, pero no será por mucho tiempo. Desde el Prado no desvelan qué piezas sustituirán a las de los Leoni.