Se trata prestar atención al uso que le damos a los utensilios de limpieza, la frecuencia del lavado del textil de hogar y a acompasarnos con los ritmos de lavado
No ocupan y puedes usarlas en cualquier sitio: cuatro ejercicios con bandas elásticas para completar tus rutinas
Con nuestra ajetreada vida laboral y familiar a veces es complicado pararse un momento y poner en marcha hábitos que te ayuden a mantener tu casa lo más higiénica posible. En realidad, no se trata de darse grandes atracones de limpieza o de acciones muy costosas. Todo lo contrario. Son pequeñas rutinas que pueden mantener tu hogar pulcro y alejado de gérmenes. Hay que tomar conciencia y ponerse en marcha.
Se trata prestar atención al uso que le damos a los utensilios de limpieza, la frecuencia del lavado del textil de hogar y acompasarnos con los ritmos de lavado. En este artículo hablaremos de diez hábitos de higiene casera a adoptar para vivir en un entorno más confortable y seguro.
Una de las formas más importantes para tener higiene en el hogar es limpiar o cambiar con frecuencia los utensilios de limpieza como las esponjas, las bayetas, los estropajos e incluso el cepillo y el cubo porque, de otro modo, solo estaríamos restregando la suciedad por los platos, muebles o el suelo.
Especialmente, la esponja de la cocina almacena bacterias en gran medida. Para reducir la presencia de bacterias lo ideal sería cambiarla una vez por semana. Para ello, recomendamos comprar paquetes múltiples y así tener una nueva siempre a mano.
En ciertos hogares se tiene un solo paño y se utiliza para todo: limpiar el váter y la ducha, pasarla por la encimera o los muebles de la casa. Esta práctica no es higiénica ya que se pueden propagar gérmenes fácilmente.
Lo adecuado es tener una bayeta exclusiva para el cuarto de baño con la que limpiemos el váter, la ducha y el lavabo; mientras que utilizamos otra distinta para las superficies de la cocina. También es importante lavarse las manos al dejar la bayeta en su sitio al concluir con la limpieza de ese espacio.
Aunque no percibamos la suciedad de las plantas del calzado que utilizamos en el exterior, realmente se acumulan cientos de miles de bacterias en ellas. Por ello, siempre es recomendable descalzarse al entrar en casa y ponerse las zapatillas de casa o calcetines nórdicos para transitar por ella. De esta forma, no llevamos la suciedad del exterior por todas las habitaciones.
Nuestro hogar está poblado de pequeños objetos en los que no reparamos y olvidamos que también acumulan suciedad. Pueden convertirse en fuentes de polvo y bacterias.
Para evitarlo hay que limpiar también de vez en cuando con detalle esas pequeñas cosas, como son los interruptores de la luz, los zócalos o el mando a distancia del televisor. Para este último, que toqueteamos prácticamente a diario, es recomendable una limpieza semanal con un paño y alcohol e, incluso, utilizar un palillo de dientes para quitar la suciedad que se almacena entre los huecos de los botones.
En las toallas se acumulan muchos gérmenes. En primer lugar, es fundamental dejar que se sequen bien antes de guardarlas en el armario o colgarlas en el baño. Tampoco es buena idea introducirlas húmedas en el cesto de la ropa ya que puede generar humedad en otras prendas y favorecer el crecimiento de bacterias. En su lugar, habría que extenderlas unas horas hasta que queden secas.
Por otro lado, si nos duchamos a diario sería recomendable incorporar la rutina de lavarlas cada dos semanas para evitar la presencia de tantos gérmenes y microbios. La temperatura perfecta para eliminar bacterias y virus es 60ºC.
Algo similar ocurre con las sábanas. Lo recomendable es lavar las sábanas cada semana o como máximo, cada dos. En ese caso, dormiremos más relajados, frescos y confortables.
Puede resultar complicado limpiar una mancha en nuestra alfombra ya que se trata de un textil diferente del hogar. Para extraer las manchas lo mejor es secarlas y, cuando estén completamente secas, utilizar un producto quitamanchas especializado en alfombras y seguir con sumo cuidado las instrucciones.
Aunque limpiemos de forma regular la placa de la cocina después de cocinar para que no queden restos de aceite y comida, en muchas ocasiones nos olvidamos de los mandos. En ellos también se acumulan gérmenes y restos de comida, por lo que es imprescindible lavarlos con agua caliente y un limpiador jabonoso con la mayor frecuencia posible.
Hay veces que da pereza justo después de comer o cenar fregar los cacharros del fregadero o incluso colocar los platos y los vasos en el lavavajillas. Ya lo haremos luego. Craso error.
Las bacterias también proliferan en la vajilla tras pasar mucho tiempo en el fregadero. Se trata de los mismos platos y vasos en los que luego comerás y beberás. Así que mejor vencer un poco esa pereza inmediata y dejar el fregadero limpio y recogido.
Hay ocasiones en que ponemos una carga en la lavadora y no estamos pendientes de sacar la ropa cuando acaba. Estamos ya en otros quehaceres. Pero esta no es la mejor idea. Cuanto más tiempo pase la ropa dentro del tambor hay más posibilidades de acumular moho y malos olores en las prendas. Una idea para no olvidarnos de esa ropa es ponernos un recordatorio en el móvil o disponer de suficiente tiempo en casa para tender cuando el lavado haya terminado.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que cuando se acumulan pelusas en el filtro se impide el flujo de aire y las prendas de ropa no se secarán tan rápidamente. También puede aumentar los niveles de humedad y la acumulación de pelusas, así que es conveniente limpiarlo cada dos o tres meses.