En años recientes hemos observado en diferentes países un descontento general con el liberalismo que había dominado en las últimas décadas y señales crecientes del inicio de un nuevo ciclo político y económico. El crecimiento económico estable no resolvió la desigualdad y fenómenos como la creciente migración y la delincuencia internacional plantean nuevos retos. Se observa también una tendencia a la desglobalización, con iniciativas de reducción en la interconexión económica entre países, mayor proteccionismo comercial y aumento del nacionalismo económico. La redefinición geopolítica internacional, con la creciente competencia entre China y Estados Unidos, cambios políticos hacia los extremos en Europa, el resurgimiento de Rusia y la búsqueda de mayor espacio en las decisiones internacionales de países y bloques como los BRICs, indican el inicio de una profunda transformación de la que México forma parte. El avance de la tecnología es otro factor que incide en el cambio, con el desarrollo de la inteligencia artificial, el manejo masivo de información y la transformación de las telecomunicaciones.
Nuestro país también está inmerso en un cambio profundo, en parte por esa transformación global pero también por circunstancias internas. Estamos en tiempos de definiciones y las decisiones estratégicas que se tomen en materia de política pública y de vinculación entre sectores, tendrán un impacto duradero. La capacidad de México para impulsar un mayor y mejor desarrollo económico y social, así como para definir la presencia del país en las conversaciones y definiciones globales, dependerán en buena medida de estas decisiones.
Después de seis años de un discurso político de división, basado en señalamientos y descalificaciones, existen hoy las condiciones para construir entre el gobierno federal y el sector empresarial un nuevo modelo de desarrollo que transforme a México en un país más justo, más seguro, fuerte y próspero. Por un lado, desde el sector privado se ha venido impulsando desde hace varios años un modelo de desarrollo inclusivo. El sector productivo, en la voz de Coparmex bajo el liderazgo de José Medina Mora, ha reconocido la necesidad de promover políticas económicas de mercado solidarias, con un estado democrático y de derecho que garantice los derechos humanos, la justicia y las libertades, así como el impulso a la educación y salud suficiente y de calidad, en condiciones propicias para la movilidad social. Es una postura enfocada en el bien común, responsable y comprometida con México.
Por otro lado, desde el gobierno federal, en la nueva administración de Claudia Sheinbaum, se ha extendido la mano con la propuesta de prosperidad compartida. En diálogo con los empresarios y con iniciativas concretas, tales como el anuncio reciente del Plan México, cuyo objetivo es generar cadenas de valor dentro del país que promuevan la producción nacional de productos que hoy se importan. Ello potencia la producción en diversas escalas, desde pequeñas microempresas hasta grandes corporaciones y reduce la dependencia de las importaciones, principalmente de Asia.
Este acercamiento se da en el contexto de un crecimiento económico débil y de finanzas públicas comprometidas y muy limitadas para impulsar la inversión productiva. Existe un reconocimiento implícito de que es a través de la inversión privada, nacional y extranjera, que se podrá impulsar un mayor crecimiento de la economía y se sentarán las bases para financiar el desarrollo social en condiciones estables y duraderas.
En paralelo, México tiene la gran oportunidad de replantear la relación con Estados Unidos sobre una base de aliados estratégicos. El poder transitar en México de una composición de exportaciones de productos principalmente ensamblados, hacia otra con mayor participación de industrias de alto valor agregado y que requieren de mano de obra más calificada, permitiría al país dar un salto muy importante hacia adelante en la capacidad de generación de riqueza y también de influencia internacional. Atraer a México inversiones enfocadas en estos procesos productivos, facilitarán a los Estados Unidos el contrarrestar la influencia de China en su propia economía, elevando al mismo tiempo la competitividad de Norteamérica. La participación de los empresarios en la nueva fase del T-MEC y en la ejecución de las acciones que de ella se deriven, es esencial.
Estamos en momentos de definiciones y el diálogo constructivo entre los empresarios y el gobierno, son una pieza fundamental para la construcción de un mejor país. En el marco de sus principios y valores, la Coparmex ha sentado las bases para que ese diálogo avance exitosamente y lo continuará haciendo bajo el liderazgo del nuevo Presidente Nacional, Juan José Sierra. Este diálogo, basado en una visión económica compartida, debería también contribuir a una conversación que lleve a transformaciones que beneficien a México en otros campos, notablemente seguridad y promoción de las libertades.
*Es Vicepresidente Nacional de COPARMEX y Presidente del Consejo Consultivo Nacional del IMEF. Socio Director de AMCG/TANTUM.