En la crisis siria se habla mucho de los islamistas y de la dictadura de Al Assad, pero poco de su petróleo, codiciado por los vecinos y por Estados Unidos. La economía siria estaba basada en el turismo, hoy prácticamente inexistente, y después por la agricultura, diezmada por la guerra. Es el petróleo, en realidad, su auténtica riqueza, amén de los fosfatos y la sal. De hecho, es el único país productor de crudo en el Mediterráneo oriental, pues Líbano, Israel y Palestina tienen yacimientos marinos de gas natural, pero nada de oro negro. Siria poseía 2.500.000.000 de barriles de reservas probadas en 2016, lo que la situaba en el puesto 31 del mundo, representando el 0,2% de las reservas totales, o lo que es lo mismo, 1.650.585.140.000 barriles. Es este petróleo el valor más codiciado por Estados Unidos. La Casa Blanca anunció otrora el retiro de sus tropas del norte de Siria, pero rectificó de inmediato para afirmar que retendría un contingente militar para resguardar las instalaciones petroleras, con ayuda de las fuerzas kurdas, principales beneficiarias de la producción. La idea del Pentágono era impedir que el propio gobierno sirio o Rusia pudieran explotar ese crudo, y tampoco el Estado Islámico.Se habla mucho de derrocar dictaduras para llevar la democracia a países gobernados por autócratas como Bashar Al Assad, y casi nunca de los intereses energéticos, que en este caso son más que evidentes. Estados Unidos ha sido acusado de “saquear” durante estos años de guerra los pozos sirios, sin tener derecho a ello. Habrá que ver quien los explota a partir de ahora.
