Algunos dicen del Oriente Medio que afortunadamente solo es “medio” por ser siempre un lugar de conflictos. Ya fue disputado entre egipcios e hititas hace más de 3.000 años. Los turcos que, aunque islámicos, no se llevan bien con los árabes, tuvieron dificultades con ellos en este también llamado Oriente Próximo.
Cuando se hundió su Imperio en 1918, franceses e ingleses, que les sustituyeron, también sufrieron. Especialmente los británicos en Palestina con los judíos que retornaron a sus tierras ancestrales como inmigrantes que volvían del éxodo y, luego, como conquistadores cuando los árabes rechazaron la independencia de Israel, avalada por NNUU, y perdieron desde 1948 las guerras que iniciaron contra el Estado judío. Nada es gratuito en este mundo, con o sin razón, y así les ha ido. Ahora, renunciando al terrorismo, igual habría otra oportunidad para buscar una paz beneficiosa para todos en lugar del círculo infernal de las venganzas de las venganzas.
Siria forma parte de este damero maldito donde en los años cuarenta del siglo pasado murió un diplomático español víctima en Jerusalén de una bomba de terroristas judíos como también falleció en el Líbano por un obús sirio un Embajador nuestro en 1989, junto a su cuñada y su suegro.
Cae la dinastía Asad tras más de medio siglo de dictadura entre padre e hijo con todos los atributos de represiones sanguinarias. Tablero, asimismo, para las maniobras abiertas o encubiertas entre los occidentales y Rusia que, comunista o no, siempre se ha metido en cuña desde el Mediterráneo hacia el arco geográfico que va desde ese mar hasta Afganistán, esa tierra que siempre se resiste a todos.
Salvo alguno con bola de cristal o pretencioso por naturaleza, nadie sabe a ciencia cierta que va a ocurrir ahora en Siria. Pierde Assad, refugiado en Moscú. Ganan otros, pero ¿qué otros? Desde hace más de una década, desde las “Primaveras Árabes”, en Siria, como en otros países árabes, los demócratas, que no son muchos en esas latitudes, intentan prevalecer, pero con poco éxito, salvo en Túnez donde recientemente volvió, sin embargo, la autocracia.
Los nuevos amos en Siria, que llegan porque se han debilitado los aliados esenciales de Bashar al Assad (Rusia y Hezbollah) y, asimismo, porque Irán está más preocupado con Israel, son islamistas, considerados como terroristas y su jefe, Abdu Mohamed al-Jolani, es un transmutado de Al Queda y del Estado Islámico que ahora da buenas palabras y por cuya cabeza EEUU pagaba diez millones de dólares. Luego, ya veremos según se organice Siria bajo la hegemonía de Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), de sus aliados en la conquista de Damasco y de los posibles acercamientos internacionales. ¿Se acomodarán a sus enemigos o con los occidentales?
Los EEUU, que tienen en Siria por su cuenta a unos 900 militares en la zona de Al Tanf, junto a la frontera con Irak, ya están bombardeando instalaciones del Estado Islámico. Por si acaso. No disgustará ello a los nuevos gobernantes sirios salvo, quizás, esa presencia militar americana que también pueden tolerar o aceptar. Por su parte Israel aprovecha para destruir con su aviación toda la capacidad bélica de Siria, incluidas factorías de armas químicas, prohibidas, y ampliar su perímetro de seguridad en los Altos del Golán. Le importa también aislar por tierra a Hezbollah de Irán, su proveedor diabólico. Siria es ahora como un pollo decapitado.
Los rusos tienen dos bases en Siria, una naval y otra aérea. ¿Putin pactará con el nuevo gobierno o le pedirán que se vaya? Este es un momento oportuno para los occidentales para entenderse con la nueva realidad en Damasco e intentar disminuir la influencia rusa e iraní. En el Oriente Medio es donde más cierto es el dicho de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Luego, suele haber cambios de parejas en esas latitudes, pero, mientras, se aprovecha la oportunidad.
Son los occidentales, Israel incluido, los que pueden salir ganando de este cambio de guardia, pero la tierra hay que trabajarla para que fructifique. Turquía incrementa su influencia en la zona como aliado de los nuevos dirigentes en Damasco a los que ha ayudado, pero Turquía, en la OTAN, aunque rencorosa con la UE (tiene sus motivos), es un verso suelto por la zona y en los “tanes” de Asia central, aunque será siempre más proccidental que favorable al eje del mal, como diría Reagan, de Moscú a Teherán.
En medio de este zafarrancho, la Unión Europea intenta meter baza propugnando estabilidad en la zona, respeto al derecho humanitario y a las poblaciones civiles, condenando, asimismo, el terrorismo. Para ello tiene que pecar de idealista. Y pagar, porque esa es mientras no sea una potencia militar, la única fuerza de la Unión. El dinero, que siempre sale de nuestros bolsillos de contribuyentes. No lo olvidemos y conviene recordárselo siempre a nuestros políticos.
Las tramas a lo Casablanca, o del Berlín de los espías, traspuestas al Oriente Medio son para actores locales, especialmente Israel, y, probablemente, anglosajones y rusos. Es uno de los ombligos del mundo y además hay petróleo, aún necesario a pesar de Teresa Ribera. En cuanto a nuestra influencia allí, se ha reducido al pelearse Sánchez con Israel, amiga de Marruecos.
Carlos Miranda, embajador de España