Desde que llegara Pedro Sánchez al Gobierno, las relaciones entre el Poder Ejecutivo y la Jefatura del Estado han estado rodeadas de tensión. Sánchez y el Rey Felipe VI se reencontraron nuevamente ayer en Santander en la Conferencia de Presidentes y trataron de proyectar una imagen de normalidad que está muy lejos de ser real. Menos aún viendo cómo, en privado, los ministros del Gobierno no han dudado en abrir la veda de los ataques contra la Casa Real: en los últimos días, José Manuel Albares, fuera de micrófono, ha endosado al Rey la culpa por la ausencia de España en la «reinauguración» de Notre Dame pese a que la responsabilidad recaía en Moncloa y en Ernest Urtasun (Ministerio de Cultura) y ministros del Gobierno no dudan en mantener sus críticas al Monarca por la «accidentada» visita a Valencia por la DANA.
En este sentido, la visita a Valencia fue el último encuentro entre el Rey y Sánchez y todavía colea entre los ministros, ya que hay quien cree que no tuvo la actitud correcta porque debió marcharse junto al presidente del Gobierno en medio de las protestas. «La imagen que parece que queda es que él es el bueno. Casi parece que se puede justificar la violencia contra Sánchez», señalan algunas voces del Gobierno, críticas con el comportamiento del Rey Felipe VI. Quien más voz ha puesto a los duros reproches en los últimos días contra el Rey ha sido Albares, quien ha tratado de culpabilizar y poner en la diana al Rey por la sonora ausencia de España en París. Notre Dame y Valencia no son los únicos desencuentros que se han generado ya que, en septiembre de 2020, Sánchez vetó al Rey ir a Barcelona a la entrega de despachos a los jueces.
El clima es tenso ahora mismo por lo que proyectan ministros como Albares, quien no ha dudado de criticar al Rey y, según apuntan fuentes consultadas por LA RAZÓN, tiene una mala relación con el diplomático Camilo Villarino, actual jefe de la Casa del Rey y exjefe de gabinete de Josep Borrell en la Unión Europea. En Casa Real son conscientes del actual contexto: de hecho, hay conocimiento de que Moncloa tiene preparado (desde hace años) un borrador con un proyecto de ley sobre la Corona, aunque el Gobierno nunca se ha atrevido hasta ahora a cruzar esa línea, que abriría un nuevo frente y tendría un desenlace incierto. Bajo este clima de tensión, también se puede enmarcar el último nombramiento de Mercedes Araújo como secretaria general de la Casa del Rey (número dos de la institución).
Araújo es letrada de las Cortes y es una persona «discreta» e «inteligente», según la describen quienes han trabajado con ella. Hasta ahora, Casa Real había recurrido generalmente a diplomáticos o abogados del Estado, pero el perfil de un letrado de las Cortes y su especialización puede encajar para la nueva etapa que se ha abierto en las relaciones entre la Casa Real y el Poder Ejecutivo. Araújo, con una formación jurídica muy amplia como letrada de las Cortes ya que es de las oposiciones más duras, con 500 temas a estudiar, y dotada de mucho conocimiento en Derecho Constitucional, aportará su visión para tratar de asesorar al Rey en los difíciles equilibrios que tiene que hacer para «blindar» sus funciones reguladas en el Título II de la Constitución sin crear ningún conflicto con un Poder Ejecutivo controlado por un Sánchez cada vez más hostil a la Corona. «Es una buena elección del Rey para afrontar la gradual pérdida de competencias a la que le ha sometido Sánchez», señalan algunos juristas conocedores de los entresijos de la Casa Real.
Araújo, que ha ido al colegio con la exvicepresidenta Teresa Ribera y ha estado trabajando de «número dos» de Fernando Galindo (exalto cargo de Sánchez) durante este último año y medio de legislatura, tiene mucho conocimiento del funcionamiento de las Cortes, está bregada en la última década marcada por la ofensiva con iniciativas parlamentarias de Podemos y separatistas contra la Corona y se puede apoyar en el trabajo que han hecho sus excompañeros en materia doctrinal (Luis María Cazorla y Manuel Fernández-Fontecha escribieron un libro rechazando la viabilidad jurídica de una ley de la Corona). Felipe VI se ha caracterizado hasta ahora por un reinado «prudente», tal y como lo definió el propio Cazorla.