De la gran cantidad de agua que recibe la isla cada año, una gran parte —sobre la que en este momento no es posible hablar de medida alguna—, va a dar al mar y la otra, digamos que una porción pequeña, es retenida para el uso humano, el vertido de basura y el aprovechamiento para mojar la tierra dedicada a la agricultura.
Esta última es el motivo de esta nota editorial, a propósito de la mención hecha por el presidente de la Junta Agroempresarial Dominicana, Osmar Benítez, con ocasión de una misa por el 40 aniversario de la entidad.
De acuerdo con el señor Benítez, de estos 40 años la JAD tiene 28 reclamando a las autoridades la construcción de represas para el aprovechamiento del agua.
Cuando se conversa con profesionales de la ingeniería acerca de la necesidad de inversiones sostenidas en la construcción de presas se puede oír de ellos, particularmente si se trata de gente de una cierta experiencia, que las cuencas hidrográficas del país están estudiadas casi hasta lo exhaustivo con la vista puesta en el aprovechamiento de ríos grandes y pequeños.
Como consecuencia, la construcción de estos reservorios viene a ser un asunto de financiamiento, diseño y la continuidad de los proyectos entre unas y otras administraciones, particularmente cuando hay cambios de gobernantes.
Acerca de este punto también tuvo un comentario el señor Benítez en medio de la eucaristía de la misa. Y posiblemente con conocimiento de causa, porque es verdad que le cuesta mucho a un gobierno continuar o concluir una obra iniciada por otro.
Una mirada superficial sobre este punto puede llevar a la falsa conclusión de que en el fondo de esto hay algo de egoísmo, pero sería quedarse, realmente, en la superficie.
Por encima de cualquier egoísmo, está una razón económica, seguida de la política, y el señor Benítez lo sabe.
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