El autor es director de analítica de datos del IMCO y profesor de macroeconomía del ITAM.
En alguna ocasión, mientras realizaba una entrevista de trabajo, conversaba con mis interlocutores sobre la importancia del servicio público desde distintos frentes. Es común que asociemos de forma biunívoca lo público con el gobierno, pero como argumenté en esa ocasión, dicha labor de servicio se puede ejercer desde distintas posiciones, entre ellas las organizaciones de la sociedad civil.
Un par de años después de dicha entrevista, en un contexto completamente distinto, recibí una invitación de parte de Valeria Moy, quien dirige el IMCO, para trabajar en el diseño y actualización de los índices de competitividad que publica regularmente el instituto a nivel estatal y urbano para las entidades del país y sus principales ciudades. La invitación despertó un profundo interés en mí, puesto que se alineaba con la vocación por lo público que he construido desde mi labor en la Secretaría de Hacienda.
Tras incorporarme a sus filas, inmediatamente comprendí que el esfuerzo por medir la competitividad que hace el IMCO es monumental. Primero por el proceso de selección de indicadores que cumplan con diferentes criterios de representatividad, cobertura y poder predictivo. Segundo, por la labor de compilación de cifras que provienen de distintas fuentes, muchas de ellas con estructuras y mecanismos de divulgación atípicos. Tercero, por el procesamiento y limpieza de la información para construir bases de datos confiables. Cuarto, por la selección de la metodología para estimar los índices y quinto, pero no menor, por el proceso de comunicación y divulgación de sus resultados.
Desde el IMCO entendemos la competitividad como la capacidad que tienen los estados y las ciudades del país para generar, atraer y retener talento e inversión, esto es, las ventajas que desarrollan ciertas regiones, con respecto a otras, para crear un entorno más empático para los flujos de inversión física y de capital humano. Para lograrlo, decenas de especialistas han trabajado por más de dos décadas en perfeccionar la receta. Ahí es donde radica el carácter emblemático del servicio público que proveen los organismos de la sociedad civil: construir instituciones que nutren, desde la evidencia, las discusiones más importantes para el país.
Entre las lecciones que brinda la dirección de este proceso está el manejo de múltiples indicadores que abordan el fenómeno de la competitividad desde distintos frentes. El IMCO utiliza actualmente seis pilares que agrupan temas relacionados con innovación y diversificación económica, acceso y calidad de la infraestructura, condiciones de operación del mercado laboral, eficacia de las instituciones gubernamentales, aspectos de seguridad pública y cobertura de servicios educativos y de salud.
Frente a la enorme cantidad de indicadores que se pueden emplear para medir dichos pilares se requieren criterios teóricos, estadísticos y de incidencia que permitan construir narrativas en torno a la discusión sobre competitividad y las capacidades que puede desarrollar el Estado, vía el diseño de políticas públicas, para propiciar entornos que favorezcan el florecimiento de regiones más prósperas en el país.
En esa línea, una de las principales lecciones que me hereda esta labor está en la importancia de escuchar siempre a quienes meticulosamente ejercen el menester de procesar los datos. Asimismo, en lo crítico que resulta escuchar a quienes se han especializado en determinados temas y cuya experiencia es determinante para elegir mejores indicadores y construir índices más robustos.
Por estas razones agradezco a quienes me acompañaron durante esta etapa y que, desde sus trincheras, animaron y revitalizaron mi interés por lo público. Por las lecciones constantes e inveteradas para contar historias, comunicar ideas asertivamente y vigilar con extremo sigilo el rigor metodológico. Curiosa y necesaria moraleja de la sociedad civil: los mejores equipos son los que construyen desde las virtudes individuales una fortaleza colectiva.
Para mí ha sido un privilegio formar parte de un grupo de enormes talentos y, quizás, mayores motivaciones por construir un país más equitativo. Le agradezco a quienes me acompañaron en este periplo entorno a la competitividad y la analítica de datos, por sus lecciones y su paciencia; por su rigor y su técnica. Por sus consejos y comentarios que se camuflaron como preguntas. Por las risas y los momentos de angustia; qué vaya que los hubo. Por confirmar que la pasión por lo público también milita en la sociedad civil.