Cuatro días después de la llegada triunfal de los rebeldes en Damasco, la máxima autoridad de la República Islámica de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, entró ayer en escena para atribuir a un complot organizado por Estados Unidos e Israel el derrumbamiento del régimen de Bachar Al Asad. «Lo que ha ocurrido en Siria fue planificado principalmente en las salas de mando de Estados Unidos e Israel. Tenemos pruebas de ello» aseveró ayer el veterano jefe del Estado iraní, de 85 años. No se olvidó tampoco Jamenei de Turquía, al que acusó de haber «tomado parte» en lo ocurrido sin nombrarla directamente. La ofensiva rebelde, partida desde el noroeste de Siria el pasado 27 de noviembre, contó desde el principio con el visto bueno de Ankara, cuya intención inicial era presionar al régimen de Asad antes de que se produjera su acelerado e imprevisto desmoronamiento.
Con el fin del régimen del Partido Baaz, la República Islámica se queda sin uno de sus principales apoyos en Oriente Medio. El territorio sirio ha sido, como el de Irak, Yemen o Líbano, campo de operaciones iraníes en su batalla contra Occidente en general y Estados Unidos e Israel en particular.
En Siria la República Islámica ha invertido importantes recursos financieros durante décadas, y en el país árabe han operado las fuerzas de la Guardia Revolucionaria para entrenar y asesorar tanto al Ejército del régimen como a milicias afines, Hizbulá a la cabeza. Los vínculos entre Teherán y el régimen de Asad no se entienden sin el componente sectario: el núcleo de la dictadura estaba formado por sirios pertenecientes a la minoría alauita, una secta emparentada con el chiismo, que es la religión de los mulás iraníes.
A pesar de que el ayatolá Jamenei, que augura el reforzamiento futuro del «eje de la resistencia» liderado por su país, llamó ayer a las nuevas autoridades a preservar la visión a largo plazo de la alianza bilateral, la llegada al poder de islamistas suníes a Damasco no augura, a priori, unas relaciones tan fluidas como las que vincularon a Asad con los mulás.
Por su parte, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) continuaron ayer con sus ataques sobre distintos objetivos en Siria. Según un balance del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG con base en Londres y larga experiencia en el terreno en Siria gracias a sus informantes locales, son ya más de 350 los bombardeos lanzados por Israel sobre el país vecino desde la caída el fin de semana del régimen de Bachar al Asad.
Con arreglo a la información de la citada ONG, los bombardeos se han producido en varias regiones y entre los últimos lugares atacados se encuentra la base aérea de Deir Ez Zor, donde varias aeronaves han sufrido daños. Las fuerzas israelíes también habrían destruido sistemas de radares en distintos puntos.
Mientras las nuevas autoridades rebeldes, a las que lideran los yihadistas del Hayat Tahrir al Sham (HTS), tratan de hacerse con el control del territorio, en las últimas horas se produjeron enfrentamientos entre fuerzas islamistas radicales vinculadas al HTS con las prokurdas Fuerzas Democráticas Sirias en el este del país. La coalición de milicias, la principal de ellas las Unidades de Protección Popular (YPG), cuentan con el respaldo de Estados Unidos y controlan al menos el 20% del territorio sirio en el sector nororiental lindante con Irak.
No en vano, los rebeldes protagonistas del asalto final a la dictadura de los Assad aseguraron haber arrebatado a las FDS, que cuentan con el respaldo de EEUU, las ciudades de Deir Ez Zor y de Manbij. La primera de ellas, uno de los últimos bastiones del Estado Islámico la pasada década, había sido tomada por las fuerzas kurdas en pleno avance rebelde islamista sobre Damasco. De hecho, los citados ataques israelíes sobre una base aérea situada en la provincia no han impedido que caiga en manos de los insurgentes comandados por HTS. El jefe del Mando Central de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos (CENTCOM), Michael Kurilla, había visitado el martes a las tropas estadounidenses presentes en Siria y a las FDS.
Entretanto, en la primera semana sin el yugo de la dictadura del clan Assad, la sociedad siria continúa viviendo un estado de excitación. Ayer, decenas de personas irrumpieron para vandalizar el mausoleo de Hafez al Assad, padre del huido presidente e iniciador del régimen dictatorial caído, en su localidad natal de Qardaha. También ayer se conocieron nuevas iniciativas inmediatas de la nueva autoridad siria. El líder de Hayat Tahrir al Sham, Abú Mohamed al Golani anunció ayer que las nuevas autoridades de Siria no amnistiarán a ninguna persona que hubiera estado implicada en prácticas de tortura durante el régimen de Assad. El martes la cabeza visible de la ofensiva anunció que su organización publicaría una lista con los nombres de altos cargos responsables de torturas.
El futuro de Siria inquieta en la región y en las principales potencias mundiales. El aún secretario de Estado de EEUU Antony Blinken visitará esta semana Jordania y Turquía para abordar con las autoridades locales la situación en Siria.
Por su parte, la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, pedía ayer a Turquía e Israel no poner en peligro un proceso «pacífico» de transición en Siria. Qatar anunció ayer la pronta reapertura de su embajada en Siria, cerrada desde 2011.