El 10 de octubre último, Raúl Amaya Arias, de 77 años, escribía desde La Mambisa, en Veguitas, municipio granmense de Yara, para contar que su prótesis auditiva presentó problemas, y ya le era penoso conversar con amigos y familiares, pues no entendía lo que hablaban.
En su misiva aseguraba que hace cerca de tres años el técnico del centro auditivo de Bayamo le explicó que esa prótesis tenía problemas en el micrófono, y había que enviarla a La Habana para su reposición. Pero el tiempo pasó y las soluciones a su problema no llegaron y, en el momento que envió su inquietud, ocupaba el número 403 en un listado de espera.
Ciertamente, según explicó la Dirección General de Salud de Granma, pudieron comprobar la veracidad de lo expuesto en estas páginas por Raúl, y realizaron las acciones correspondientes por el grupo de defectólogas de la comunidad para atender su caso.
«El 25 de noviembre, refiere el organismo, se reevalúo a Raúl en consulta, realizándole los procederes establecidos y coincidiendo su turno para la colocación de la prótesis auditiva, la que le correspondía según registro estadístico». Además, agrega el texto, se mostró satisfecho con la atención recibida y la solución, finalmente, a su caso.
Como en tantos espacios de la vida cotidiana, la audiología resulta uno de los servicios de salud más sensiblemente golpeados por el impacto del bloqueo estadounidense a Cuba, aclara en la respuesta, pues este demanda de la adquisición de recursos y tecnologías de procedencia extranjera.
Sin embargo, al parecer, pudo este granmense cerrar ahora un capítulo de tormento, donde volverá a escuchar a sus seres cercanos. Será imprescindible que, aún bajo las carencias y dificultades que atravesamos, se puedan buscar alternativas y brindar soluciones no tan dilatadas en el tiempo a estos casos. Priorizar aquellas personas mayores ayuda a que no se sientan destinadas, como creyó Raúl, a la soledad del silencio absoluto.
Alrededor de unos 15 metros tiene el árbol casuarina que está en peligro de caerse muy cerca de la casa de Lázaro E. Suárez Suárez y Mayra Poppe Cairó, en Calle 284, No. 508 e/ 5ta. y 7ma. en Santa Fe, municipio habanero de Playa.
Sucede que, por años ambos llevan alertando del riesgo que supone el árbol, no solo para su vivienda, sino también para la oficina de cobro de la electricidad de Santa Fe. Con el tiempo, asegura, las hormigas le han hecho huecos, lo que acrecienta el peligro de que la casuarina caiga en cualquier momento.
«Después de dos años de gestiones, se logró en 2014 que se emitiera la Guía Forestal solo para podar la casuarina, pero han pasado muchos años de eso», relatan.
Tanto Lázaro como Mayra no ha dejado de hacer gestiones para que derriben el espigado árbol, pero, parece que los oídos no han sido receptivos con el tema. «Ya no sabemos a quién dirigirnos, pues el peligro es real», concluyen.