El pasado viernes sucedió algo muy poco usual en la economía argentina: la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el dólar blue llegó a ser negativa durante algunas horas. Es decir, el precio del dólar en el mercado oficial superó al del mercado paralelo. Recordemos que en Argentina conviven tres tipos de cambio entre el peso y el dólar como consecuencia del llamado “cepo cambiario”: el tipo de cambio oficial, fijado por el banco central; el tipo de cambio del dólar blue, que rige en el mercado informal; y el tipo de cambio del dólar financiero (MEP o CCL), que permite operaciones legales en dólares fuera del cepo. Tradicionalmente, el tipo de cambio oficial ha sido inferior al de mercado, generando así una brecha cambiaria. Este diferencial, entre el tipo de cambio oficial y el blue o el financiero, reflejaba cuánto infravaloraba el dólar el banco central.
Antes de que Milei llegara a la presidencia, la brecha cambiaria llegó a ser del 200%, pero desde entonces ha ido reduciéndose hasta desaparecer o incluso volverse temporalmente negativa. Así, que la brecha cambiaria sea negativa implica que el banco central está sobrevalorando el dólar, es decir, comprándolo y vendiéndolo a precios superiores a los del mercado. Esto tiene dos consecuencias clave. Por un lado, los exportadores reciben más pesos por venderle sus dólares al banco central de los que recibirían en el mercado. Por otro lado, los importadores, se ven desincentivados a comprarle dólares al banco central (pues los cobra más caro que en el mercado). Por ambas vías se facilita que el banco central acumule reservas, si bien a costa de pagar por ellas un precio superior al valor de mercado (es decir, que si la brecha se mantiene negativa, en realidad el banco central se estaría descapitalizando). La desaparición de la brecha cambiaria debería ser vista por las autoridades monetarias del país como una oportunidad para levantar el cepo cambiario: mientras el tipo de cambio de mercado coincida con el oficial (no digamos ya si se ubica por debajo), el cepo no estaría sirviendo económicamente para nada. Terminemos, pues, con este ilegítimo control de capitales que restringe la libertad de los argentinos.