El board de la US Mexico Chamber of Commerce se reunió en Washington la semana pasada, con el propósito de establecer las bases para la conformación de grupos de especialistas, que se unirán a los equipos de evaluación y renegociación del TMEC en 2026. Las áreas que abarcan son importantísimas: Estado de Derecho, Logística y Transporte, desarrollo de la mano de obra, integración de las cadenas productivas, entre otros más. El mensaje que los miembros recibieron por parte del embajador Moctezuma en esa misma cita, fue muy halagüeño. La disposición de la administración mexicana para seguir construyendo puentes para engrandecer el mercado de América del Norte se mantiene firme. El futuro para nuestro país y para esta parte del continente, ante las adversidades, es prometedor.
Algunos de los asistentes, representantes de grandes sectores de la economía y el desarrollo nacional, se formulan la misma pregunta: ¿será cierto?, ¿la reflexión es a título personal o la comparte también la señora Presidenta? Todo suena muy bien como para que la realidad no deje el discurso al desnudo; como para que las diferencias expuestas durante la diatriba política electoral no conduzcan al necesario cuestionamiento de veracidad…o de viabilidad.
América del Norte es, efectivamente y como tanto se nos repite hasta el cansancio, la zona de mayor intercambio comercial del planeta; y México juega un papel primordial en ella. Sin embargo, así como nuestro país interviene tan fervorosamente en la generación de riqueza continental, depende de dicha participación, igual o en mucho mayor medida, para sostener su propio desarrollo.
Es en esa compleja coyuntura que se avecina la revisión sexenal del TMEC. ¿cuál es el futuro de esa compleja negociación, a la que nuestro gobierno deberá reclutar a los mejores talentos nacionales en el arte de discutir, deliberar y ganar acuerdos favorables para nuestra Nación? La respuesta no puede ser sencilla, lógicamente. Por banal que se escuche, desde una amplia perspectiva, el resultado será positivo para algunos, y terriblemente negativo para otros. Todo dependerá del color del cristal con que se mire.
Las aspiraciones chinas encaminadas a consolidar a la República Popular como el mayor polo de crecimiento del planeta, obliga indefectiblemente a un enfriamiento de la relación comercial con occidente. En esa situación, el bloque de América del Norte está necesariamente destinado a integrar sus esfuerzos para consolidar el poder de dirección con el que actualmente cuenta. El director, Estados Unidos, no podrá lograr ese propósito sin la colaboración de sus dos socios comerciales. El distanciamiento con el lejano oriente puede beneficiar a nuestro país.
En la medida en la que el objetivo compartido por el embajador se mantenga firme y sólido en la mente del gobierno de México, a nuestro país le irá bien. A pesar de nuestras abismales diferencias sociales con EEUU, constituimos un eslabón esencial en el proceso productivo que permite el avance imparable de la locomotora. El punto crucial que podría cuestionarse al respecto, sin embargo, es evidente: ¿es claro ese objetivo de integración en la mente de la actual administración?
Los asistentes al evento formulan expresa y abiertamente esa pregunta a los expositores, algunos de ellos estadounidenses: ¿quién gobierna a México?, ¿algún día gobernará Claudia Sheinbaum? La duda es válida, si se toma en cuenta que pocos actos y mandatos la distinguen o la distancian políticamente de su antecesor. No solamente en sus formas, algunas acciones y nombramientos vienen claramente endosados por el hasta hoy nada ausente expresidente de la República.
La Presidenta es una científica bien preparada, con ganas de gobernar y dejar bien impresa su propia huella en las páginas de la historia. El proceso de disociación con el que fungió como su mentor político no será rápido ni sencillo, pero se acabará por concretar. Acciones en el ámbito de la seguridad, como las emprendidas la semana pasada por parte del Secretario de Seguridad, resultarán invaluables en la consolidación de su propio nombre y personalidad, de su propia figura y época en el poder. Soy de los que cree que lo va a lograr, porque no puede conservar la misma visión del país que aquella de quien heredó la presidencia, la economía no se lo permite.
De no lograr el afianzamiento del poder en estos dos años, la evaluación del TMEC entrañará, como antes lo habíamos anticipado, una mala época para la Cuarta Transformación. La revisión podría convertirse en una marcha de despedida para Morena. Los programas de asistencia social necesitan del dinero que fluye con el trabajo que muchos mexicanos pueden desempeñar gracias al Tratado ¿No era acaso el mismo expresidente quien se ufanaba del crecimiento exponencial de las remesas?
Algunos pilares erigidos durante el sexenio pasado podrían convertirse en obstáculos para el país; frenos que podrían impedir la consolidación de esa conducción virtuosa de la relocalización de la inversión, hacia la generación de empleos en el territorio nacional: conservar la necia filosofía de que México debe encargarse de la generación estatal de la energía eléctrica, y hacerse cargo de los pasivos del organismo del estado encargado de explotar el subsuelo, constituiría una política de devastación del futuro del país.
La transparencia u opacidad del cristal con el que se califique el porvenir de México en el contexto de la renegociación del Tratado, acaba ligada al concepto de “soberanía” que pueda llegar a construir y narrar la 4T; el movimiento creador y defensor de los grandes organismos estatales encargados de administrar nuestra soberanía energética ¿Nos mantendremos atados a la soberanía territorial del siglo XIX que determina la lírica de nuestro himno nacional, o avanzaremos a un concepto moderno de soberanía asociado al desarrollo de nuestro pueblo y su suficiencia intelectual? ¿Triunfará el México que nuestro expresidente estudió en los libros de historia, en los que se sobreexplotó la revolución china y cubana; o predominará el México ilustrado por los libros de historia económica circulados durante la caída del muro de Berlín, a finales de los años ochenta, en los que estudió nuestra Presidenta? ¿soberanía de Estrada o soberanía de Reagan?
Enfrente tendremos esa disyuntiva en 2026, y el futuro positivo o negativo de la negociación del tratado está ligado al pensamiento político de la clase gobernante. En el proceso de revisión caminaremos hacia delante, en un proceso en el que se exigirá la cesión de algunas potestades del Estado asociadas al combate de la inseguridad, el tráfico de drogas y de personas, y a la fijación de reglas claras de competencia en el ámbito energético, de las telecomunicaciones y la información; o caminaremos hacia atrás, en un proceso en el que se defenderá la facultad exclusiva del Estado mexicano para determinar cómo se desencarga de resolver los inagotables problemas de seguridad que atraviesa, o de definir la manera exclusiva en que la generación de la energía se encomienda a una paraestatal y los recursos del subsuelo los explota soberana y pecaminosamente un organismo del Estado, muerto de corrupción y en franco estado de descomposición. La positividad o negatividad de los efectos del tratado dependerá de la ideología que ostente el verdadero presidente que lo firme.