Despedirse de Paul McCartney no sólo significa despedirse de Paul McCartney. Significa despedirse de los Beatles, de la contracultura, del hippismo, de la posguerra británica, de aquel Liverpool, del 'Swinging London', de los sesenta, del pasado común, de yoquésécuánto. Crecimos escuchando su voz, su bajo, su piano, su batería. Su todo. Y hasta aquí hemos llegado: él cumple pronto 83 y a nosotros nos gustaría alcanzar esa edad con sus mismos átomos tan vivos. McCartney no sabe escribir partituras aunque desde su cabeza haya compuesto la segunda mitad del siglo XX y el arranque del XXI. Sus canciones nos tintinean en aquel constructo ficticio que Jung llamó «inconsciente colectivo» y nos obligan a enamorarnos, bailar o soñar de una determinada...
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