Susana Vidal llama cada dos días al teléfono que la Guardia Civil le ofreció para mantenerla informada. El de su marido, José Javier Vicent Fas, es uno de los cuatro expedientes de desaparición que quedan activos tras la catastrófica DANA que arrasó parte de la provincia de Valencia. Para ella, como para tantos, el tiempo se detuvo aquella fatídica tarde del 29 de octubre. Susana se quedó en la ciudad del Turia, pero su esposo y su hija se encontraban en una pequeña casa de campo que poseen, cercana al barranco de Pedralba. Desde allí le enviaron un último mensaje a las 18 horas en el que le advertían de la sorpresiva tromba de agua que acabó arrastrándolos a ambos. Unos vecinos pudieron acceder a la zona, con difícil cobertura, al día siguiente: los coches no estaban y las puertas de la vivienda estaban abiertas. El agua se quedó a muy pocos centímetros del techo. El cuerpo sin vida de la joven Susana apareció dos días después de la riada en una playa de Sueca , a más de 70 kilómetros. De José Javier, a sus 56 años, nada se sabe. Cuarenta y dos días después de la barrancada, y tras localizarse el pasado 25 de noviembre a la víctima mortal número 222 en Vilamarxant , la espera sin respuestas sigue resultando agónica. «Es muy duro pensar que mi marido no llegue a aparecer nunca, porque soy consciente de que es una búsqueda muy difícil, pero a la vez tengo la necesidad de que aparezca para que pueda aliviarme de alguna manera. Éramos tres y sólo quedo yo», señala Susana a ABC. «Es una tragedia tremenda y hay muchísimo que hacer porque se han perdido vidas, viviendas o trabajos, pero queremos que no se nos olvide. Los familiares de los desaparecidos necesitamos que sigan buscando y que den con ellos», explica esta mujer de 58 años, que recibe ayuda psicológica y jurídica gratuita, y que decidió no asistir ayer al funeral celebrado en Valencia. La pesadilla de no saber qué ocurrió con sus seres queridos golpea también a otras tres familias, las de Francisco Ruiz (64 años), Elisabet Gil (38) y Mohamed Belhadi (59). La esperanza de encontrarles con vida hace tiempo que se desvaneció. No hay fecha para que el extenso dispositivo activo dé por finalizadas las labores de búsqueda en las zonas en las que se les perdió el rastro y en aquellas a las que la corriente pudo arrastrarles. Los trabajos siguen en el barranco del Poyo, Montserrat y Pedralba, pero también en la Albufera. Conocer el punto en el que se encuentra el proceso genera a las víctimas comprensión y sensación de control sobre el mismo. «Los efectivos son muy conscientes de que cualquiera podría estar en mi piel. A nivel humano, son una maravilla», explica Susana Vidal, muy agradecida con el trato que está recibiendo. En una oficina de Correos, cuenta, le gestionaron todas las ayudas que la Generalitat Valenciana y el Gobierno han puesto en marcha para los damnificados. El certificado de defunción de su hija le ha permitido iniciar, en paralelo, todos los trámites burocráticos aparejados a la muerte en una gestoría. La cosa se complica en el caso de su marido y del resto de desaparecidos. Si sus cuerpos no aparecen, como víctimas de un siniestro como las inundaciones sufridas, el Código Civil prevé que los allegados puedan solicitar en el juzgado la declaración de fallecimiento en tres meses, es decir, el 29 de enero. Se trata de una figura jurídica que efectúa una presunción de la muerte de una persona y que busca «agilizarlo todo al máximo» para evitar más dolor, apunta el abogado David Álvarez. Con esa declaración, podrán abrirse los testamentos y los parientes tendrán derecho a pensiones de viudedad u orfandad. También podrán pedir la indemnización de 72.000 euros por fallecido del Gobierno que, hasta este lunes, habían recibido tres familias. Aunque el plazo de solicitud expira el 7 de enero, no habrá impedimento para que los afectados puedan reclamarla más tarde, aclaran desde el Ministerio del Interior. Más allá de lo legal, la recuperación de los cadáveres es clave para empezar a aceptar la realidad y gestionar las emociones. «En nuestra sociedad, los rituales de despedida son la puerta de entrada hacia el necesario proceso de duelo y con ello poder retomar paulatinamente la nueva normalidad», sostienen María de Laiglesia Noriega y Alberto Andrés Regalado, al frente del dispositivo psicosocial de Cruz Roja. «En caso de no encontrar el cuerpo, es importante realizar una ceremonia en la que los seres queridos de la persona desaparecida puedan expresar sus sentimientos y sentir el apoyo de la gente que la quería», inciden.