El otro día leí en una publicación especializada que Tchouaméni es un centrocampista de intangibles. Es posible que ahora mismo sea un jugador tan de intangibles que haya logrado sublimar esta técnica y alcanzar un estado en el que ya ni se nota su presencia en el campo. Está rozando la forma celestial. La incorporeidad. Casi la bilocación: podría estar al mismo tiempo en el césped que viendo el partido en la grada y lo mismo daría. Ni se ofrece, ni saca el balón, ni está arriba, ni está abajo, ni pasa en largo, ni va al choque a tiempo, ni recupera pelotas, ni transmite confianza. Noli me tangere. Como un silbato de esos que suenan en una frecuencia solo...
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