En el Perú existen aproximadamente 38,000 mil unidades de organización territorial comunitaria, de las cuales más de 9 mil son comunidades nativas y campesinas, siendo de ellas 2,703 nativas y 6,682 campesinas, ubicadas dentro de 1,845 distritos, 184 provincias y 25 departamentos.
A pesar de esta diversidad, vivimos gobernados por un cultura centralista que homogeniza el concepto desarrollo. Incapaz de reconocer y proponer polílticas que respondan a la diversidad territorial, invisibiliza el conocimiento y aporte que por siglos las comunidades amazónicas han desplegado protegiendo la amazonía y sus bosques, así como las comunidades campesinas que en conjunto, juegan un rol clave en la preservación de la megadiversidad agricola así como en la siembra y cosecha del agua.
Este aporte a lo largo de los siglos, por parte de dichas comunidades, no es correspondido por un Estado que los desprecia y excluye de decisiones políticas que afectan su desarrollo. Expresión de ello es la ausencia del Estado frente a la violencia sexual que trágicamente viven nuestros niños, niñas y adolescentes awajún wampis, en la Amazonía de Condorcanqui.
Es momento de replantear la forma de concebir el desarrollo, dejando de lado el enfoque homogéneo, y desterrar la soberbia de quienes consideran que el conocimiento o capacidades para gobernar están en Lima o en algún Ministerio, es momento de transitar hacia un desarrollo sostenible de los territorios con el liderazgo de los actores locales, comunidades indígenas, organización sociales, sector público y privado.
Urge fortalecer y dar cabida a los liderazgos locales, democráticos, con capacidad de diálogo y concertación; capaces de construir coaliciones locales, planificar y hacer efectivo su desarrollo territorial. Estas propuestas deben surgir desde el espacio local y de una gobernanza que en tiempos mejores podrán encontrarse con liderazgos nacionales que encarnen juntos una visión compartida que la nación requiere para su realización.