Para tener un verdadero conocimiento de las cosas, para poder explicar la naturaleza y la vida humana, debemos dirigirnos a su origen, lo que los antiguos griegos llamaban 'arché', y buscar las causas y razones de esos procesos. Y qué mejor opción que la que nos brinda el Museo Arqueológico de Madrid para conmemorar el décimo aniversario de su reapertura que empezar por ese tiempo primordial, por ese 'arché', y lo hace con una extraordinaria exposición: 'Entre caos y cosmos. Naturaleza en la Antigua Grecia'. Esta muestra hace un recorrido partiendo del originario caos, pasando por la naturaleza salvaje, la conquistada, la alterada, los dones de los dioses, el Mediterráneo, la agricultura, Eros o el más allá, a través de ánforas, terracotas, cerámicas o relieves. Si queremos entender nuestra cultura debemos remitirnos a la Antigua Grecia, a ese molde primigenio que la mitología clásica hizo de nuestra realidad para su comprensión, en la que los poetas Herodoto y Hesíodo (siglo VIII a.C.), invocando a las musas para que avalasen la veracidad de sus palabras, recogieron la tradición oral épica, en una escritura recién nacida. La 'Teogonía' de Hesíodo, que relata el nacimiento de todos los dioses, muchos de los cuales coinciden con elementos de la naturaleza y del cosmos, crea una cosmogonía, una explicación mítica y poética de la génesis del universo a partir del caos. Pero esta religión politeísta pública no fue acogida por todos los griegos plenamente, lo que propició que otros recurrieran a religiones mistéricas como el orfismo, introduciendo nuevas interpretaciones de la vida humana, que influirían en la filosofía griega. La aparición de la filosofía como conceptualización racional del mundo será la aportación más relevante de la genialidad de los griegos. Los primeros filósofos, o científicos como los llamó Aristóteles, son los primeros que tratan de dar una explicación racional, 'logos', del origen del mundo. Tomando conocimientos matemáticos y aritméticos de los egipcios, o astronómicos de los babilonios, trasformaron esas nociones básicas en teorías generales. La disputa sobre si la filosofía griega tenía un origen oriental ha sido refutada por los expertos. Estos primeros filósofos tuvieron la potencia de un pensar capaz de pasar del mito a la ciencia. Por tanto, habrían sabido vivir consagrados al ejercicio del pensar, aun al precio del aislamiento y del conflicto social. Algo tan necesario en la sociedad actual. Un caos que a se va domesticando para hacer este mundo y la situación del hombre respecto a la naturaleza más comprensibles. Está exhibición de gran magnitud, además de ilustrarnos, puede contribuir a la reflexión sobre la evolución que ha tenido la relación entre el hombre y la naturaleza, desde los griegos al momento actual. En la cultura griega esta relación era de unión y armonía, no se distinguía entre naturaleza y sociedad; ambas eran un todo orgánico y viviente, que es el cosmos. Cosmos y naturaleza eran divinizadas y todo lo que la integra se consideraba sagrado. El hombre diviniza todo aquello que ama, necesita y siente. La palabra griega 'nomos' significa ley y es la misma que utilizaban los griegos para designar las leyes de la ciudad, (' polis'), las leyes morales y políticas de los hombres, como para las leyes que rigen la naturaleza. Esto significaba que ni el hombre ni la ciudad se consideraban fuera de la naturaleza, sino insertas en ella, formando un todo. Esta concepción de la vida contrasta con el mundo actual, inmerso en una profunda crisis natural. Se está produciendo un cambio climático debido a la relación de enfrentamiento, abuso y explotación que tenemos con la naturaleza, sin darnos cuenta que estamos yendo contra nosotros mismos, porque también somos naturaleza. El progreso técnico ha contribuido a una mejora en las condiciones de vida de los hombres, pero con el incremento de la población mundial debemos cuidar mejor lo que nos provee de recursos naturales para nuestra supervivencia. No sea que pasemos del cosmos al caos, como fuerzas imprevisibles e incontroladas de la naturaleza, y Poseidón agite la tierra y las profundidades del mar con su tridente.