Un Quevedo metafísico-político escribió en 1613 un soneto que anticipaba este año de desgracia española de 2024: «Miré los muros de la patria mía (…) / Y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte». Doscientos veintidós muertos por la gota que heló el corazón de Valencia, con una nostalgia de más de cien mil calaveras sin mascarilla por el coronavirus . Los muertos, gente considerada, que no pide ayuda al Gobierno. Para compensar, en los primerísimos años del siglo XX cantó Rubén Darío a la vida y a la esperanza, como si presintiera el 41º congreso del PSOE en Sevilla. Sevilla tuvo que ser. «¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen...
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