Nueve de mayo de 2024. Barça 3-Rayo 0. La Grada d’Animació cantó, en más de una ocasión, el “
Xavi sí, Laporta no”. El entrenador y el Presidente llevaban una semana sin hablarse, la situación era muy tensa entre ellos y
Deco volaría tres días después a Londres para reunirse con
Flick. Después del partido, y ante distintos testigos, un
Laporta pálido le espetó a
Xavi: “enhorabuena”. El todavía míster le respondió: “eso no le he buscado yo, lo habéis provocado vosotros”. Pocos segundos después, el Presidente se desplomaba. Ingresó en el Hospital de Barcelona con una neumonía. ¿Fue ese el punto de ruptura entre
Laporta y l’
Espai d’Animació? Ahora, castigados ‘sine die’, se perdió en casa contra
Las Palmas. En el minuto 10, en el lateral, se escucharon de nuevo gritos de “
Barça sí,
Laporta no”. Raudos, acudieron ocho miembros de seguridad del Club, con sus armillas amarillas, gafas de sol y con alejandrinas maneras. La intimidación social al orden del día. La libertad de expresión, por montera. Los que saben cómo se contagia una grada, saben que la crítica hay que frenarla en seco. Este es el triste
Barça que nos queda. Mudo. Los animadores cancelados, los compromisarios en casa, las votaciones telemáticas, se han dado de baja
14.338 socios y los abonados en
Montjuïc, lejos, en las peores butacas. Las vías de expresión democrática, libres y no controladas, están desapareciendo del Club. Los ejecutivos que se van sabiéndolo todo (
Ferran Reverter, Ferran López, Maribel Meléndez) firman una cláusula de confidencialidad. Los directivos que huyen por lo que ven (
Giró y
Llauradó) y las estrellas despedidas de mala manera (
Messi y el propio
Xavi) callan, en público, por barcelonismo. Y el líder, feliz, sin contestación. Pero si todo el mundo calla, el
Barça pierde la batalla.
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