Ayuso, que tiró por la ventana desde la séptima planta de Génova a Casado por denunciar que su hermano se había lucrado con el cobro de comisiones durante la pandemia y purgó a todos los críticos de sus listas, sostiene en su televisado sermón quinquenal que en el PSOE “se dilapida y acuchilla” y que Sánchez es un “cobarde”
Se llama República Democrática Popular, aunque Kim Jong-un es el líder supremo de Corea del Norte y gobierna el país como una dictadura totalitaria de partido único. No existen libertades civiles, incluida la libertad de expresión, asociación o reunión. No se tolera la disidencia. No hay medios de comunicación independientes, ni independencia judicial ni libertad religiosa. Las fuerzas de seguridad cometen abusos generalizados y sistemáticos contra los Derechos Humanos. Las detenciones son arbitrarias. Los viajes fuera del país están controlados igual que las comunicaciones con el exterior. Y todo ello lo ha condenado Naciones Unidas en numerosos informes, aunque el gobierno simplemente ignora sus conclusiones. Amnistía Internacional ha denunciado en su último informe de este 2024 casos de ejecuciones públicas y de trabajo forzoso, incluso infantil, así como la constante inseguridad alimentaria y una atención médica insuficiente.
Pero la presidenta de la Comunidad de Madrid, en su quinquenal “Aló Isabel” de una de las televisiones amigas -donde no es habitual que se le interrumpa ni se le repregunte- ha llamado cobarde por tres veces al presidente del Gobierno y comparado al PSOE “con el régimen norcoreano”. Lo de medroso lo ha dicho porque, según su opinión, utiliza los medios del Estado para destruirla como rival política por el fraude fiscal de su pareja. “Sí, llamo cobarde al presidente del Gobierno”, subrayó la dama de la exquisitez política. Y lo de “norcoreano” lo justificó en que en el PSOE todos idolatran al líder y “todo el que es incómodo será dilapidado y acuchillado”.
Ayuso está tan acostumbrada a tolerar la crítica endógena y exógena que sabe bien de lo que habla. Ella, que es una demócrata convencida pero, por lo que sea, quienes en el PP la ponen a caldo -incluido el sanedrín de Feijóo- lo hacen a través de los medios de comunicación y con la reserva de no ser citados.
Ella, que tiró por la ventana desde la séptima planta de Génova a Pablo Casado por denunciar que su hermano se había lucrado con el cobro de comisiones durante la pandemia, sostiene que en el PSOE se dilapida y acuchilla al discrepante.
Ella, cuyo jefe de gabinete, amenazó con triturar y cerrar a elDiario.es por desvelar el fraude fiscal de su pareja, presume de ser la adalid de la libertad de expresión.
Ella, que recreó desde su gabinete una versión falsa del acuerdo que su novio ofreció al Ministerio Fiscal para evitar una pena de cárcel que publicaron sus medios de cabecera, acusa al contrario de usar el Estado contra el adversario.
Ella, que ha hecho propia y utiliza contra el discrepante la expresión ir “p`alante”, acusa al PSOE de ser un “régimen norcoreano”.
Ella, que seguro que ha estudiado la historia de la República Democrática Popular de Corea -no puede ser de otra manera después de haberla reconocido como “alumna ilustre” de la Complutense- sabrá que si el Gobierno siguiera los pasos del régimen norcoreano o España fuera una dictadura totalitaria de partido único, no podría pasearse por los platós habituales para soltar semejantes perlas. Porque si lo hiciera sería detenida y condenada con la reclusión en un campo de trabajo forzado o incluso con la ejecución por disidente porque el líder supremo -en este caso Sánchez- gozaría de un estatus divino que haría impensable cuestionarlo en público.
Por supuesto, no podría referirse a una investigación penal por fraude fiscal y falsedad documental como una simple “multa de Hacienda” que su pareja “quiere pagar y no le dejan”. Y mucho menos no dar explicaciones sobre cómo su novio ganó en unos días dos millones de euros, mucho más de lo que ingresó en una década, y gracias a sus negocios con el principal proveedor de sanidad privada de la Comunidad de Madrid.
En Corea del Norte la gente simplemente desaparece de repente y, luego, son torturados y obligados a cavar sus propias tumbas. Afortunadamente, la presidenta madrileña puede decir lo que le plazca y retransmitir cuántos Aló Isabel le aguante el cuerpo. ¡Sólo faltaría! Esto es una democracia, aunque ella no lo sepa.