Los vínculos atravesados por el dolor, el paso del tiempo y las tragedias de la vida cotidiana están presentes en los cuentos de la escritora Magalí Etchebarne, ganadora del VIII Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve.En una charla con la poeta y editora Julia Santibáñez durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2024, la autora reveló que mientras escribía los cuatro cuentos que conforman La vida por delante (Páginas de espuma, 2024) lo que más ocupó su mente fueron preguntas alrededor “del paso del tiempo, la muerte, la vejez y las tareas invisibles de cuidado que recaen en gran porcentaje en las mujeres”.Nacida en Argentina, la también editora dijo que cuando se escribe, lo que se tiene por encima de muchas cosas es incomodidad con la realidad, y es ahí cuando a través de la escritura se recorren esas situaciones para poder entenderlas: “cuando no podemos responder (a esas situaciones) las rodeamos de palabras. Los vínculos, en general el dolor, me resultan absolutamente curiosos, creo que por insoportables, porque en la vida de todos nosotros —calculo— las tragedias de la vida cotidiana muchas veces ocupan muchísimo espacio, nos acompañan durante muchísimo tiempo”.Al inicio de la charla Etchebarne fue presentada como “un buen ejemplo de la pujanza de la literatura escrita por mujeres en Argentina”, quien este año llega por primera vez a México y a la FIL, en la que también se presenta Gabriela Cabezón, ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz y quien ha dicho que Etchebarne “le pone cuerpo al nuevo cuento argentino”.Para Etchebarne no existe una definición de cuento ni una fórmula para construirlos, pero lo que sí hace apasionadamente es leer cómo escriben otros cuentistas.Para ella escribir cuento es más como una receta que se va pasando de familia en familia y en la que cada quien le agrega su personalidad.“Lo que sí creo es que en el primer párrafo de un cuento debería estar todo. Me interesa que se entienda quién va a contar, qué tipo de personalidad tiene y qué mira, qué es lo que elige ver”, dijo.En los cuentos de la escritora argentina, por ejemplo, hay hombres que se van, que abandonan relaciones de años para estar con mujeres más jóvenes. Sin embargo, “no me importaba tanto que ellos se fueran, que los hombres dejaran a las mujeres. Lo que me importaba era qué pasaba al interior de esa amargura, qué podía hacer esa amargura con esas mujeres, ese tiempo en soledad cuando estás rumiando, que me parece que es un tiempo poderoso de pensamiento lúdico. Me interesaba quedarme en ellas (más) que ver qué pasaba fuera del plano”.En sus cuentos la punta del iceberg es el presente, bocetado siempre en una escena muy breve, para casi de inmediato volcarse sobre el pasado de sus personajes: “Por eso el título cada vez me parece que convence y cifra mejor a todos los cuentos, porque creo que esa vida que tienen los personajes por delante no es el futuro, que es absolutamente incierto, sino lo que ya vivieron”.Lo subterráneo, entonces, es aquello que atormenta a sus personajes, “lo que se avalancha sobre ellos, lo que todo el tiempo los rodea como una sombra, los acompaña como una cicatriz en el cuerpo de la que no es tan fácil deshacerse; creo que eso, más que subterraneo, va brotando a medida que el cuento avanza”.La vida por delante está llena de “muchas cosas que conozco, monstruosas y fascinantes”, además de viajes en los que sus personajes van arrastrando “algo oscuro: traumas, dólares, fantasmas, incluso con sus muertos. Es un libro que tiene muchos muertos, quizás no a la manera de las escritoras de terror, pero los muertos acá están conversando con los vivos todo el tiempo, incluso susurrándoles al oído cuando es el momento indicado”.ÁSS