He seguido el congreso del PSOE con una mezcla de fascinación y estupor, como si se tratase de un documental de historia. Historia siniestra, de infausto recuerdo para la humanidad. A ratos me parecía ver a Nerón, acompañado de Popea en el circo romano, aclamado por la plebe entregada al emperador, rendido a su vez a los pies de su caprichosa esposa. Otras veces los discursos y la escenografía evocaban más bien la imagen de las concentraciones nazis en Nuremberg, con la parafernalia propia de un partido experto en manipular a las masas intoxicándolas de victimismo y proporcionándoles un enemigo sobre el cual descargar toda culpa o frustración. Adolf Hitler, que a diferencia de Pedro Sánchez llegó al poder tras...
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