Alessandro Baricco (Turín, 1958) saluda y sonríe bajo un sombrero negro. Lleva las manos protegidas por unos mitones claros que lo acompañan desde hace años. Hay algo frágil y elegante en sus gestos, en su dicción suave, algo que también está en su prosa: un funambulismo muy concreto y delicado que une dos mundos como se unen dos cuerpos. Baricco, que está de vuelta de una leucemia que lo llevó dos veces al quirófano, empezó a escribir su nuevo libro sin saber si iba a publicarlo. «Pero es muy triste escribir solo para uno mismo», dice el hombre, ya con la edición española de 'Abel' (Anagrama) entre las manos. Es su primera novela en nueve años, y es un wéstern...
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