La salud mental es uno de los grandes retos sanitarios del siglo XXI, pero es uno que no afecta solo a la población adulta. La infantil y adolescente está siendo también arrastrada por el contexto. Las estadísticas hablan de más consultas y más diagnósticos. Incluso, más hospitalizaciones, como acaba de demostrar una investigación de expertos de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), que confirma que suben entre la población española adolescente desde 2000. «Los datos son la punta del iceberg con respecto a la carga de enfermedades mentales en los adolescentes en España, puesto que, aún siendo muchos, no recogen los trastornos psiquiátricos sin diagnosticar o aquellos que no requieren ingreso hospitalario», afirma, al hilo de los resultados, el doctor Vicente Soriano, que lidera esta investigación. Lo más habitual entre la población adolescente, como confirman los datos de consultas realizadas al servicio SIOF Joven, de Fad Juventud y Fundación Konecta, es que presenten ansiedad. Es la causa de la mitad de las llamadas que gestionan. A esto se suma que la juventud se siente muy sola. «La epidemia de la soledad en los jóvenes es un fenómeno complejo que merece atención urgente», insiste la doctora Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España. Un estudio reciente de esta organización apunta que las generaciones más jóvenes son las que se sienten más excluidas y sin compañía, lo que perjudica su salud mental. ¿Pero es la mala salud mental de niños, niñas y adolescentes algo que se queda un tanto difuso? «Si la salud mental es algo olvidado en nuestra sociedad, el tema de la salud mental en los niños lo es aún más», explica el psicólogo Ismael Dorado, secretario de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). «Por desgracia, los problemas de ansiedad y estrés de los niños van a ser la cantera de los problemas mentales que tendrán en el futuro», indica. El 80% de niños, niñas y adolescentes con problemas de ansiedad no reciben tratamiento especializado, apunta, ya que se intenta tratar desde pediatría o desde medicina familia la cuestión. La clave no está solo en cómo se afrontan estas cuestiones —y Dorado confirma que todavía hay una cierta reticencia a llevar a la población infantil al psicólogo— sino también en qué tipo de problemas se ven. «Los niños están desarrollando problemas de salud mental que, en pocas palabras, no les correspondían», indica. La infancia vive en el mismo mundo en el que lo hacen los adultos y sus presiones se filtran a su realidad cotidiana. Como explican los psicólogos Isa Duque y Fran Jódar en 'Acompañando a las nuevas generaciones en la era de las pantallas', que acaba de publicar Nube de Tinta, el ahora está marcado por la obsesión con la felicidad, con un intenso individualismo y con una visión no muy realista —que llega vía redes sociales— de «que lo normal es el éxito. Es más, que debes tener éxito». En paralelo, se están reduciendo las herramientas que permiten gestionar frustraciones y tener una visión crítica, como es el estudio de las humanidades. Los expertos no hablan en su libro de eliminar las pantallas de la ecuación —que, alertan, sería poco realista—, sino de, por ejemplo, «recuperar el racionalismo». La presión por tener éxito, por estar preparados, empieza ya desde la infancia. «Uno de los factores que se identifican es la sobrecarga que están teniendo los niños», apunta Dorado. Se buscan «niños perfectos», lo que lleva a que sus agendas estén llenas de actividades y de estudios. Deben hablar idiomas, hacer deportes, acumular conocimientos valiosos para su futuro. «Los niños cada día tienen menos tiempo para socializar, porque desde muy pequeños los vamos sobrecargando con actividades», explica el experto. Además, no se trata solo de hacer cosas, sino de aspirar a ser los mejores en todas ellas. No se apunta a la criatura a tenis para que esté con otros niños y niñas o que se mueva, sino para que sea como Rafa Nadal, señala el psicólogo. «Se nos olvida que todas estas actividades lo que tenían que servir es para divertirse, para estar con otros niños de su edad y para que se vuelvan más sociables», indica. Esta aspiración constante a la excelencia también crea frustraciones, porque si el término medio existe es, fundamentalmente, porque la mayoría de la gente no es excelente y no pasa nada por ello. «Todos tenemos puntos débiles», recuerda Dorado, pero «al no enseñarles a ser imperfectos» no se les permite aprender a aceptarlo. Se crea una sensación de fracaso y «nuevas frustraciones». A todo esto, el experto suma que el entretenimiento actual se produce principalmente vía pantallas, lo que impacta igualmente en su capacidad para socializar y en su sensación de soledad. ¿Han perdido capacidad para aburrirse por culpa de estas agendas complejas? «Han perdido en general la capacidad de ser niños», resume el experto. Por supuesto, todas estas cuestiones están muy conectadas con cómo se entiende ahora mismo tanto la maternidad como la paternidad, que como cuentan Duque y Jódar se ha profesionalizado: se lee todo lo posible sobre el tema y se busca todo lo existente sobre crianza. Y esto tiene consecuencias. La primera es para los propios progenitores, exhaustos por este intenso trabajo en un mundo que ya es, en paralelo, agotador. Una reciente alerta sobre salud de la población del cirujano general de EE UU, Vivek H. Murthy, advierte del elevado nivel de estrés conectado a la crianza. Se ha vuelto demasiado intenso y está acabando con la salud de los padres y madres. La segunda es para los propios niños y niñas. Jódar y Duque hablan de la «sobreprotección millennial», padres y madres millennials que protegen hasta el exceso a su descendencia. Dorado lo sintetiza con una expresión coloquial: «son niños que no tienen calle». Sus padres y sus madres se lo resuelven todo y eso hace que no sean capaces de gestionar ellos solos los problemas. Esto crea frustraciones, especialmente a medida que esos niños y niñas van cumpliendo años.