Era difícil reconocer en ese individuo airado y mal encarado que compareció en el Senado a uno de los artífices de Pepephone, aquella compañía 'buenrrollista' que hizo de los principios éticos su estrategia y que gracias al boca-oreja pasó de cero a 500.000 clientes compitiendo contra gigantes. Pepephone no tenía nada especial, pero había una impronta iusnaturalista en su forma de ser : «Todo el mundo sabe lo que está bien y lo que está mal», decían en su blog. De tan antiguos, sus principios eran novedosos. Cuando las demás compañías te hacían vivir un suplicio para darte de baja, ellos decían: «Si un cliente se quiere ir, se le deja ir sin molestarle. Tampoco se le humilla ofreciéndole para...
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